Sin cables, sin mandos... sin prisas
El Kinect reconoce el cuerpo, la voz y los gestos de cada jugador
Confieso, no soy jugón. Me exasperan el mando de la consola y sus combinaciones de botones para obtener superpoderes. Mi experiencia con las consolas se limita a los Brain Training de la DS, al karaoke de Singstar de la Play y a partidos de tenis con la Wii. Soy el típico jugador casual o familiar, el perfecto para probar Kinect (150 euros, hoy a la venta), un sensor que asociado a la Xbox reconoce cuerpo, voz y movimientos del jugador o jugadores sin necesidad de mandos. Así contado parece asombroso, pongámoslo en marcha.
- La habitación. Si nos las prometíamos felices por la eliminación de cables y mandos en el cuarto de los niños, craso error, ahora no se necesita un armario, sino una buena habitación, y sin muebles. El sensor Kinect ha de colocarse en el centro del televisor, al pie o encima (ojo, en televisor plano no se sostiene). El jugador, o jugadores, se situará a más de dos metros, si son tres, mejor. Entre ellos y Kinect no debe haber nada, o sea, la clásica mesa baja hay que quitarla. En resumen, una movida.
Para usar el aparato se requiere una habitación grande y sin muebles
Entre el sensor y el usuario debe haber más de dos metros de distancia
- La máquina. El aparato reconoce inmediatamente la figura y los movimientos del jugador; pero llega el momento de dar a la máquina órdenes a distancia, como haríamos con el ratón en el ordenador o el mando de la consola. Primero hay que tener la habilidad de que un lento movimiento de tu mano (no reconoce dedos) coincida con la opción elegida en la pantalla; cuando la mano virtual está encima se debe mantener tres segundos allí hasta que se ejecuta la orden. Una molestia. Tampoco es fácil salir del juego; lo rápido, y drástico, es apagar con el mando, huir del campo de visión o, lo más curioso, mover los muebles. En ese caso, Kinect tiene que recalibrar espacios, ya que los infrarrojos miden las distancias que hay entre tu cuerpo y el resto de la habitación; cualquier interferencia delante, detrás o a los lados, descoloca al sensor. Los preparativos son lentos, pero una vez que se elige avatar, juego, nivel... Kinect reacciona bien a los gestos del jugador.
- Los juegos. Los primeros títulos lanzados son para niños y familias. En el de fútbol sus jugadores son muñecolates bisexuales; el comentarista anuncia que "chuta con una patada" y una línea gris advierte por dónde irá el balón. Raya en la estupidez. Más divertido es el pimpón, que reconoce bien y rápido los movimientos del cuerpo y del brazo; también se disfruta con el voleibol playa. En las carreras de coches, el piloto no puede frenar ni acelerar, solo meter el turbo, empujando con los riñones, y girar el ficticio volante con las manos. Al final, lo más gracioso son las fotos que Kinect capta de tus absurdos gestos en el aire.
El objetivo es la diversión familiar, pasar el rato en fechas como las que se avecinan: el día de Acción de Gracias, para los norteamericanos, o el de Navidad, en nuestra cultura. Con Kinect -como con Wii, Move o los karaokes- la familia permanecerá unida. Y como esos artilugios, Kinect merecerá el desprecio de los jugones, aquellos que aspiran, no solo a entretenerse, sino a soltar adrenalina cada día con Grand Theft Auto.
- El futuro. Este sensor es un paso más en los interfaces naturales con la máquina, sin duda el futuro. Empezó Nintendo con los mandos inalámbricos Wii y siguió Sony con Move. Microsoft prescinde de mandos pero, de momento, sacrificando la rapidez de respuesta del jugador. En ese sentido, Kinect es la evolución, no la revolución.
La cara valiente de Microsoft
Xbox es lo más osado que ha hecho Microsoft desde hace 20 años. Durante décadas ha vivido de las jugosas rentas de Windows y Office. Así hasta que en 2001 se arriesgó con el negocio de los videojuegos, un sector dominado por Sony (PlayStation) y Nintendo (Gameboy, DS, Wii). Fue osado, incluso parecía suicida por la filosofía de la propia empresa de Bill Gates y el monopolio de Japón en el ocio. Sin embargo, tras unos años de grandes pérdidas, la Xbox, con títulos exclusivos como Halo y el juego por Internet, fue entrando en las vidas de los aficionados, incluso japoneses. Con Kinect, Microsoft da otra vuelta de tuerca, y se pone tecnológicamente por delante de la Wii, de Nintendo, y el Move, de Sony.
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