_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fetiche

Enric González

La antorcha olímpica se ha convertido en un poderoso fetiche. Los Juegos Olímpicos de Pekín suscitan una cierta incomodidad internacional, como suele ocurrir cuando un régimen dictatorial se festeja a sí mismo. Dado que nadie osa desairar a China (nuestros arrebatos éticos se limitan a los países bombardeables o, al menos, económicamente boicoteables), nos desfogamos con el objeto que ahora la representa. El fetichismo es un mecanismo de gran conveniencia.

La idea de pasear este objeto por el mundo se le ocurrió al régimen fetichista por excelencia: el primer recorrido internacional condujo la llama desde Olimpia hasta Berlín, donde la esperaba Adolf Hitler para inaugurar los Juegos de 1936.

Más información
'Pretty Woman' no envejece

La comedia del encendido también es digna del neopaganismo nazi. Unas actrices disfrazadas de sacerdotisas prenden el fuego utilizando una lente y los rayos del sol para obtener una llama "pura". Si el día señalado para la ceremonia amanece nublado, se echa mano de un fuego previamente encendido: pureza, sí, pero con seguridad.

No tengo nada contra la antorcha: es un instrumento publicitario inofensivo. Ni contra los JJ OO, un espectáculo fascinante. He cometido, sin embargo, un error: me he aficionado a visitar http://torchrelay.beijing2008.cn/en/, la página oficial, en inglés, del desfile del objeto. Cuenta maravillas sobre el entusiasmo que suscita "la santidad" del objeto, el fervor con que es recibido por las multitudes occidentales, el desprecio unánime de la humanidad hacia "las protestas violentas" contra "el símbolo de la paz y la armonía", y asegura que, pese a lo visto en París, la llama no se apagó en ningún momento. Todo va bien. El universo suspira embelesado.

Los olimpistas supremos, como Samaranch, siguen prometiendo que los Juegos democratizarán China. Es cuestión de tiempo, dicen. Voy a seguir enganchado a torchrelay.beijing2008 para no perderme el gran momento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_