Estado
Aún es pronto para adivinar en qué acabará ese plan fiscal de Zapatero para exprimir a los ricos. Conociendo el paño, mejor esperar hasta el último día por la tarde. ¿Y quiénes serán los ricos? Los ricos de verdad no, porque ya ha quedado claro que las Sicav (sociedades de inversión que tributan el 1% de los beneficios) no se tocan. ¿Entonces? Aventuro que pagarán los de siempre, los asalariados. O sea, los ricos de toda la vida.
Tampoco será culpa de Zapatero. El Estado, cualquier Estado, es ajeno a la moral o, si se quiere, a la justicia en un sentido amplio. El Estado sólo debe atenerse a la ley, y eso tampoco es mucho: es el Estado quien hace la ley. A veces, cierto, ni siquiera respeta sus propias leyes. En fin, para qué elucubrar.
El mejor ejemplo de cómo funcionan las cosas lo tenemos en Italia. En los Presupuestos Generales para 2010, Berlusconi y su ministro Tremonti (un hombre tan inteligente como cínico: gran ministro de Finanzas) han incluido un mecanismo llamado "escudo fiscal". Es simple: quien declare ante Hacienda el patrimonio que tiene oculto en paraísos fiscales sólo deberá pagar un 5% del mismo. Es decir, alguien que haya defraudado durante 20 años y tenga 10 millones en las Islas Caimán, pagará 500.000 euros y quedará limpio para siempre. La ley establece, además, que quienes se acojan al "escudo fiscal" permanecerán en el anonimato, y sus anteriores fraudes no serán tenidos en cuenta en futuros pleitos con Hacienda. Como si no hubiera pasado nada.
Alberto Bombassei, vicepresidente de la patronal italiana Confindustria, hizo ayer un comentario perfectamente razonable sobre el "escudo fiscal". "No es algo bonito desde el punto de vista ético o moral, pero de alguna forma es útil al país", dijo el representante de los empresarios. "Por lo tanto, nuestra opinión sólo puede ser positiva".
Es que eso es la Italia de Berlusconi, dirán ustedes. Y la España de las Sicav, respondo yo.
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