Tránsito Amaguaña, líder indígena ecuatoriana
Luchó desde la pobreza para cambiar el orden social
Hasta el vicepresidente de Ecuador, Lenín Moreno Garcés, acudió el miércoles 13 de mayo al velatorio de la líder indígena Tránsito Amaguaña, fallecida un día antes en su casita en las faldas del volcán Cayambe, cerca del pueblo de Pesillo, a casi 3.000 metros de altura. Allí vivía, casi con 100 años, Mama Tránsito con su nuera y su nieto, con una pensión que el Gobierno por fin le había otorgado en 1988, y dedicada todavía a sembrar en la dura tierra en la que nació.
Su vida fue una epopeya en la que dejó la piel por sobrevivir y, sobre todo, por defender los derechos de los indígenas para la explotación de las tierras, en manos de los latifundistas. Es una pena que, en estas ocasiones, el gran público sólo sepa de la existencia de una mujer como ella cuando ya no está.
En los tiempos en que nació, el 10 de septiembre de 1909, en Ecuador sólo había dos tipos de personas: los blancos y los mestizos. Los huasipungueros, como ella y sus padres, no llegaban a tal categoría. El patrón les asignaba una pequeña parcela o huasipungo para que, sembrándola, se ganaran el derecho a seguir en la estancia. Y cualquier error recibía un maltrato multiplicado.
Castigos durísimos
Contaba que, por no ir un día al trabajo, a su padre lo apalearon, y que a su tía, culpada por la muerte de un ternero, la ahorcaron mientras del otro lado estaba el ternero muerto como contrapeso.
A los siete años ya se puso a trabajar en la hacienda, pero su madre la obligó a ir a la escuela a los nueve, aunque estuvo poco tiempo: la insultaban por india. Luego trabajaba en las casas de los patronos. Hacía de todo. Sus padres la casaron a los 14 años con un hombre de 25, alcohólico. A los 15, fue madre. A escondidas de su marido, comenzó a asistir a las reuniones de una organización comunal creada por el Partido Socialista. Su esposo la pegaba y un día su hijo apareció muerto. Después tuvieron dos hijos más. Tras una pelea con el hombre con el que la habían casado, se marchó con los pequeños y trabajaba sólo a cambio de comida.
Pero nunca abandonó ya la lucha. En 1930, participó en las 26 marchas indígenas hacia Quito para reclamar tierra y derechos (salario, un día libre a la semana) para los trabajadores de los latifundios. Llevaba a sus niños con ella, descalza, durante los dos días de camino. En 1931 participó en la primera huelga de trabajadores agrícolas, en la que los patronos de Olmedo destruyeron todas las chozas de los líderes campesinos. Tuvo que dejar a sus hijos con su madre y esconderse. Fueron 15 años de huida, durante los cuales conoció a otra gran líder indígena de Ecuador, Dolores Caguanga.
Junto a ella, y a Nela Martínez, Jesús Gualavisí y Ricardo Paredes, fundaron en 1944 la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), legalizada en 1946. La FEI se encargó, con permiso del Gobierno, del traspaso de parte de las tierras a los trabajadores, con atención especial a las mujeres.
Ya en los años cincuenta, Mama Tránsito tenía una gran reputación como dirigente entre los campesinos. Pero todavía le quedaba trabajo, así que, junto a Caguanga, se dedicó a fundar escuelas bilingües, en quechua y español, en su zona. Eso también molestaba a los dirigentes, y las fuerzas del orden seguían acosándola. En 1961, después de viajar a sendos congresos comunistas en Cuba y Moscú, fue detenida por contrabando de armas, aunque sólo llevaba sus ideas imbatibles e instrucciones para comenzar a montar cooperativas. Aún así pasó cuatro meses en la cárcel, tiempo en el que murieron sus padres y sus hijos. El sistema cooperativista no prosperó, pero ella será recordada siempre como una luchadora incansable.
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