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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Tim Hetherington, fotógrafo de guerra

El reportero fallece en Misrata mientras cubría el conflicto Libio

Andrea Aguilar

El pasado mes de febrero el fotógrafo británico Tim Hetherington (Liverpool, 1970) pisó la alfombra roja del Kodak Theatre de Los Ángeles acompañado del periodista Sebastian Junger y dos soldados del ejército estadounidense. Su documental "Restrepo", nominado a los Oscar en la categoría de documentales, marcaba un hito sin precedentes. Apenas un mes y medio después Hetherington ha muerto en Libia, en la tercera ciudad más grande del país, Misurata, cercada por las tropa de Gadaffi. Le acompañaba el fotógrafo Chris Hondros, que falleció también, junto a Guy Martin y Michael Christopher Brown, que resultaron heridos de gravedad.

El documental nominado fue la primera película de Hetherington, codirigida y filmada junto a Junger en primera línea en el valle de Korengal, donde pasó cerca de un año empotrado con las tropas en una de las zonas de mayor combate de Afganistán. Restrepo era el nombre de uno de los soldados de la compañía que falleció en el frente, también un apabullante testimonio de la guerra, un documento periodístico que narraba en crudo la experiencia en el frente, la camaradería, la adrenalina, el miedo o la profunda tristeza ante la muerte de un compañero. Junger escribió el libro Guerra sobre este mismo proyecto. Hetherington publicó sus fotos en Infidel, una suerte de diario gráfico de los soldados y en la instalación Sleeping Soldiers mostró la cara más vulnerable y desconocido de los guerreros contemporáneos. Publicaron también una larga historia en Vanity Fair y el británico se alzó con un World Press Photo, el cuarto de su carrera, además de con el prestigioso premio Alfred I. Dupont por una pieza audiovisual informativa para la cadena ABC. Tim se sentía profundamente orgulloso de lo que un par de freelance habían logrado hacer. Su carrera era diferente, él buscaba con insistencia el nuevo hueco que la crisis de los medios dejaba abierto para las gentes que trabajan por libre. Se empeñaba en buscar un mensaje distinto: era importante contar la vida de los soldados, sin trampa ni cartón, más allá del significado circunstancial de la guerra o la política, tocar el nervio ancestral del combate.

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Apuesto, educado e inteligente, licenciado en Literatura en la Universidad de Oxford, su flema británica le impedía hacer alarde de cualquier tipo de fanfarronería. Hetherington escapaba al agresivo estereotipo del fotógrafo de guerra. Hace cuatro años se trasladó a Nueva York, ciudad en la que se sintió en casa en el edificio de Brooklyn donde vivía rodeado de un grupo de fotógrafos como Chris Anderson, Stanley Greene o Lorena Ros. Allí trabajó en el libro Log story bit by bit: Liberia Retold en el que reunió las fotos que había tomado durante tres años en Liberia, un testimonio que reunía el pasado y el presente de un país desgarrado por la guerra. Con su proyecto audiovisual Diary, Hetherington abrió una nueva brecha: un corto experimental para intentar expresar lo que era su vida como corresponsal de guerra. Metódico y ordenado, siempre viajaba con el mismo número de camisetas grises, cargadores y adaptadores. Viajó a Libia hace apenas dos semanas con un encargo de la revista Vanity Fair, y regresó a Nueva York. La situación en aquel país era más inestable de lo que incluso él esperaba. Al cabo de unos días decidió volver para arrancar un proyecto por su cuenta, quizá una reflexión del papel de los medios y de los periodistas en zonas de conflicto, profesionales que como los soldados comparten adrenalina, envidias y amistad a prueba de fuego.

Tim Hetherington.
Tim Hetherington.JENS RESSING (EFE)

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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