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Columna
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Las tijeras cortan y separan

Pasan tractores por las carreteras y las calles. Son bastantes, unos cuantos cientos. No cargan hierba ni patatas ni maíz: llevan gente, son ganaderos de vacas de leche. Están desesperados. Y no es para menos. También en Vigo arden las calles por la huelga del metal. Mientras, inevitablemente bastantes personas a las que les gusta el petardo y el daño se meten por medio de las movilizaciones, ya bravas de por sí. La paz social es un bien en sí mismo. Y que los conflictos de intereses no rebasen ciertos niveles de crispación es algo que hay que procurar por parte de todos pero, lógicamente, son los gobiernos los que tienen más medios para actuar y más responsabilidad.

Tras una campaña electoral cargada de basura que ha dejado heridas, y después del cambio en la Xunta, esta nueva época en Galicia trajo mayor tensión política. Vean a los dos partidos de la oposición abandonando el Parlamento por sentirse ahogados y escuchen a un conselleiro que los amenaza con destapar chanchullos si no vuelven, se sientan y se pliegan.

La Ley de Paridad es parte de una política para proteger a quien más lo necesita

Esa tensión no se limita a un Parlamento que parece que así no podrá funcionar -y eso sería un colapso democrático- sino también a las calles. Hay un nuevo clima que no favorece el diálogo y da la impresión de que estos mismos conflictos no se desarrollarían del mismo modo hace unos meses. Con la nueva Administración se ha instalado una nueva cultura política que es vista como más intransigente por unos y otros, tanto por quienes se sienten afectados como por quienes tendrían que negociar con ellos. Parece que se sienten animados a que, ahora que han vuelto "los nuestros", no tenemos que ceder nada.

La presentación de esta nueva actitud que no tuvo parangón antes, ni siquiera en los más duros años de Fraga, es la ofensiva contra la lengua propia de Galicia. La campaña de Núñez Feijóo contra el gallego es inaudita, pretende recortarle el espacio en su propio territorio histórico a una lengua en proceso de desaparición. Eso se llama genocidio cultural. Y pretende hacerlo utilizando para ello el mismo instrumento nacido para protegerla y animarla: la Autonomía. ¿Cabe mayor violencia? Cabe, pero poca. Nuestra lengua, la hable uno o no, es el nervio de la ciudadanía gallega y explica la existencia de la Autonomía misma. Que llegue ahora alguien amenazándola con la tijera inevitablemente va a desencadenar reacciones instintivas. Además de al Parlamento y a la calle, lleva la tensión a los centros de enseñanza y a las familias. Imperdonable. Feijóo ya está buscando quien sostenga su palangana para lavarse las manos luego de hacer los cortes que pretende, pero es tan odioso y feo el oficio de capador de la lengua que pocos se le van a acercar.

Junto a la tijera viene una arrogancia bastante inexplicable que conduce a incumplir las leyes. Es difícil de creer pero es la Xunta de Galicia quien está dando ejemplo de insumisión a las leyes. La objección de conciencia e incluso la insumisión es un derecho moral que pueden invocar las personas, aunque a veces les conduzca a la cárcel. Pero que lo haga un Gobierno, eso ya es para nota. Cuando Feijóo fue investido por el Parlamento para formar su Gobierno parece que decidió de un modo consciente desafiar las leyes, específicamente la que obliga a formar gobiernos paritarios entre hombres y mujeres. Es una norma vigente, sin más. Si no es buena habrá que cambiarla un día, pero mientras hay que cumplirla.

La Ley de Paridad es parte de una política que la derecha española no comparte, aunque hasta ahora había aceptado aplicarla aunque fuese con desgana. Es parte de una política que pretende que las mujeres, madres, esposas o hijas tengan las mismas oportunidades que tienen los hombres, padres, esposos o hijos. Esa ley se acompaña de otras para proteger a las mujeres de sus agresores, para favorecer el ejercicio de la paternidad por los hombres, para permitir que las propias mujeres puedan decidir sobre su cuerpo y sobre su maternidad... En conjunto hacen a la sociedad más justa y protegen más a quien lo necesita. O se está a favor de eso y se actúa en consecuencia o se está en contra. Y Feijóo también ha decidido dar la batalla en este campo. Todas son batallas sin futuro, donde está dando tajos ya hay herida, habrá daños y todos seremos peores de cómo éramos.

Las tijeras no unen el paño, lo separan en dos partes.

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