El pertinaz cantante de boleros
Julio Gayoso, presidente de Caixanova y eje, a sus 78 años, de las negociaciones por la fusión, insiste en seguir al frente de la entidad en la que entró a trabajar a los 16
El hijo del listero de obras del Ayuntamiento ya lograba de chico casi todo lo que se proponía. "Serio, trabajador, estudioso, insistente", "pulcro y ordenado en extremo", describen los escasos compañeros de estudios, primero en los Maristas, luego en Peritaje Mercantil, que le van quedando con vida, porque la suya fue una promoción diezmada precozmente. Julio Fernández Gayoso (Vigo, 1931) nació de una familia modesta que dejó la comarca de Lemos buscando una vida mejor en la ciudad. A él le habían enseñado a hablar en castellano, pero, según esos mismos amigos de la época, buscaba la conversación de otros alumnos del colegio que vivían en las parroquias del extrarradio y hablaban gallego, porque le gustaba la lengua que le estaba vetada.
Participa en las reuniones con el esternón roto tras el accidente en la AP-9
Era el contable personal de Portanet, alcalde franquista de Vigo
Tras los postres, saca la guitarra y deleita a los invitados con su música
Antes que a él, ficharon a su mejor amigo para una fábrica de botones
Como el padre consiguió el empleo de capataz municipal, se instalaron cerca del almacén consistorial, en la calle Romil, próxima al Castro. No pertenecía a una clase social que se pudiese permitir estudios fuera, así que en vez de ir a la universidad se matriculó en la recién inaugurada escuela de Peritos en Torrecedeira. Ya antes de eso, para preparar el ingreso y "reforzar contabilidad", se matriculó en la Academia Cid, un lugar al que habitualmente acudían las prósperas empresas viguesas de la época a contratar jóvenes cualificados.
Enseguida arribó el primer cazador de promesas, y se llevó a Fernando Piñeiro, su mejor amigo, para ocupar un cargo en la fábrica de botones Isla Couto. Si se lo hubiera llevado a él, Gayoso -como el otro, ya fallecido- habría llegado a director de la factoría. Luego, los del Banco Hispano ficharon en la misma aula a otro de la pandilla, Manolo Estévez. Y el hijo del listero empezaba a preocuparse cuando el director de la academia le anunció: "Para ti tengo reservado algo mejor".
Tenía 16 años cuando entró como auxiliar de contabilidad (no como botones, como tantas veces se ha dicho) en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Vigo. En todas las pruebas quedaba de primero y pronto, en 1958, escaló al puesto de jefe de contabilidad. Cinco años más tarde, obtuvo por oposición la categoría de jefe de sección. Y en 1965, con 33, fue nombrado director general.
Se jubilaba el anterior responsable de la caja, y la mayoría de la plantilla esperaba que ocupase su puesto, por "progresión natural", el subdirector, Gómez Escuredo. Pero el presidente de los ahorros vigueses era Rafael Portanet, antepenúltimo alcalde franquista de la ciudad, y Gayoso era su hombre de confianza. En sus horas libres, el obediente perito ejercía de contable en las empresas del regidor y como tal se había convertido en su mano derecha.
Para entonces, Gayoso, que ahora tiene cuatro hijos situados en interesantes puestos empresariales, ya se había casado con Ana Mediero, junto con su madre, según él, "la persona más influyente" en su vida. Después de ocupar diferentes domicilios (sus viejos amigos dicen que Gayoso llegó a vivir incluso en la propia caja de ahorros), se instalaron definitivamente en Canido, junto a la costa, y allí es donde la pareja ha ofrecido siempre sustanciosas cenas a la burguesía viguesa y a la clase política de todos los colores.
Los asistentes a algunas de estas memorables veladas, destacan la "cordialidad" y el "trato cercano" del marido, la "afición a los viajes orientales" de la pareja y el "impresionante tocinillo de cielo" de la esposa. Siempre, después del postre, "Gayoso saca la guitarra y canta", recuerda un ex alcalde de Vigo. Otro ex regidor, Manoel Soto, era uno de los que solían acompañarlo "con los boleros".
En tantos años de poder también se ha hecho enemigos, como es el caso del ex alcalde Carlos González Príncipe. Para él, Gayoso es "un hombre servicial hasta el extremo y encantador, pero en la versión del camaleón que se transforma según las circunstancias, que le dice a cada uno lo que él cree que quiere escuchar". También lo describe como "un personaje oportunista, un hombre que no es de nadie y apoya lo que le conviene". Sus rivales lo acusan de "ganarse voluntades" para acrecentar un poder que se extiende por toda la ciudad.
"Toma decisiones graves sin que le tiemble el pulso", siguen denunciando sus críticos, "en los últimos 45 años ha dejado muchísimas víctimas en el camino, entre ellas numerosos políticos". "Ha marcado el rumbo de la ciudad, y de una forma u otra, al final todos los vigueses han tenido que pasar por sus manos, o por las de su hermano, porque era el capellán de Emorvisa
[la empresa funeraria municipal]", bromea un político socialista.
Nadie le puede hacer sombra, como demuestra el sonado caso de Carrera. En 1999, durante el proceso de fusión de las tres cajas del sur, Luis Carrera (procedente de Caixa Ourense) apuntaba un gran futuro en Caixanova. Gayoso se rodeó de directores adjuntos, un total de seis, y logró diluir el juvenil protagonismo de su rival. El distanciamiento entre Gayoso y Feijóo comenzó por el fichaje de Carrera para encabezar la lista de Ourense en las últimas autonómicas, aunque luego tuvo que retirarse tras salir a la luz que no había declarado a Hacienda unos dineros domiciliados en un paraíso fiscal.
No obstante, la mayoría de los que rodean a Gayoso, que unos años después de la fusión del sur logró esquivar la jubilación gracias a un cambio en la ley por parte de Fraga, no tienen más que buenas palabras para con él. Gran parte de sus ex trabajadores lo describen como un ser "paternalista", "sentimental", "cercano y entrañable", que trata familiarmente y llama por su nombre hasta al más humilde de sus empleados. "A pesar de los roces que pudiese haber en tantos años de trabajo, el balance es positivo", asegura un sindicalista ya jubilado de Caixanova.
En la entidad hablan de sus gustos austeros y sus aficiones de siempre. No es de golf ni de pádel, sino de tenis, un deporte que practica con bastante nivel después de una juventud en la que jugó mucho al fútbol, "primero de portero, luego de delantero". Le gusta estar bronceado y cuida una cabellera que conserva íntegra desde joven. Habitualmente es comedido con su dieta y, si puede, almuerza en casa. Su plato favorito son los huevos estrellados. Su película, Ciudadano Kane. Lee muchos libros de historia, pero el de cabecera siempre ha sido la España invertebrada de Ortega.
Y para conducir él mismo, aseguran también desde la caja, "siempre ha preferido los coches pequeños". El primero fue un 600. Luego le siguieron un Mini, un Ford Fiesta y un 205. Ahora ya no conduce apenas. Se deja llevar en el Citroën de alta gama por el mismo chófer que tenía cuando era director general. En 2006, al convertirse en presidente de Caixanova para continuar gobernando los destinos de la entidad, conservó el conductor y las dos secretarias de antes, y siguió realizando las mismas tareas de siempre ("mi anterior agenda y la de ahora se parecen como dos gotas de agua", dijo entonces).
Pese a todo, si al final de las negociaciones por la fusión entre Caixanova y Caixa Galicia "se consigue una caja gallega con sede en Vigo, me parecerá barato el trago de tener que conservarlo a él", concluye Príncipe, el único ex alcalde de Vigo que intentó descabalgarlo de la dirección general proponiendo como sucesor a Alfonso Paz Andrade.
Gayoso, efectivamente, permanece asido a las riendas con firmeza. Negocia estos días su futuro, según ha revelado un político del PP, "con el esternón partido" tras el accidente que sufrió en la AP-9 después de verse con su mayor rival, José Luis Méndez, director general de Caixa Galicia. El hijo del listero no decae, a punto de cumplir 79 persigue con apetito la mayor jugada de su vida y no tiene en perspectiva retirarse porque, según dicen que él mismo comentó recientemente en Santiago, "ahora la gente aguanta bien hasta los 100".
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