El mar se come la costa gallega
La subida del nivel del Atlántico avanza desde hace 10.000 años
El cambio climático que alarma hoy en día a los políticos está escrito en el suelo del planeta desde hace miles de años. En Galicia, un geógrafo de O Ribeiro, Augusto Pérez Alberti, consiguió hace tres décadas descifrar el antediluviano mensaje que advierte de la subida continua del nivel del mar. Su primer artículo sobre el tema lo publicó en 1979. Ayer, en su despacho de la Facultade de Xeografía e Historia de Santiago y rodeado de decenas de kilómetros más de paseos marítimos, espigones y urbanizaciones a pie de costa, se sentía como un predicador en el desierto: "¿Por qué se ha seguido construyendo sin tener en cuenta que el clima cambia? ¿Por qué no se ha hecho caso a los investigadores?".
Galicia tendrá que salvar con barreras lo que nunca debió construir
"Los políticos han estado de espaldas a esto y ahora le ven las orejas al lobo"
Hace 120.000 años el Atlántico se adentraba dos metros más que ahora en el litoral gallego. Poco después comenzó a bajar y hace 10.000 años inició el camino de vuelta a tierra. La subida del nivel del mar no se ha detenido desde entonces. Para estudiar su velocidad, Pérez Alberti ha utilizado un aparato especial que golpea las rocas de la orilla y establece su edad en función de su dureza. Cuanto más blanda, más vieja. Así ha reconstruido la evolución de la costa no sólo en esta esquina de la península ibérica, sino también en Tierra del Fuego. Este enclave del Cono Sur presenta en el siglo XXI la misma fisonomía que tenía Galicia hace 30.000 años, cuando estaba cubierta de glaciares y la temperatura media era dos grados bajo cero.
Pérez Alberti, que ha recorrido los lugares más fríos del globo para reconstruir su historia más remota y que ahora participa en una investigación por el Año Polar Internacional, tiene clara una máxima: si conocemos el pasado, podremos entender el presente y prevenir males futuros. El estudio de la evolución del territorio explica, por ejemplo, por qué sufren graves inundaciones localidades como Oia, Bertamiráns y Caldas de Reis o por qué se desplomó el cámping aragonés de Briescas en 1996 llevándose por delante la vida de 87 personas. Todos estos asentamientos están ubicados en llanuras o abanicos aluviales, es decir, en zonas por donde antiguamente corría o desembocaba la nieve de las montañas. Son caminos recorridos por el agua durante miles de años y, aunque ahora se han secado, ningún humano debería dar por hecho que la naturaleza no los recuperará.
En Chandrexa (Ourense), riachuelos secos durante años se llevaron puentes por delante durante las lluvias torrenciales del invierno 2000-2001. Ya lo dice el refrán: "As augas sempre voltan ao rego". Haciendo oídos sordos a estas señales, en Galicia se sigue construyendo sobre antiguas zonas de paso del agua y en el borde litoral.
"Los políticos han estado de espaldas a todo esto hasta que ahora le ven las orejas al lobo", lamenta Pérez Alberti, quien se refiere con ironía a los "sabios" que se erigen ahora como descubridores del cambio climático. Del temor a las consencuencias económicas que tendrán estas alteraciones nace el Premio Nobel a Al Gore y la conferencia de la ONU en Bali. En esta isla de Indonesia, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, advirtió ayer de que Galicia será una de las zonas de España donde la subida del nivel del mar tendrá consecuencias más graves. El catedrático de Xeografía Física de la Universidad de Santiago alerta incluso de que la comunidad está condenada a ejecutar en el futuro grandes barreras para proteger el litoral del oleaje. Los pronósticos científicos vaticinan más temporales y, por tanto, un mar con más capacidad "erosiva y destructiva".
Recién llegado de sobrevolar glaciares en Nueva Zelanda, Pérez Alberti recomienda no caer en una guerra de vaticinios climáticos -"es muy complicado saber lo que va a pasar en el futuro, porque hay más factores que los humanos"- y, apartando las discusiones sobre el CO2
aboga por tomar medidas ambientales más generales, como frenar la erosión, la destrucción de las dunas y la contaminación del mar. "Pero ya sé que predico en el desierto".
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