_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Javier Solana

Ha regresado. Después de una trayectoria internacional de una importancia y extensión que muy pocos pueden mostrar, Javier Solana está de nuevo en España, de donde en realidad nunca se fue.

Al aproximarnos a su perfil destaca, en primer lugar, la impronta intelectual y moral de una familia culta y abierta; su padre, muerto prematuramente, que marcó de forma indeleble la personalidad del joven Javier, y su madre, una mujer fuerte que "imponía, no se imponía". Y también cuenta la parte de la que no suele hablar, seguramente porque a ellos no les agrada la notoriedad: Concha Giménez y sus dos hijos.

Pocos políticos tienen un currículo tan intenso. Ministro de Cultura, en su mandato se lanzaron los programas de rehabilitación de teatros, auditorios y mercados que tan buenos resultados dieron en toda España y, en concreto, en Galicia, comenzando por Santiago de Compostela con la rehabilitación del Teatro Principal y la construcción del Auditorio de Galicia. Portavoz del Gobierno, ministro de Educación y Ciencia y de Asuntos Exteriores. Este último cargo gubernamental sería el paso previo a la secretaría general de la OTAN, un destino donde lo pasó mal en la guerra de los Balcanes. Su ideario de hombre de paz entraba en conflicto con lo que debía hacerse para conseguirla.

Sería un buen embajador de una red global dedicada al intercambio y concordia de los pueblos

El ejercicio de sus cargos europeos ha comportado más de quinientas misiones diplomáticas, en un esfuerzo multiplicador de su presencia en los grandes debates del mundo, sin eludir los conflictos. Su firmeza, siempre tendiendo puentes, lo situó en una posición desde la que habla con todos los líderes mundiales, que le tienen una especial consideración por su papel como impulsor de las relaciones entre Europa y Norteamérica, entre Oriente y Occidente.

De su pensamiento subrayaría que en un PSOE de tendencia tradicionalmente jacobina, es uno de los que mejor han entendido la España autonómica con su diversidad de culturas y lenguas. Pertenece, como su amigo Felipe González, a la generación de pensamiento profundo, formada por el gran momento de constitucionalistas, autonomistas y europeístas, y quizá es, en el día de hoy, el político español que mejor conoce el mundo global. Por eso no sorprende su ingreso en un centro de estudios sobre economía mundial y geopolítica.

Pero lo que más me interesa, sin duda, es su perfil humano. Hombre de amistades, lector y melómano, ávido de conversar y, sobre todo, prudente, en público y en privado. Comprensivo con la opinión de los demás, le gusta hablar de lo positivo, de lo que une a las personas, y siempre evita los comentarios ácidos. Es, por otra parte, un trabajador exigente consigo mismo y con su entorno, con una energía que se sobrepone a las adversidades.

Desde hace muchos años Javier Solana ha hecho de Galicia su base de vacaciones, en consonancia con su forma de vivir. En Bueu, siguiendo la iniciativa del director del Teatro Real, Miguel Muñiz, y la pianista Rosa Torres-Pardo, ha llegado a constituirse un grupo madrileño-galaico, y desde allí hemos recorrido andando buena parte de Galicia. Guardo un recuerdo especial de la fría y soleada mañana del 1 de enero de 1999, cuando inauguramos el año jubilar entrando en la ciudad por el sudeste, entre los primeros peregrinos que atravesaron la Puerta Santa que se había abierto la víspera.

En estos momentos en que Europa se esfuerza por remontar el vuelo tras la crisis, Javier Solana, que en 1991 impulsó el relanzamiento de Santiago de Compostela como meta de un Camino reconocido como primer itinerario cultural europeo, sería un buen embajador de una red global dedicada al entendimiento, el intercambio y la concordia entre los pueblos. Pero esto es solo una idea mía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_