Fabricando 'ferrys'
Mañana, lunes, como en otras dos o tres ocasiones cada año, se bota un barco en los astilleros de Barreras en Vigo, un ferry. La botadura de un barco son muchas cosas y todas ellas alegres, es el triunfo de la capacidad humana, de la técnica, y es el fruto del trabajo. Es orgullo para los que lo construyen, es un espectáculo que infunde optimismo. En este país desarticulado, compuesto de islas, ahí está Vigo aunque el país entero lo ignore, trabajando, creando. En asunto de ciudades pasa como en todo en la vida, las hay quejicas, viven de la queja y el chalaneo, y las hay que tiran para adelante sin más. Vigo es de ésas.
Ferrol ni se queja ni tira para adelante, permanece atónita. Qué lejos está Vigo de Ferrol. Ambas construyen barcos pero qué distintas son. Ambas sufrieron la brutalidad de la reconversión naval, de la que debemos decir, sin victimismo alguno, que Galicia, sobre todo Ferrol, pagó la peor parte. Pero Vigo pudo encajarla mejor, su economía, aunque muy dependiente de Citroën, es más diversificada, mientras que Ferrol dependía absolutamente de la construcción naval, y su construcción naval dependía del Estado. Cuando los que gobernaban el Estado entonces cortaron aquel miembro que era sano y robusto, y la ciudad vio que no había marcha atrás quedó en un estado de shock histórico. Como si la ciudad no tuviese un cerebro o un sistema nervioso que le permitiese reaccionar, encontrar una salida.
Y es que Ferrol tenía industria pero no industriales. No tenía empresariado, los dueños de la industria estaban en Madrid, seguramente en alguna oficina estatal en la Avenida de la Castellana. Pero por mucho que esas oficinas estén en una planta alta de un rascacielos desde allí no se ve el mar ni a Ferrol. Pero también la clase obrera ferrolana era, o es, especial. Un proletariado disciplinado, acostumbrado a dejarse guiar siempre. Aun cuando era combativo se manifestaba de forma ordenada según las consignas de sus líderes sindicales. Qué contraste con el proletariado vigués, combativo pero desordenado, rápido, ágil, con una viveza única. La lucha de los trabajadores de la plantilla de Ascón es un ejemplo de combatividad, inspiración, inteligencia y capacidad de buscar soluciones. Una plantilla entera despedida que se transformó en empresa, una empresa ambulante y sin empresario durante años que, gracias al apoyo de la población, aguantó y consiguió finalmente empresario y capital para volver a producir.
Vigo tiene empresarios y trabajadores, son una fuente de riqueza constante. Ferrol no tiene empresarios y los trabajadores no pudieron conocer lo que es una verdadera empresa. Una empresa de la que ellos eran también dueños, como demostró la plantilla de Ascón.
Para colmo, Ferrol fue tratado como un trasto olvidado, ahí estuvo casi incomunicada, una autopista que acaba de llegar hace nada; una planta de gas que pone en peligro la ría; un puerto al que no se le pone la comunicación que precisa, mientras ve como se despilfarra el dinero construyendo absurdamente otro a unos pocos kilómetros más abajo... Ahora se le niega de nuevo la ampliación de la construcción de barcos. La pregunta que uno se hace es, ¿cómo Ferrol aguanta tanto? Se comporta como una ciudad que sigue desconcertada, desnortada. Sin dirección. Una ciudad sin rumbo es una ciudad sin esperanza. Ferrol tiene que luchar por su esperanza.
La construcción de barcos es algo real y decisivo. Una ciudad debe diversificar su actividad económica, incluso la actividad industrial debe estar diversificada, no puede vivir sólo de un sector ni de un producto, so pena de volver a padecer un colapso, pero Ferrol tiene todo el derecho moral y toda la capacidad de fabricar barcos.
Ferrol y Vigo están muy lejos, demasiado. Pero los ferrolanos debieran acercarse más a Vigo, siempre que viajamos aprendemos algo, para que crezca su envidia. Que crezca tanto que deseen como los trabajadores vigueses fabricar más barcos, muchos barcos. A saludar la botadura de un gran barco, para admirar ese trabajo, a esos trabajadores, ferreiros a facer ferrys.
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