Decenas de miles de personas exigen al PP que el gallego "no dé un paso atrás"
A Mesa se vio "desbordada" y hubo que leer dos veces el manifiesto
"Tenéis que moveros. Salid unos para que puedan ir entrando los que aún vienen de la Alameda. Hay que cambiar el público para leer otra vez el manifiesto. Pero mientras, no dejéis de gritar: Pola nosa lingua, nin un paso atrás". En la Quintana, pegado al micrófono, sobre el minúsculo escenario, Carlos Callón, presidente de A Mesa pola Normalización Lingüística, intentaba organizar el caos sobre la marcha. Con una sonrisa de oreja a oreja, decía sentirse "desbordado" y prometía que el año que viene reservará para la lectura del manifiesto la plaza del Obradoiro. La policía nacional contó 20.000 personas. La organización, "más de 50.000". La leyenda urbana asegura que en la Quintana, cuando está a reventar, caben 15.000. Y ayer, al menos, este espacio se llenó dos veces, en ese fluir continuo de gente que empezó como riada, atascando el peaje y los accesos a la capital, y después se repartió en caudalosos afluentes, avanzando por las calles que desembocan en la plaza de la Puerta Santa. En la marea humana se oía también hablar castellano. Personas educadas en la lengua estatal sosteniendo carteles que decían "eu amo o galego". "Queda demostrado que el gallego une", defendía ante tal evidencia Callón. "Señor Feijóo, no somos pocos ni cuantitativa ni cualitativamente, así que ni un paso atrás".
"Gracias a todos los que estáis aquí, el idioma no morirá", gritó Pousa Antelo
Eran tantos los que, respondiendo a la llamada de A Mesa, llegaron a Santiago para defender el derecho a vivir en gallego, que cuando unos ya empezaban a buscar dónde comer otros aún desenrollaban las pancartas. Al final, y pese a que se repitió, muchos se quedaron sin escuchar el manifiesto que leyeron las escritoras Teresa Moure y Yolanda Castaño, el abogado Nemesio Barxa y el galleguista Avelino Pousa Antelo. Éste, a sus 95 años, prometió seguir luchando, ahora "más que nunca", por la lengua propia. "Gracias a todos los que estáis aquí. Galicia no morirá. El idioma no morirá", proclamó desde el palco el veterano orador. "Avelino, oé, oé", respondió un público enfervorizado en el que abundaban los carritos de bebé y los niños con el mal de la lengua azul, teñida por las piruletas que repartía la organización.
Pasa a la página 2"Dicen que quieren bilingüismo cordial, amable, pero lo que quieren es sumisión cordial, amable", gritaba por el micro, bregando con la imposible megafonía, el presidente de A Mesa. "Y ahora dicen que quieren consenso, pero que no nos pidan ningún consenso para enterrar el gallego ni para que renunciemos a nuestros derechos".
Callón iba soltando el discurso a cachos, interrumpido continuamente por un auditorio que no paraba de gritar consignas ("sempre en Galiza, sempre en galego"), y de cantar ("somos gallegos, gallegos seremos, por españoles nunca pasaremos"). No había hueco para el desánimo a pesar de esa lluvia casi constante que se transformó en diluvio a la altura de la plaza de Galicia. Entonces, surgieron los lemas inspirados en la meteorología: "Que chova ou que vente, o galego sempre", "aínda que se molle, a lingua non se encolle", "que chova, que non, Galiza é unha naçom". Había defensores de la "reunificaçao nacional da Galiza e Portugal", sindicatos de profesores y ganaderos, colectivos de estudiantes, asociaciones culturales y algunos grupos políticos de aquéllos que el 8 de febrero hicieron frente a la manifestación de Galicia Bilingüe. Hoy 20 independentistas siguen encausados por aquella accidentada jornada.
Sobre un muro, vestidos de blanco, con caretas y amordazados con la bandera de España, varios militantes de Ceivar reclamaban la liberación de presos políticos y acusaban a Galicia Bilingüe, PP y PSOE de ser "inimigos do galego". Al ver sus mordazas rojigualdas y el nombre del colectivo de Gloria Lago pintado en la sábana, Maribel, una mujer llegada de A Coruña, se encaró con ellos creyendo que eran de Galicia Bilingüe. Los chicos no sabían qué decirle para aplacarla. Los manifestantes de ayer eran tantos y tan heterogéneos que entre ellos ni se reconocían.
Estaba representada la plana mayor del BNG. Faltaba Quintana, pero asistieron, entre otros, Guillerme Vázquez, Aymerich, Jorquera, Adán, Táboas, Suárez Canal, Francisco Rodríguez, Beiras, Martiño Noriega y Camilo Nogueira. No había nadie del PSdeG (con su propio acto en Boisaca) ni, en principio, nadie del Partido Popular. "¿Dónde están, que no se ven, los bilingües del PP?". Se dio la casualidad de que el público empezó a corear esto justo cuando entraba en la Quintana, dejándose llevar como uno más por la corriente manifestante, Rafael Cuiña, hijo del delfín de Fraga, militante popular y padre de un niño que se llama Xosé.
Mientras, cuando le dejaban seguir adelante los coros del respetable, Callón avanzaba con ese discurso pronunciado sin chuleta: "Feijóo, lo mismo que levantó en su día la bandera del odio contra nuestra lengua, dijo ayer que había quien quería apropiarse del gallego. Nosotros le pedimos que él también se apropie del gallego, que lo haga suyo, y también se lo pedimos a sus conselleiros, como Pilar Farjas o Javier Guerra, analfabetos en gallego". "Que aprendan gallego, que aprendan gallego", "los conselleiros, a las galescolas", cantaba entonces el público dando botes.
En el montón infinito se veían las cabezas de Margarita Ledo, Bernardino Graña, Manuel Rivas, Suso de Toro y Antón Reixa. También estaba Mercedes Peón, que subió al escenario para cantar. "Es la mayor manifestación por la lengua de la historia", exclamaba feliz el líder de A Mesa.
Al pasar la comitiva por la rúa do Vilar, el Jazzman de los soportales acompañó con su guitarra la voz de los manifestantes. En la propia marcha había grupos de gaitas, tambores, algún cabezudo y cuatro zancudos que se presentaron como "profesores de gallescuela" y que, al final, valiéndose de su talla, terminaron supliendo a los guardias que no estaban y distribuyendo a la gente por las calles. Esta vez, si había policía y antidisturbios, no se les vio.
Volvió a llover mucho, a pesar de lo ben acompasado del cantar, cuando los manifestantes que consiguieron entrar en la Quintana entonaron en Himno. Callón, que prometió a los suyos no ponerse la chupa en todo el tiempo para lucir el corazón rojo de la camiseta (Eu amo o galego), confesaba que al llegar a casa se iba a tomar un Frenadol. Pero aún llovió más, mucho más, cuando, al cabo de las dos horas y media que duró la marcha principal, volvió a sonar el himno en la otra punta de la ciudad vieja. En la Praza do Toural, estaban celebrando su propio acto del Día das Letras aquéllos que se definieron como "más exigentes". La Associaçom Galega da Língua, apoyada por una veintena de colectivos independentistas, leía su particular manifiesto, efectivamente más reivindicativo.
No hubo crispación. Lo de ayer era una fiesta pasada por agua, pero una fiesta al fin y al cabo. El más enfadado parecía Pousa Antelo: "Feijóo es un arrecastado, habría que exportarlo". Pero Callón templaba gaitas: "La fuerza de nuestro amor no puede ser inútil".
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