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Reportaje:

"Compran mis cuadros por tener algo de T. Behrens, no por gusto"

El pintor que cambió Londres por A Coruña hace veinte años se reivindica como "parte del paisaje de Galicia"

"Es un pintor famoso", cuchichea una joven a su anciano acompañante en un bar del centro de A Coruña mientras observan cómo posa para un fotógrafo un hombre, bolígrafo Bic en mano ante una libreta escolar de tapas azules, un paquete de tabaco negro y una copa de vino tinto. En realidad la escena no es insólita, el hombre forma parte de la cotidianidad del lugar. Aunque llama inevitablemente la atención: alto, escuálido, pelirrojo, con un parche negro de pirata tapando su ojo derecho y un jersey de malla gruesa al estilo lobo de mar. Tim Behrens (Londres, 1937) no pasa desapercibido. Fama tiene, aunque en realidad a escala sobre todo local, en A Coruña y su entorno, donde decidió instalarse con su familia hace ahora 20 años.

En pocos días vendió todas las obras de su última exposición
"Me da asco que un cuadro pueda ser más caro que una casa"

Pintor y también poeta, aunque de trayectoria más irregular en esa faceta, el hombre que cambió Londres por la campiña gallega, ex pupilo, amigo y compañero de juergas de maestros como Lucien Freud o Francis Bacon, se reivindica coruñés. "Me gusta ser parte del paisaje de Galicia", reflexiona. Fue Lolo, el mayordomo orensano de sus padres y muy amigo por ser casi de la misma edad, el que le animó a conocer este rincón de la península Ibérica. Esperó a superar el medio siglo de vida para hacerlo. Y no hay quien le mueva de aquí, advierte.

Un voluminoso libro acredita su coruñesismo de adopción. Es la recopilación de su obra y biografía en 250 páginas que acaba de publicar la Diputación Provincial de A Coruña en su colección de Grandes pintores. "Lo de grande me encanta", dice irónico Behrens. Un mes antes, otro episodio ratifica su popularidad local. Pese a la crisis, el artista inglés vendió en pocos días todos los cuadros de su última exposición, montada en Culleredo, la localidad limítrofe con A Coruña donde él y su esposa, la también artista Diana Aitchison, compraron "una casita" de campo, hace dos décadas, para formar hogar con su hijo de entonces seis años.

Que se vendiese todo "es alucinante, pero no es la primera vez", destaca el autor. Cree que responde a "una especie de esnobismo", a una convulsión local de "comprar un cuadro más por tener algo de T. Behrens que por gusto". Sabe que su obra tiene también muchos detractores.

Hay además una razón económica. El pintor presume de ser barato. Hijo de un banquero judío, vive de "una herencia", no de su pintura, aclara. "Aunque podría si pusiese precios más altos". Pero no lo hace por "idealismo", asegura. "Me da asco que un cuadro pueda ser más caro que una casa, no lo entiendo". Como la cifra astronómica de 6,2 millones de euros que alcanzó la venta en una subasta en 2005 de uno de los tres retratos que le hizo su antiguo amigo íntimo, el consagrado pintor Lucian Freud (Berlín, 1922). Aquel Red-haired Man on a Chair (1962) nunca le gustó "nada de nada" al modelo Behrens. También fue retratado en aquel momento por su entonces amigo Andrews. El cuadro cuelga en el Museo Thyssen de Madrid.

Inevitable abordar pinceladas de su vida antes de Galicia. Tim Behrens era el más joven de aquella banda de cinco a los que se les etiquetaría como la Escuela de Londres, con Bacon, Freud, Michael Andrews y Frank Auerbach. Eran amigos de farándula en el Soho londinense, noches de borracheras en las que se hablaba de juerga y sexo, no de pintura.

"Eso de la Escuela de Londres es fraudulento, no es verdad, no tenemos un estilo común", insiste Behrens cada vez que surge un tema que le resulta "muy pesado". Aunque se defina a sí mismo como "un pintor claramente figurativo desde siempre" y que su antiguo profesor y amigo, Lucian Freud, sea considerado uno de los artistas figurativos más importantes. Nunca contará por qué dejaron de hablarse. "Aquí hay mucho cotilleo", se queja, "pero es que fue una relación de amistad tan intensa durante ocho años que al final se rompió, es normal, fue mucho tiempo de estar juntos a todas horas".

Lo que no hace el inglés de A Coruña son retratos, sino dibujar a su "gente querida" y animales, sobre todo perros, en escenarios de la vida cotidiana "con una parte de mundo imaginario". Behrens ya no tiene obra por exponer, ni proyecto a la vista, tras publicar en primavera su tercer libro de poemas en castellano. "Me resulta más fácil que el inglés, estoy menos cohibido", asegura en un castellano titubeante con marcado acento británico. Mal que le pese, lo es tanto como coruñés.

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