Los regalos se pagan
Profesionales y usuarios se suman a la plataforma No Gracias, que pretende redefinir las relaciones con la industria farmacéutica
En 2000, un médico internista de Nueva York, Bob Goodman, fundó la organización No free lunch (no hay comida gratis), para denunciar las prácticas de mercadotecnia de la industria farmacéutica. El nombre hacía alusión a la costumbre que tienen estas empresas de invitar a comer a los estudiantes de medicina e iniciar desde los campus su relación con los futuros médicos para que promocionen sus productos en el futuro.
"En el fondo, la idea que se quería transmitir es que no hay nada gratis, y que alguien acaba pagando siempre por los regalos de la industria", comenta Carlos Ponte, jefe del servicio de medicina intensiva del hospital General de Asturias. Ponte puso en marcha No Gracias, la asociación equivalente en España, hace dos años. Ayer participó en la presentación de la filial valenciana, en un acto apoyado por la Associació de Defensa de la Salut Pública del País Valencià (Acdesa) y la Societat Valenciana de Medicina Familiar i Comunitaria (Svmfic), a la que también acudió Antoni Bayón, del grupo del medicamento de la Svmfic.
El movimiento nació en Estados Unidos el año 2000
Sus impulsores reclaman al Estado un papel más importante
El objetivo de estas entidades -en Italia No grazie, pago io; en Australia Healthy Skepticism- consiste en denunciar "la situación de dependencia" de los profesionales sanitarios respecto a la industria, por lo que apelan a "redefinir esta relación y hacerla más transparente". "Queremos poner orden en la presión y la influencia intensiva y abusiva que ejerce la industria", apuntó el portavoz de la plataforma en España.
Para Ponte, existen varios frentes a los que prestar atención. Por un lado, la industria debería separar "nítidamente" la información de la promoción (que en muchos casos ha incluido invitaciones o regalos) al hablar de sus productos. De hecho, este internista apunta que el 30% de la inversión de la industria se destina a mercadotecnia. Por otra parte, está el papel en la formación continuada de los médicos. La información que reciben los profesionales sobre nuevos tratamientos les llega en un 90% a través las propias empresas que venden estos fármacos. A ello se suma el control que ejercen en los ensayos y en el diseño de nuevos productos, generalmente en medicamentos que puedan reportarles beneficios a pesar de que sean similares a otros existentes en el mercado.
El debate es complejo y tiene múltiples matices. Y los hechos son que el peso de la investigación en medicamentos y en la formación de médicos descansa de forma evidente en la industria.
¿Se puede cambiar este patrón? Antoni Bayón apunta al deber de la Administración de hacer cumplir la norma que regula los conflictos de intereses en este campo. Ponte da más pistas. Por ejemplo, aumentar el presupuesto de investigación y de formación estatal e ir ocupando el terreno copado por las empresas.
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