"El artista ya no muerde"
Miembro del mítico Equipo Realidad, en cuyo seno retrató una sociedad bajo el sinsentido opresor de la dictadura franquista, Jorge Ballester (Valencia, 1941) le dio la espalda al mercado del arte hace 35 años. Al mercado, que no al arte, ya que nunca dejó de pintar. Ahora vuelve con una exposición en la Universitat de València que prueba la vigencia de su obra. Vuelve indignado, con la sociedad dormida y con el arte domesticado. Hijo del escultor Tonico Ballester y sobrino del artista Josep Renau, no sabe, ni quiere, restar compromiso político a su obra. Pero llega con reservas, no se fía del poder del dinero. Durante la entrevista, le llaman para una cita con la revista Tendencias del mercado del arte. "Ha calado tanto que ya ni se molestan en disimular", comenta entre risas.
Pregunta. ¿Por qué vuelve?
Respuesta. Por la generación que me precedió. La de la República española. Mi padre y Renau son la generación más directa, pero en México había gente exiliada muy importante. Soy un privilegiado y sería un mierda si me lo guardara para mí solo. Si hubo un Siglo de Oro, luego hubo aquí una generación de platino, que es la que salió de mala manera, los expulsados por el fascismo, y la de los que sobrevivieron a las cárceles y los fusilamientos.
P. ¿Qué sensación le queda?
R. Buena, pero hay servidumbres, de las cuales yo huía como gato escaldado del agua. Interesándome sacar algún tipo de usufructo no quiero mercadear.
P. ¿A qué renunció en su día?
R. A ser pintor; me gusta pintar pero no ser pintor.
P. ¿Tan malo es el mercado?
R. Los condicionantes del mercado lo que hacen es rebajar las virtudes de una obra porque siempre se enfoca a la venta y al éxito, que son dos palabras que me provocan un rechazo. El éxito y la fama hacen a la gente estúpida y al producto estúpido.
P. Mirando desde la barrera habrá algo que no le disguste.
R. En primer lugar, ver el arte desde la barrera no es la situación del individuo que arriesga, aunque sea íntimamente.
P. Evidentemente ha sido una expresión desafortunada.
R. El que se arriesga a trabajar en serio se ha metido en la plaza y está con el toro; haya o no público, haya o no haya eco. Eso sí, viendo el panorama, sí que ves el mercado desde la barrera. Y está muy relacionado con el poder, el poder político que muchas veces es el poder económico.
P. Suena muy sibilino.
R. Por desgracia esta sociedad no le ofrece al individuo la posibilidad de poner en funcionamiento su sensibilidad para tener una opinión. En la revolucionaria Unión Soviética en un momento se dijo, esto no lo entiende el pueblo, hay que hacer un arte para el pueblo. En vez de elevar el pueblo a la categoría del arte, se redujo el arte. Curiosamente, en la antítesis, que era el nazismo, pintaban de una manera similar.
P. ¿Usted pone carga política?
R. Naturalmente, y yo lo hago a conciencia, porque además sé que es ineludible. Yo lo que exijo es la libertad de hacer lo que me dé la gana.
P. ¿No es lo que hacen todos?
R. Hay casos patéticos. Uno es el de Juan Genovés, que es mi amigo. Tuvo éxito, y fue contratado por una gran galería de Londres. En un momento dijo "ya me he cansado" y le dijeron que no, que siguiera pintando eso. Yo creo que me lo han castrado.
P. ¿Es la tónica general?
R. He visto una frivolización. Hay obras que parecen obras, están muy bien hechas.
P. Ponga ejemplos.
R. Está el caso de un amigo y colega de hace muchos años. Manolo Valdés, que está triunfando. Triunfando, en el sentido de los precios altos y vender mucho. Pero he llegado a la conclusión de que Valdés, que tiene muy buen gusto, hace objetos muy bellos que parecen cuadros. Parecen, pero no lo son. Porque hace falta, y perdón por el término, que estén los cojones metidos dentro. Me remito a Goya: si muere antes de pintar la Quinta del Sordo, Saturno devorando a sus hijos, o aquel perro extraño, y se queda en el pintor de abanicos de la pradera de San Isidro, Goya es una mierda de pintor.
P. Arte sin domesticar.
R. El cargo político tiene presupuesto, y lo tiene todo cocidito. El artista ya no muerde, y si muerde, muerde como pose, pero no arranca el cacho. Todos los niños dibujan, con mucha gracia, y con libertad. A medida que crecen van siendo domesticados.
P. ¿A usted también le pasó?
R. Yo tengo la suerte de haber vivido en una casa donde el jefe era un artista, y lo era auténticamente, mi padre. Y luego mi vínculo con Pepe Renau, que también era rebelde. Y los dos tenían la ideología muy clara.
P. El Equipo Realidad nació con ese espíritu de rebeldía.
R. Nosotros sí que intentamos suprimir la idea, muy extendida, del artista como genio individual, como genio creador...
P. No eran los únicos.
R. Nosotros fuimos un poco más fieles y un poco más suicidas que el Equipo Crónica. Cómo explicarlo sin herir. Equipo Crónica, para poder tener una voz cantante en todo este tinglado, necesitó poder. En el camino se fue dejando las vestiduras, y cuando llegó donde quería ya no era.
P. ¿Y qué fue de ustedes?
R. Nosotros tuvimos la desgracia, y la suerte a la larga, de que hacíamos una pintura inconsumible: los pobres galeristas no vendían ningún cuadro, porque eran feos, eran agresivos, eran antipáticos, eran la antítesis de lo que se supone que pide el mercado...
P. Ahora se ven mejor.
R. Lo de Crónica al final se ha quedado como una ilustración de una época determinada, pero lo nuestro resistió mucho mejor el paso del tiempo, quizá porque no fuimos ambiciosos.
P. Para ustedes todo aquello acabó con la Transición.
R. Es cuando plantean aquello del cambio o la ruptura. Pues aquello fue una pregunta para tontos y cobardes. Se votó por el cambio. Conclusión, hemos llegado a una democracia de mierda.
P. La gente joven ya no tiene miedo, no sabe de guerras.
R. El primer paso es estar indignado, el siguiente es estar cabreado, después estar encabronado... No nos gusta a nadie la violencia pero en la Revolución Francesa pasaron muchos por la guillotina. Sin sangre no se hace una revolución.
P. ¿Quién acabaría ahora en la guillotina?
R. El Club Deportivo El Mercado. Estos hermosos, inocentes, indignados ¿qué se creen? el que tiene el bocado cogido no lo va a soltar. Pregunta para los lectores: ¿para cuándo lo de los paraísos fiscales? Yo no digo que la hoguera pero la guillotina sí [se ríe].
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