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Columna
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‘Flack’ o el fin justifica los medios

La segunda temporada de la serie de Anna Paquin sigue siendo estupenda y encaja en el tipo de ficción de los últimos años con mujeres independientes

Anna Paquin (centro), en la segunda temporada de 'Flack'. En vídeo, el tráiler de la nueva entrega de la serie.
Ángel S. Harguindey

No siempre las segundas temporadas de una serie son tan buenas, o mejores, que la primera. Flack (Cosmo) cumple la excepción: la nueva entrega sigue siendo estupenda y encaja en lo que empieza a ser una norma: series de mujeres independientes, deslenguadas y en las que los personajes masculinos forman parte del paisaje.

Robyn (Anna Paquin) trabaja en una agencia de relaciones públicas que tiene como objetivo salvaguardar la imagen de los escándalos de sus clientes del mundo del espectáculo, las finanzas o la política, y lo harán con la impudicia de quienes aceptan que el fin justifica los medios. Todo vale para restituir la fama de quien paga: desde la manipulación de los medios de comunicación al abuso de la credibilidad del pueblo llano y sencillo. Gestos a la galería, ruedas de prensa amañadas, trampas a los rivales..., de la artimaña considerada como una de las bellas artes, parafraseando a Thomas de Quincey.

Las aguerridas empleadas de la agencia demuestran su capacidad para deshacer entuertos ajenos y, al mismo tiempo, su incapacidad para hacerlo con los propios. Es lo de la cuchara de palo en casa del herrero, por seguir con lo del pueblo llano y sencillo. Robyn, Caroline, la directora de la agencia, y sus compañeras Eve y Melody arrastran sus irresueltos problemas personales por las dos temporadas en cartel. En este caso las artimañas son de los guionistas, tres mujeres y dos hombres, que saben de las dificultades en el amor. En España la agencia lo tendría más difícil: recuperar la imagen de un partido político que en 2017 tenía 900 cargos imputados por corrupción, incluido el enviar a un presunto sacerdote con pistola a la casa de un extesorero encarcelado.

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