“Si el aburrimiento no causa fastidio, no cumple su función de introducir un cambio”
La filósofa Josefa Ros es una especialista en el estudio del aburrimiento, “algo que seguirá ocurriendo pero que está detrás de la evolución de la humanidad”. En ‘Luces largas’, un proyecto de Renault que retrata el recorrido y la proyección de distintos talentos, Ros expone las razones por las que aburrirse molesta para bien y cómo combatirlo
El aburrimiento siempre duele y eso resulta beneficioso porque provoca un cambio. La filósofa Josefa Ros (La Alberca, Murcia, 1987) lleva más de una década investigando por qué las personas se aburren y sus efectos, y ha concluido que es inevitable: “Nuestros ancestros ya se aburrían, lo que les empujó a explorar el horizonte, a mantener conversaciones más complejas. A introducir novedades en el presente e imaginar el futuro”. El aburrimiento se debe combatir porque causa molestia. Ros afirma que “no hay una receta para todo el mundo”, aunque se puede conseguir. Lo expone en la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, un lugar en el que, como se ve en el vídeo que abre este contenido, se encuentra muy cómoda pues disfruta tanto la investigación como la pedagogía. Ros explica también en la sierra de Guadarrama las herramientas para luchar contra algo tan cotidiano como aburrirse.
“Lo primero es conocerse a sí mismo, hacerse las preguntas adecuadas, vencer la pereza y buscar actividades que te motiven, que te llenen... Lanzarse a experimentar” para cambiar ese estado en el que la relación con el entorno ya no es satisfactoria, como se define el aburrimiento de forma técnica. “No vale con acudir a las redes sociales, ver un vídeo en internet o una serie: el bienestar no será duradero”, resume. “El aburrimiento se combate con actividades que te aporten significado. Lo contrario del aburrimiento no es el entretenimiento”, insiste esta investigadora. Y avisa: “No demonizo ni la tecnología ni la hiperestimulación de ahora”.
Su abuela le dio la clave
Ros, Premio Nacional de Investigación 2022 para Jóvenes María Moliner en el área de Humanidades, percibió que el aburrimiento no era un problema aislado cuando visitaba a su abuela en la residencia. La mayor queja de la mujer era que se aburría, lo que dio pistas a la filósofa para comprobar que aburrirse podía convertirse en una patología “cuando pasa de ser funcional, de provocar un cambio, a convertirse en disfuncional e impedir a la persona abandonar ese estado porque el entorno es limitante. Se puede traducir en una dolencia física y mental”, afirma la investigadora, que está inmersa en un trabajo de campo en 15 residencias, donde realiza entrevistas a los mayores, gracias a fondos provenientes del programa de investigación e innovación de la Unión Europea Horizonte 2020.
“Tenemos que prevenir antes de que el aburrimiento merme la calidad de vida de los mayores”, señala esta mujer, que se define como dicharachera y desvergonzada pero no especialmente sociable. “Hay que evitar el control excesivo sobre estas personas, la despersonalización, el exceso de rutinas. Que no se dé tanta prioridad a la seguridad del cuerpo en lugar de al bienestar ligado a las emociones”, apunta Ros, que señala que los mayores saben lo que les gustaría hacer, pero no siempre pueden lograrlo.
“Cuando uno se queda atrapado en el dolor constante que provoca el aburrimiento, surgen respuestas explosivas en forma de violencia, excesos, adicciones, ansiedad, depresión”, afirma Ros para explicar algunos de los comportamientos que ha observado. Al final, consiste en encontrar una motivación a todas las edades que reporte un beneficio auténtico y extendido en el tiempo. El ser humano no se aburre menos, pero sí puede aprender a aburrirse mejor, y propiciar el cambio deseado y dejar atrás esa provocadora molestia.