Un lugar donde reencontrarse con la vida
Entramos en la unidad de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Universitario Carlos III-La Paz de Madrid para conocer a los profesionales que hacen posible la recuperación plena de pacientes tras un infarto. Un espacio donde la salud transciende los fármacos y los procedimientos médicos
Tras sufrir un infarto, existe un temor derivado de la incertidumbre: cómo sobrevivir a él. Tras el paso por urgencias y un periodo de hospitalización, viene la delicada fase en la que aprender a dejar atrás el miedo a que vuelva a ocurrir. La Unidad de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Universitario Carlos III-La Paz, en Madrid, es uno de esos lugares donde reencontrarse con la vida. Aquí recalan pacientes que han sufrido –en su mayoría– infartos agudos de miocardio. Poco a poco van recuperando la vitalidad que, en algunos casos, “supera incluso a la que tenían antes del infarto”, como explica la jefa del servicio Almudena Castro.
“No quiero verle más hasta el año que viene”, le dice la doctora Castro cariñosamente a un paciente al despedirle en la puerta de su consulta. La cardióloga le sostiene por los hombros en señal de felicitación: hoy ha recibido el alta tras concluir el programa de rehabilitación de ocho semanas en el que ha aprendido hábitos de alimentación y ejercicio físico para prevenir complicaciones cardiovasculares. Un tratamiento –dirigido por un equipo multidisciplinar de cardiólogos, fisioterapeutas, enfermeras y médicos rehabilitadores– en el que destaca por encima de todo la empatía, clave para la recuperación física, mental y emocional de los pacientes.
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En 2023, y por primera vez desde que hay registro, las enfermedades cardiovasculares no fueron la principal causa de muerte en España, sino los tumores. Aun así, la cifra sigue siendo muy elevada, 115.000 fallecimientos anuales, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). “O poniéndolo en otra perspectiva, más de 300 muertes al día”, advierte Raúl Moreno, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital La Paz, compuesto por ocho unidades especializadas, entre las que se encuentra la de rehabilitación cardiaca.
Las cifras avalan a este servicio de cardiología, referente a nivel nacional e internacional. Recientemente, la revista Newsweek lo ha incluido en el puesto 13º de su distinguida lista de los mejores centros de cardiología del mundo. Moreno, que no pierde la cabeza con este tipo de anuncios, sí saca pecho por su equipo: “Se ha reconocido la calidad de los profesionales y su dedicación con el paciente”.
Estos son algunos de los profesionales que integran la Unidad de Rehabilitación Cardiaca y el Servicio de Cardiología del Hospital Universitario La Paz.
Almudena Castro
Responsable de la unidad
La medicina va más allá de un fármaco o de un procedimiento
En la rehabilitación cardiaca se presta mucha atención a la vulnerabilidad del paciente porque de ello depende su predisposición para cambiar los hábitos de vida. “Llegan después de un infarto, muy asustados, por lo que están más receptivos a las recomendaciones”, argumenta Almudena Castro (Madrid, 53 años), al frente de la unidad desde que se inauguró en 2006. La cardióloga celebra que, gracias a estos programas, “se ha conseguido rebajar la mortalidad poshospitalaria”.
La humanidad que requiere comprender y acompañar las emociones de los pacientes ha convertido a Castro en mejor persona, como ella misma apunta. Lo más gratificante de su trabajo es “la satisfacción de ver cómo los pacientes se encuentran mejor después del tratamiento”. “La medicina va más allá de un fármaco, más allá de un procedimiento”, sentencia.
La especialista cuenta con orgullo que su dedicación personal en el trabajo ha inspirado a sus tres hijos –de 23, 17 y 15 años–, quienes también han decidido (o pretenden en el futuro) estudiar Medicina. Ella no tuvo referentes médicos en su familia, pero siempre supo que se quería dedicar a ello. “Cuando me preguntaron por una segunda opción, no supe qué decir”, reconoce. Sus hijos y su marido –también médico– son su ancla, el lugar al que acudir cuando algo se tuerce en el trabajo. Su otra vía de escape es devorar libros: “Procuro leer en vacaciones cuando tengo mucho tiempo libre porque si me pongo con un libro no puedo parar hasta que me lo acabo”, se ríe. “Mi momento preferido del año es la Feria del Libro de Madrid; me compro cinco o seis para leer en verano”.
Jesús Rueda
Paciente-experto
El confiar o no en un cardiólogo es un instante, es como cuando te enamoras
Jesús Rueda (Sevilla, 75 años) es un miembro muy especial de la unidad de Rehabilitación Cardiaca. “Simplemente comparto mis propias experiencias con otros que acaban de tener problemas de corazón y que suelen estar bastante asustados”, resume Rueda sobre esta labor fundamental. La figura del paciente-experto (12 en total en esta unidad) “alivia muchos miedos y dudas”, como reconocen desde el personal médico.
Como cuenta Rueda, el infarto que sufrió hace 18 años fue una catarsis. “Antes era una persona muy reprimida, muy introvertida, estaba siempre serio. Cuando me levanté de la cama del hospital, era una persona totalmente distinta, psicológicamente era otro, mis amigos no me conocían. Me cambió totalmente el ánimo”, relata. “La obligación de cualquier enfermo de corazón es disfrutar al máximo de la vida porque hemos tenido una segunda oportunidad”, añade el sevillano.
Durante los encuentros con otros pacientes, Rueda les explica la importancia de elegir a un especialista cardiólogo “que les dé confianza” para el seguimiento de su patología. “Si no confío en el primero, pido ver a otro hasta que me convenza. El confiar o no en una persona es un instante, es como cuando te enamoras”, dice Rueda, sentado junto a Almudena Castro –su cardióloga durante los últimos 18 años– a la que consigue sacar una sonrisa con esta frase.
Henar Arranz
Fisioterapeuta
Estoy tan integrada en rehabilitación cardiaca que ni me planteo cambiar
Henar Arranz (Madrid, 48 años) es una fisioterapeuta que trabaja sin camilla. “Aquí no tocamos a los pacientes, nuestra función es eminentemente educativa”, explica. En el programa de rehabilitación cardiaca, los pacientes aprenden que no solo el ejercicio aeróbico –como andar, bailar o montar en bicicleta– es bueno, sino que, además, “hay que mimar al músculo [potenciarlo]”, asegura Arranz. El objetivo es que pierdan el miedo al esfuerzo físico, que recuperen su autonomía y, sobre todo, que mantengan los buenos hábitos adquiridos –también en nutrición– una vez reciban el alta.
Durante los entrenamientos, Arranz controla cuidadosamente que realicen bien cada movimiento que previamente les ha explicado, anima sus esfuerzos y ellos le devuelven el gesto con una sonrisa. La fisioterapeuta valora profundamente la recompensa emocional de este trabajo. “Ves el cambio en las caras de los pacientes de cuando entran a cuando salen [del programa completo]. Es brutal”, celebra.
Lleva en este puesto desde 2006 y, pese a la posibilidad de traslado a un lugar más cerca de su residencia, en Alcorcón (Madrid), no lo ha querido dejar. “Estoy tan integrada en rehabilitación cardiaca que ni me planteo cambiar”, sentencia. El trabajo es incluso una desconexión para sus preocupaciones personales. “Tuve un parto gemelar bastante complicado y me alargaron la baja. Yo estaba deseando incorporarme a mi puesto, esto es lo que me hace sentir normal”, cuenta.
Raúl Moreno
Jefe del servicio de Cardiología
Cada trabajador es, primero, una persona. Estamos alerta para prestar la ayuda necesaria
De todas las especializades médicas, la cardiología es una de las que más requieren de corazón, no solo en el sentido literal, sino que es imprescindible ponerse en la piel del paciente y ofrecerle el mejor trato. “Todo el personal es plenamente consciente de ello y trabaja para que el paciente se sienta apoyado en esa grave o delicada situación que está viviendo”, explica Raúl Moreno (Salamanca, 55 años), jefe del servicio de Cardiología del Hospital Universitario La Paz desde 2023, responsable también del cuidado de sus profesionales. “Cada trabajador es, primero, una persona. Todos tenemos problemas fuera del hospital, que pueden tener algún tipo de repercusión en lo laboral. Estamos siempre alerta para prestar la ayuda necesaria”, relata el cardiólogo.
En sus 30 años de profesión, Moreno ha aprendido que, ante episodios frustrantes por algún caso concreto que “te deja fastidiado varios días”, hace falta recuperarse rápido porque otros pacientes le necesitan. Celebra el avance de las técnicas y fármacos cardiológicos que ahora permiten salvar más vidas. “Hay patologías para las que hace 15 años el tratamiento era poco eficaz, había pocas alternativas”, señala. Moreno destaca, entre esos avances médicos, la resolución mediante técnicas invasivas no quirúrgicas. “Por ejemplo, la implantación de una válvula [como la que se ve en la tercera fotografía] cuando las arterias se endurecen y estrechan, lo que es una enfermedad coronaria”.
El futuro de la cardiología apunta hacia la sofisticación de este tipo de técnicas, como explica el experto, pero también hacia el fortalecimiento de los programas de prevención y la personalización del abordaje terapéutico. “Cada paciente es distinto y necesita un tratamiento diferente. Seguramente la inteligencia artificial nos ayudará bastante a tomar decisiones al respecto”, determina Moreno.
Sandra Rosillo
Médica de la unidad de Cuidados Cardiológicos Agudos
No entiendo la medicina sin la parte humana
La cardióloga Sandra Rosillo salva literalmente vidas in situ. A su unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario La Paz llegan pacientes que están sufriendo un grave accidente cardiaco; de las decisiones que tome Rosillo y otros profesionales de este servicio, depende su supervivencia. “Llegan tan críticos que lo que vayas a hacer solo puede mejorarles”, argumenta la especialista. Esta perspectiva sobre la medicina intensiva que implica tanta responsabilidad es lo que representa a la perfección la vocación de Rosillo, casi una década ejerciendo como cardióloga. “Ya desde mi residencia universitaria me fue difícil encontrar otra unidad de esta especialidad que me dejara esa sensación tan extraordinaria”, reconoce.
“No entiendo la medicina sin la parte humana”, sentencia Rosillo, que confiesa que uno de los momentos más duros “es dar malas noticias a las familias”. Persona de fe, como ella misma cuenta, busca refugio en su marido, sus amigos y sus propios compañeros que, a veces, “son más que eso”. “Intentamos estar pendientes, saber de la dificultad emocional que lleva la toma de decisiones y cuidarnos entre nosotros”, explica. Un vínculo forjado más allá de este hospital. “Nos hemos visto crecer personal y laboralmente, nos hemos acompañado en momentos duros y hemos compartido, y seguimos haciéndolo, viajes, planes o batallas hasta las tres de la mañana”, cuenta, emocionada.