La nueva forma de medir el compromiso social de las empresas
Ya no basta con parecerlo: hay que serlo. Una empresa involucrada realmente con la sociedad requiere de un cambio de mentalidad completo y transversal, desde sus objetivos hasta los propios trabajadores. El voluntariado corporativo es cada vez más común y una evidencia de la provechosa relación entre compañías y sociedad civil
Hace cuatro años, los directores de la Ciudad-Escuela de los Muchachos (CEMU), un hogar social para menores y centro educativo de Leganés (Madrid), se lanzaron a una aventura: acudieron a la tienda que Leroy Merlin tiene en el mismo municipio y pidieron su colaboración para reformar algunos de sus edificios. Las instalaciones, creadas hace 50 años y que acogen diariamente a 400 menores, necesitaban una mejora que desde la propia dirección del centro no podían asumir debido a su alto coste.
La aventura surtió efecto: cinco trabajadores de Leroy Merlin Leganés, entre ellos su director, Francisco Guerra, se pusieron manos a la obra y comenzaron a diseñar un plan de reforma integral y gratuita para este complejo, donde también residen permanentemente 60 niños y niñas de entre 3 y 18 años con dificultades sociales adaptativas en camino a su integración. Tres de los cuatro edificios de la CEMU cuentan ahora con instalaciones modernas, nuevo mobiliario y se han ampliado los espacios de aulas, baños, habitaciones y salas comunes.
Como explica David Alameda, director del máster en Innovación Social de la Universidad Pontificia de Salamanca, la ciudadanía demanda cada vez más que las organizaciones asuman su papel social y no solo se movilicen por su propio beneficio económico con ejemplos como este, que demuestran cómo las alianzas entre la empresa privada y la sociedad civil pueden mejorar la vida de las personas. Las compañías han recogido el guante y muchas de ellas están empezando a integrar de manera orgánica el componente social en sus negocios a través de herramientas como el voluntariado corporativo.
La labor filantrópica debe ir acompañada de un cambio profundo en las estructuras de las empresas, como apunta Alameda. El posgrado que dirige busca precisamente formar a líderes que desean transformar socialmente sus organizaciones. “Esto exige un cambio de mentalidad con respecto a la gestión empresarial y los objetivos, es decir, cómo se hacen las cosas y para qué, y en esto es muy importante empezar a pensar en la responsabilidad que tiene la empresa en la sociedad”, detalla.
El voluntariado corporativo como motor de cambio
Para este profesor, una señal de que las empresas están empezando a asumir su papel social es que las acciones solidarias que llevan a cabo ya no se formulan desde los departamentos de Marketing, sino que se crean y se coordinan desde áreas específicas como la de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) que, además, asegura que esta filosofía sea común a toda la compañía y a los servicios y productos que ofrece. De esta forma, también se puede diferenciar cuando una empresa está actuando honestamente a través de una acción social o cuando es simplemente un lavado de cara.
En este sentido, el voluntariado corporativo se ha convertido en una de las herramientas más efectivas para las empresas que quieren integrar la acción social en sus estructuras. Según el informe Radiografía del voluntariado corporativo en España 2020 –elaborado por la plataforma Voluntare–, nueve de cada diez empresas ofrecen a sus empleados una vía para participar en actividades solidarias. “El voluntariado permite observar directamente el impacto positivo que se genera, y los empleados entienden mejor el propósito de la compañía”, apunta el director de la tienda de Leroy Merlin de Leganés, Francisco Guerra. En ella, casi el 50% de sus empleados han participado en proyectos que la empresa desarrolla en el ámbito local con diferentes asociaciones.
El voluntariado corporativo se establece en función de la naturaleza de la organización. Por ello, las acciones sociales que desarrolla Leroy Merlin tienen que ver principalmente con el hogar y, en concreto, con la rehabilitación de espacios donde residen y pernoctan colectivos vulnerables como menores de edad, ancianos o personas con diversidad funcional e intelectual en riesgo de exclusión. Como explican desde el Departamento de Acción Social de la empresa, desde que iniciaron esta labor filantrópica hace 10 años, se han destinado cuatro millones de euros para más de 300 proyectos de acondicionamiento de viviendas y otros espacios en toda España, que han beneficiado a 13.400 personas.
Una de las beneficiarias de estos programas de rehabilitación de viviendas es Fundación Tengo Hogar y las familias en situación de vulnerabilidad a las que ayudan a recuperar su autonomía laboral, económica y social. Como reivindica su directora adjunta, Esther Macías, “la vivienda es uno de los pilares de nuestra vida, un bien de primera necesidad cuyo confort debería estar garantizado”. Pero la realidad es muy distinta para muchas familias, como comprueban a diario desde la fundación. “En el mejor de los casos disponen de una, pero las condiciones suelen ser insalubres e incluso peligrosas, con instalaciones eléctricas y de gas en mal estado”, cuenta Macías, que añade que la pandemia ha empeorado la situación de muchas familias.
En muchos casos, las entidades del tercer sector como Fundación Tengo Hogar no tienen el músculo económico y logístico suficiente para cubrir las necesidades de las personas a las que atienden. Por ello, la ayuda prestada por las empresas privadas es crucial, como explica Macías. En España, según el informe de Voluntare, el voluntariado corporativo se centra principalmente en causas sociales.
La movilización de pequeñas empresas y ciudadanos
La acción social no solo procede de grandes corporaciones. También existen ejemplos de pequeñas y medianas empresas que, con pocos recursos, prestan una ayuda social. Es el caso de Casa Carmela, un restaurante ubicado en el barrio madrileño de San Blas que ha estado a punto de echar el cierre hasta en tres ocasiones y que, pese a todo, se ha convertido en un centro de formación de hostelería para jóvenes en riesgo de exclusión social.
Durante un mes, los alumnos y alumnas reciben un curso intensivo que les capacita para trabajar de camareros de mesa y barra. De los 60 que ya han pasado por esta formación desde que arrancara el proyecto en enero de este año, nueve ya tienen trabajo fijo, como cuenta Jaime Rincón, propietario del bar. Además, los chavales no son los únicos beneficiarios de esta acción social. “Los dos profesores que tenemos eran profesionales de la hostelería en el paro que hemos contratado expresamente para estas formaciones”, añade.
Para Rincón, no es solo importante la capacitación que reciben estos jóvenes, sino la oportunidad y el respaldo social que se les proporciona. “No pretendemos competir con las escuelas de hostelería, pero en la situación tan complicada que se encuentran estas personas, no podrían acceder a una preparación así si no fuera por esta vía”, aclara el propietario de Casa Carmela, que cree que los restaurantes pueden ser algo más que un lugar de ocio, “podemos transformar las vidas de muchas personas”.
Y es que el restaurante madrileño aún hace otra acción social. Desde mayo de 2020, Casa Carmela ofrece menús solidarios que son entregados a familias en situación de extrema vulnerabilidad. Comida para Todos, como se bautizó a este proyecto, lleva repartidos más de 36.000 menús hasta la fecha. “Como explica Rincón, esto no sería posible sin las donaciones económicas de otras empresas y asociaciones del barrio o la participación de muchos voluntarios que acuden todos los días al restaurante para ayudar preparar los menús y llevárselos a las a las familias. “Esto solo demuestra que cuando caminamos juntos, es mucho más fácil avanzar”, concluye Rincón.