La pobreza y la exclusión social golpean más a las mujeres: 6,6 millones siguen en riesgo
La recuperación económica no reduce la brecha de género. En la última década, los hombres han mejorado un 30% más que ellas
Carmen tiene trabajo, pero no es capaz de llegar “ni a mitad de mes, ni siquiera con empleos extra”. “Mi situación es como la de muchas mujeres, madre soltera y con dos hijos”, resume, “todo está mal pagado y no puedes conciliar”. Ella, que usa un nombre ficticio, es limpiadora e ingresa mil euros al mes. Vive en Madrid, con la madre de su exmarido, porque no podía permitirse una vivienda. “Un uniforme de mis hijos son 70 euros, súmale comida, zapatillas, ropa, que te salgan dos excursiones de los niños… entonces se te ha cruzado el mes”. Lidia con el estrés de estrujar cada euro. En España, 6,6 millones de mujeres viven en riesgo de pobreza o exclusión social, un 26,8% de la población femenina del país (frente al 24,8% de hombres, 5,9 millones). La vulnerabilidad las golpea mucho más a ellas. Y, aunque España atraviesa un periodo de recuperación económica, los datos mejoran antes para los hombres, según un estudio presentado este viernes por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN).
La brecha es estructural, provocada por peores empleos y más bajos salarios, menor protección social y algo repetido hasta la saciedad por expertos y las propias familias: son las mujeres las que cuidan. Patricia Durán, representante de la Comisión Permanente de EAPN España, destaca que ellas arrastran trayectorias marcadas por interrupciones laborales, por la parcialidad y por los cuidados no remunerados, “lo que las deja sistemáticamente en desventaja”.
Así que el problema viene de lejos. Si bien en la última década tanto mujeres como hombres han reducido su tasa de riesgo de pobreza o exclusión social (un indicador que se compone de tres dimensiones: bajo nivel de ingresos, privación material y social severa y baja intensidad laboral en el hogar), ellos lo han hecho un 30% más que ellas. La tasa femenina ha caído en 3,8 puntos entre 2014 y 2024 (del 30,6% al 26,8%), la masculina lo ha hecho en cinco puntos (del 29,8% al 24,8%).
En 2015, después de la Gran Recesión, las cifras para mujeres y hombres se asemejaban mucho, pero lo hacían porque en momentos de crisis la situación de los hombres empeora. Así pues, la recuperación económica no reduce la brecha de género, según destaca EAPN. Durán remarca que las cifras de la población femenina no son aún peores gracias al sistema de protección social que sostiene a las mujeres mayores, pero ese colchón no existe para las jóvenes, entre quienes “están creciendo los riesgos de pobreza”.
Carmen, de 42 años, tiene al fin un contrato indefinido, algo que soñó durante mucho tiempo. Pero ni con esas. Cuenta que sus hijos, de ocho y 12 años, no son de mucho pedir, no quieren grandes marcas, son felices jugando al aire libre. Pero saben que hay cosas que muchas veces no pueden hacer. “Ir al cine y luego comernos una hamburguesa puede salirnos por 90 o 100 euros”, relata. Ella tiene una enfermedad crónica, y según apunta, puede pagar “unos 500 euros al mes, entre cremas, pastillas y lo que vaya necesitando”. Lo que agrava aún más la situación. “He pedido 50.000 ayudas, pero no me las dan, de comedor tengo 20 días para niño por año, porque como tengo una nómina de trabajo…”. Así que vive con “un nivel extremo de estrés”. Cruzando dedos para que no llegue ningún gasto imprevisto.
Su familia acude a la Fundación Balia, que da soporte a 3.200 menores en situación de vulnerabilidad en Sevilla, Guadalajara y en la Comunidad de Madrid. Julia Fernández, educadora social, explica que unas 90 familias, la gran mayoría encabezada por mujeres, participan en el programa Crecer Felices, donde intentan “crear una tribu de apoyo”. “Que se den cuenta de que no están solas, de que lo que les pasa a una, les pasa a otras”. “Aquí en España la pobreza es invisible”, dice. “No vemos a niños pidiendo en la calle con sus mamás. Pero ellas no pueden poner la calefacción. A la ropa del mayor le arreglan el bajo para el siguiente, se han ido a las seis de la mañana a una organización que les dé una cesta de la compra y han cargado con ella todo el día”, prosigue. Cuenta que muchas tienen que renunciar a trabajos para poder atender a los niños, o aceptar contratos peores. “En las entrevistas les preguntan si tienen hijos”, se queja. Advierte de que la pobreza se hereda y de que, con las condiciones actuales, salir de este círculo es muy difícil.
Las conclusiones de Fernández coinciden con las de EAPN. El mercado laboral continúa siendo un motor central de estas desigualdades, especialmente por la alta presencia de jornadas parciales involuntarias que recaen sobre las mujeres. Según el informe, tres de cada cuatro personas con empleo a tiempo parcial son mujeres. Su tasa de parcialidad alcanza el 21,4%, frente al 6,8% de los hombres. Cuando en el hogar hay niños o adolescentes, la cifra aumenta hasta el 23,6%, mientras que en los hombres apenas llega al 5,9%. El principal motivo, tanto para ellos como para ellas, es no haber podido encontrar un empleo a jornada completa. Pero a partir de ahí se ven grandes diferencias: si bien ellos argumentan motivos como mejorar los estudios, ellas lo atribuyen al cuidado de menores o mayores a cargo.
Estas brechas en participación y tiempo de trabajo se convierten después en desigualdad salarial, concluye EAPN, que en su informe ha analizado datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, de la Encuesta de Población Activa, la Encuesta de Estructura Salarial y las estadísticas de pensiones del INSS. En todos los componentes analizados, la situación de las mujeres es más desfavorable. En 2023, los hombres ganaron un salario bruto medio mensual de 2.468 euros, y las mujeres, de 2.063. Una diferencia del 16,4%, equivalente a 405 euros al mes.
EAPN recalca, además, que la vulnerabilidad es más profunda en los hogares monoparentales. Según el estudio, la mitad están en riesgo de pobreza o exclusión social. Una tendencia que se replica entre las mujeres migrantes, entre quienes la tasa se eleva al 55,5%.
M. tiene 26 años y procede de Guinea Conakry. Llegó aquí en 2018, con un visado de estudios, conoció a su marido, se casó. Estaba preparándose para el bachillerato cuando se quedó embarazada y tuvo que dejar de estudiar. Ahora vive en una casa para mujeres víctimas de violencia machista junto a sus hijos pequeños, de dos y cinco años (tuvo que dejar dos hijos atrás antes de emigrar a España). Por eso figura solo con una inicial. La principal fuente de ingresos era el sueldo de su marido, y la ayuda familiar que recibían (que ahora ha cortado, como la relación con ellos, tras un caso de abusos). Así que ingresa apenas unos 400 euros al mes, de su trabajo como limpiadora, y a eso suma la ayuda de Cruz Roja, “con alimentos y tarjetas monedero”, donde trabaja como voluntaria. Aunque dice que sus hijos no se percatan de la situación económica. “Hago todo lo que puedo para que no se den cuenta. Al final, no tienen la culpa y no deberían vivir esto”.
Su caso es durísimo. Escapó del maltrato hace ya más de un año. “Cuando sales de las manos de tu agresor, estás desorientada, no sabes qué hacer y no sabes con quién te vas a encontrar fuera”. Pero ella ve el futuro con optimismo. “Estamos en un hogar seguro y estoy libre, que es lo más importante”. Percibió una ayuda de 570 euros al mes como víctima de violencia machista. “Debería prolongarla”, afirma, pero reconoce que prefiere buscar trabajo.
Carmela del Moral, responsable de políticas de infancia en Save the Children, alerta de que en España el sistema de prestaciones está muy ligado a la actividad laboral. “El colectivo de mujeres migrantes es especialmente vulnerable, porque además se cruzan niveles como la dificultad de homologar estudios”. Por ello, las organizaciones sociales llevan años pidiendo, entre otras medidas, una prestación universal por crianza, como la que existe en la mayoría de países de la Unión Europea.
Pero EAPN no solo se centra en el colectivo de mujeres con hijos. La desigualdad entre mujeres y hombres mayores de 65 años es palmaria: el riesgo de pobreza es del 18,9% para ellas, del 14,4% para ellos. Una diferencia que refleja carreras laborales marcadas por trabajos a tiempo parcial, interrupciones y años dedicados a cuidados no remunerados. En las pensiones contributivas, la brecha es la mayor de la serie histórica: los hombres reciben una media de 1.510 euros al mes y las mujeres, 1.026. Son 484 euros menos.
Ruth Caravantes Vidriales, responsable de Investigación e Incidencia Política de EAPN, subraya que es crucial que las estadísticas registren no solo los indicadores económicos de las familias, sino también la autonomía material de hombres y mujeres “dentro de los hogares”. Esto implica tener en cuenta la disponibilidad de tiempo, la capacidad de gasto, la carga de cuidados no remunerados y el peso de las redes de apoyo a lo largo de sus vidas, porque “la pobreza es multidimensional”. Para evitar la perpetuación de estas desigualdades, esta experta sostiene que es necesario diseñar “un sistema público de cuidados”.