El ictus provocará casi 10 millones de muertes al año en 2050, la mayoría en países pobres

El envejecimiento de la población y los hábitos de vida poco saludables entre los jóvenes son las principales causas del incremento de accidentes cerebrovasculares

Un grupo de médicos hace un escáner para determinar el alcance de la lesión cerebral de un paciente después de un ictus.Luis Sevillano Arribas

El ictus es la causa de muerte más común en España entre las mujeres, y la segunda más habitual entre los hombres. Llega súbitamente, sin avisar, y el tiempo que se tarda en actuar es fundamental para minimizar sus consecuencias. La incidencia de estos derrames cerebrales se ha duplicado en los últimos 30 años y está destinada a crecer aún más: para 2050 casi 10 millones de personas morirán a causa de u...

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El ictus es la causa de muerte más común en España entre las mujeres, y la segunda más habitual entre los hombres. Llega súbitamente, sin avisar, y el tiempo que se tarda en actuar es fundamental para minimizar sus consecuencias. La incidencia de estos derrames cerebrales se ha duplicado en los últimos 30 años y está destinada a crecer aún más: para 2050 casi 10 millones de personas morirán a causa de un ictus a nivel mundial, según un estudio publicado en la revista The Lancet Neurology.

“La incidencia de accidentes cerebrovasculares está aumentando debido a diversos factores, como por ejemplo el envejecimiento de la población a nivel mundial, el aumento de casos de hipertensión, diabetes u obesidad”, explica el doctor Jeyaraj Pandian, presidente de la Organización Mundial del Ictus (WSO, por sus siglas en inglés) que ha participado en la redacción del informe. Además de analizar las causas de este incremento en diferentes contextos sociales, los expertos ofrecen estrategias para mitigar la incidencia de esta enfermedad, que puede disminuir exponencialmente gracias a la prevención. “A través de la educación y el acceso oportuno a tratamientos efectivos es posible hacer frente a los desafíos emergentes asociados con la salud de nuestro sistema nervioso”, asegura Pandian. “El problema es que no en todo el mundo estas precauciones tendrán el mismo efecto”.

Aunque la incidencia está destinada a aumentar a nivel global, también lo está la brecha entre países con más o menos recursos. Se estima que las muertes en los países de ingresos bajos y medios crecerán de 5,7 millones en 2020 a 8,8 millones en 2050, mientras que en los países de ingresos altos —como es el caso de España— se espera que permanezcan prácticamente sin cambios (representarán solamente el 9% de las muertes globales, en contraste con el 91% de los países más pobres).

“En estos países, los sistemas de salud enfrentan a menudo desafíos significativos, como la falta de recursos para acceder a la atención médica de calidad, tanto en la fase de prevención cuanto en la fase aguda”, afirma Pandian. El investigador explica que a estas dificultes se suman otras infecciones cerebrales que pueden conducir a un ictus, como el sida, el dengue, o la tuberculosis, que son más comunes en países de ingresos bajos y medios.

Según el estudio, los países del sudeste asiático registraron la mayor proporción de muertes por ictus a nivel mundial en 2020 (61%, alrededor de 4,1 millones de muertes), y se pronostica que esta cifra aumentará hasta el 69% para 2050. “Sin una acción urgente, las muertes por accidente cerebrovascular en el sudeste asiático, Asia oriental y Oceanía podrían aumentar en casi 2 millones, pasando de 3,1 millones en 2020 a potencialmente 4,9 millones en 2050″, subraya Pandian.

Factores de riesgo

Aunque de forma más mitigada, también en Europa se producirá un aumento del 34% en el número de ictus, y un incremento de un 45% de muertes, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). En España, donde una de cada cuatro personas está destinada a sufrir un ictus a lo largo de su vida, al menos 17.000 pacientes mueren al año, mientras en torno a 30.000 queda en situación de dependencia funcional. “Está claro que en España estamos en una situación privilegiada con respecto a los países con menos recursos que se analizan en el estudio”, reconoce la doctora Mar Freijo, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN. “Tenemos una estrategia nacional y otros planes de actuación que funcionan, aunque claramente puede haber espacio de mejora, sobre todo en materia de concienciación y de educación”, añade.

Controlar los factores de riesgo es la forma más eficaz de prevenir la mortalidad por ictus. Las amenazas más importantes son la hipertensión —el número de personas entre los 30 y los 79 años que la sufre se ha duplicado en los últimos 30 años—, diabetes, los niveles de colesterol alto, la obesidad, una dieta poco saludable, el estilo de vida sedentario y el tabaquismo, aunque Freijo insiste en que el factor de riesgo más importante sigue siendo la edad: “No hay que olvidar que el 60% de los casos ocurren en personas mayores de 70 años, y solamente el 16% en personas menores de 50″.

Sin embargo, el estudio de The Lancet muestra que mientras la tasa global de mortalidad entre las personas mayores de 60 años disminuirá en un 36%, entre aquellos menores de 60 años se prevé que disminuirá en menos del 25%. La causa de esta menor reducción entre las personas más jóvenes podría estar relacionada con los niveles crecientes de diabetes y obesidad en este grupo de edad. “La gente joven piensa que esto es algo que le afecta solo a los mayores, y por esto tienen hábitos de vida menos saludables y se cuidan menos. Básicamente, se debe a que no se tratan los factores de riesgo, aunque la edad sigue siendo el más importante de todos”, detalla el doctor Joan Martí-Fàbregas, director de la unidad de ictus del Hospital Sant Pau de Barcelona.

Cuatro fases para prevenir y actuar

Además de ofrecer un estudio cuantitativo de sobre la incidencia de ictus y el coste que este tiene para la sanidad, el informe hace hincapié en la necesidad de incrementar los recursos en los cuatro momentos terapéuticos que caracterizan esta enfermedad: la prevención primaria, la fase aguda —que se da en hospital, cuando el paciente ha sufrido un ictus— la prevención secundaria, destinada a quién ya ha tenido uno, y la rehabilitación, fundamental para limitar las secuelas.

La doctora Elena López-Cancio trabaja en la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Central de Asturias, y reconoce que España tiene un sistema muy desarrollado a la hora de tratar la fase aguda. “El número de unidades de ictus ha ido creciendo con los años y el sistema de salud pública que tenemos permite que el ictus sea mortal en una medida muy inferior respecto a otros países que se analizan en el estudio”, asegura. Aún sí, reconoce la necesidad de mejorar en materia de prevención. “Falta educar a la población, que en muchos casos desconoce las medidas que tiene que aplicar para tener un estilo de vida saludable”, explica. “Pero también es necesario aumentar los recursos económicos para garantizar la rehabilitación en los hospitales públicos, ya que en algunos casos los pacientes se ven obligados a recurrir a centros privados”.

Cómo reconocer los síntomas de un ictus

Hay varios síntomas que indican que una persona podría estar teniendo un ictus, y todos aparecen de forma súbita. Reconocerlos es fundamental para perder la menor cantidad de tiempo posible y minimizar las secuelas una vez que se supere la fase aguda. “Actuar de forma rápida es esencial a la hora de tratar un ictus, por esto nos quedamos con el método FAST [rápido, en inglés], que nos recuerda que el tiempo es esencial”, explica el doctor Martí-Fàbregas. 

  • F (face, cara en inglés): hacer sonreír al afectado para ver si desvía la boca hacia un lado, lo que indicaría que está perdiendo tono muscular;
  • A (arms, brazos): pedirle que levante cada extremidad de forma conjunta o independiente, ya que una persona que está teniendo un ictus puede tener un lado del cuerpo bloqueado;
  • S (speech, habla): el ictus puede provocar un trastorno del lenguaje, que se manifiesta en la incapacidad de hablar de forma coherente o de entender lo que dicen los demás;
  • T (time, tiempo), actuar sin perder tiempo. 

Aunque pueda parecer contraintuitivo, una vez que se haya detectado cualquier de estas anomalías no hay que precipitarse a un hospital, ya que no todas las estructuras están equipadas para tratar esta enfermedad. “Lo que hay que hacer es llamar al 112, describir los síntomas y esperar a que manden una ambulancia que nos dirigirá al centro con una unidad de ictus. Ir a ciegas a un hospital que no tiene los recursos necesarios solo nos hará perder tiempo”, insiste el doctor. 

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