Cómo empezar a hacer ejercicio en septiembre y no dejarlo

El reto es conseguir disfrutar del ejercicio, que forme parte de un hábito diario y, para que esto ocurra, hay que empezar por analizar los principales motivos de abandono

Un grupo de gente se ejercita en un gimnasio en Eibar (Gipuzkoa).Westend61 (Getty Images/Westend61)

“El caso es que me gustaría estar en forma, sí. Pero cada vez que intento hacerlo algo se tuerce y me lo impide. Para mayor claridad: cada vez que intento ponerme en forma me lesiono”, reconoce la escritora estadounidense Nora Ephron en su libro No me gusta mi cuello: y otras reflexiones sobre el hecho de ser mujer. Hay una comedia clásica, llena de enredos, que recuerda a esta época del año: Cuando llegue septiembre (1961). La trama sucede en la Riviera Italiana donde Robert (...

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“El caso es que me gustaría estar en forma, sí. Pero cada vez que intento hacerlo algo se tuerce y me lo impide. Para mayor claridad: cada vez que intento ponerme en forma me lesiono”, reconoce la escritora estadounidense Nora Ephron en su libro No me gusta mi cuello: y otras reflexiones sobre el hecho de ser mujer. Hay una comedia clásica, llena de enredos, que recuerda a esta época del año: Cuando llegue septiembre (1961). La trama sucede en la Riviera Italiana donde Robert (Rock Hudson), un empresario neoyorkino, acude al gimnasio únicamente en septiembre. Allí se encuentra con Lisa (Gina Lollobrigida), con la que mantiene una relación y se encuentran únicamente un mes al año. A muchos, con el gimnasio, les ocurre lo mismo: solo se ven en septiembre.

Parece ser que, con el comienzo de curso, llega el momento de hacer un esfuerzo, probar, agolparse en la recepción de los centros deportivos, buscar información en internet, apuntarse a clases, arrancar planes y contratar servicios para mejorar la forma física, pero una gran parte de los usuarios que empiezan no llegan al siguiente junio. Recuerde lo siguiente: para el gimnasio, el mejor cliente es el que paga y no va. Por eso sería importante gestionar sus impulsos de cambio para que esto no suceda.

Cuando llega septiembre puede que piense en propósitos y se repita las siguientes frases: “Empiezo ya a entrenar” o “de hoy no pasa”. Pero frente a este arranque, un contrapunto: “No disfruto del ejercicio”, “conozco de sobra todo lo que me puede aportar el deporte, pero lo odio”, “no tengo tiempo” o, como en el caso de la escritora Nora Ephron, “paso tiempo poniéndome en forma, hasta que me lesiono”. Esta es la realidad y ponerse de espaldas a ella sería narrar un relato de fantasía.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) aproximadamente un 60% de la población a nivel mundial no realiza suficiente actividad física, lo que puede originar graves consecuencias para la salud. Cada año, podrían evitarse entre cuatro y cinco millones de muertes si todas las personas se mantuvieran más activas. No existe una definición estricta de lo que constituye un estilo de vida sedentario, pero los investigadores tienen algunas métricas para medirlo. Según muestran los estudios, pasar de cuatro a seis horas sentado o acostado (despierto) se consideraría sedentario. Si es su caso, el reto sería conseguir disfrutar del ejercicio, que forme parte de un hábito diario y, para que esto ocurra, se puede empezar por analizar los principales motivos de abandono:

  1. Se opta por actividades inadecuadas para sedentarios. Alguien que empieza a entrenar sin la individualización ni la planificación adecuada acabará probablemente agotado, dolorido o lesionado. ¿Cómo le van a quedar ganas de continuar?
  2. Las falsas expectativas. Lo que imaginan muchas personas no corresponde con los resultados. Hay quien piensa que entrenará y conseguirá alcanzar un determinado estado de forma. Al no lograrlo, se frustra y abandona. Las fotos de antes y después no suelen ser un buen referente, aunque se usen muchas veces como reclamo para conseguir clientes. Cada usuario es diferente y, en función de sus características y condicionantes, obtendrá unos resultados u otros.
  3. La peligrosa búsqueda de atajos. Los métodos “milagro”, aquellos que prometen resultados rápidos con poco esfuerzo, proliferan como setas en otoño. En el entrenamiento no hay métodos con nombre propio, solo ciencia; para aplicar cargas de forma correcta, obtener resultados y que el organismo genere adaptaciones (por ejemplo, mejorar la fuerza, resistencia o composición corporal) necesita tiempo.

Elegir un entrenador personal

“Hasta ahora, en el capítulo de lesiones, he conseguido lo siguiente: un tirón en las lumbares por hacer sentadillas; una dislocación de la cadera derecha por correr en la cinta; una periostitis tibial por salir a correr”, describe Ephron en su libro. ¿Por qué pudo sucederle esto cuando empezó a entrenar?

Si quiere solucionar un problema estomacal, acude a un médico especialista en aparato digestivo; si desea aprender a comer de una manera más saludable, pedirá cita con un dietista nutricionista. La pregunta es, ¿y si pretende comenzar a hacer ejercicio físico? Pida asesoramiento a un profesional de la materia. Un vídeo de Instagram o YouTube es incapaz de evaluar su salud articular de forma pormenorizada, analizar su historial de salud y adaptar su entrenamiento a sus circunstancias vitales (y no al revés).

Los estudios admiten que el entrenamiento personal individual sería un método eficaz para cambiar las actitudes y, por lo tanto, aumentar la cantidad de actividad física. Imagine que quiere comprarse un traje: Adquiere uno en una gran superficie y otro se lo confeccionan a medida. ¿Cuál le quedará mejor? El entrenamiento personal representaría ese traje a medida. El mejor ejercicio es el que se hace, para hacerlo bien y mantenerlo más allá de septiembre podría contar con ayuda profesional. Podría fijarse en algunos aspectos como, por ejemplo, que un entrenador personal debe estar habilitado por ley y, a ser posible, colegiado. Cada comunidad autónoma tiene su propia regulación, pero en todos los casos hace falta tener una titulación oficial, y prácticamente en todas las autonomías dicha titulación es la de Grado en Ciencias del Deporte, sin perjuicio de los plazos y moratorias que dichas normas establecen para los procesos de acreditación de competencias a través de la experiencia profesional.

De hecho, la figura del entrenador personal se conceptualiza en dichas normas autonómicas como una especialidad de la figura profesional del preparador físico, con su doble orientación hacia la salud/recreación o hacia el rendimiento deportivo.

Por su salud y seguridad, debe tener al día su seguro de responsabilidad civil y su capacitación profesional. Si un entrenador personal no cumple los requisitos legales de su comunidad autónoma para el ejercicio de la profesión, en caso de accidente, el seguro de responsabilidad civil podría desentenderse. Entrenar a una persona requiere conocimientos en fisiología, biomecánica, metodología del entrenamiento. No todo vale. Si tiene alguna patología, intente recurrir a un profesional especializado en la misma. En caso de duda, asesórese con su colegio profesional.

  1. Observe su formación, cómo trabaja y sus fuentes de información. Fíjese en cómo trata a sus clientes. Visite su instalación y preste atención a su sala. Su mesa de trabajo puede decirle mucho: ¿Qué está leyendo o estudiando? ¿Qué libros tiene? ¿Está ordenada y limpia? Todo eso puede ayudarle en su elección.
  2. Las redes sociales son sólo la punta del iceberg. Un perfil llamativo de Instagram no deja de ser un mero escaparate. Busque su número de colegiado, la titulación y su currículum. Presencial u online, realice una entrevista con el profesional y observe cómo se desenvuelve en la cercanía. Busque personas que le inspiren (más que influencers) o empresas profesionales – con una buena reputación-, no personajes.
  3. Cuidado con los servicios gratuitos Todo trabajo debería ser remunerado. Si ofrece un servicio gratis, el producto es usted.
  4. El entrenador personal debería ser un compañero de viaje, no un ser superior al que debería imitar. Un profesional que le cuide en cada una de sus etapas vitales, sin culpabilizarle, ni juzgarle. La vida de las personas no es plana. Adaptará el ejercicio a usted y no al revés, con lo que será capaz de mantenerlo, se encuentre en la cresta de la ola o a ras de subsuelo, mediante expectativas sanas: flexibles, realistas, sin un calendario, ni fotos comparativas.
  5. Efecto red. El trabajo en equipo es fundamental. Preste atención a la red de profesionales que le rodean y a los que podrá derivarle: cardiólogos, fisioterapeutas, endocrinos, nutricionistas, psicólogos… Desconfíe de aquellos que saben y abarcan todas las disciplinas.

“Ahora he vuelto a hacer ejercicio. Tengo un entrenador. Tengo mi cinta para correr. Tengo una tele encima de la cinta. Hago ejercicio casi cuatro horas a la semana”, sigue la autora Nora Ephron en su obra No me gusta mi cuello. Si conoce los beneficios para la salud que comporta la actividad física (cardiovascular, composición corporal, fuerza, autonomía, prevención de diferentes tipos de cáncer, diabetes, patologías mentales…) y le gustaría obtenerlos; dele la oportunidad, cuente con un profesional de la actividad física. Juntos encontrarán la forma de que no le suceda como en la película de Hudson y solo visite el gimnasio cuando llegue septiembre.

De la teoría a la práctica

  1. Apueste por la seguridad y evite lesiones. Antes que adquirir el último modelo de ropa deportiva, realice un reconocimiento de aptitud realizado por un médico en un entorno clínico (no en un gimnasio). Este debería ser el primer paso antes de practicar cualquier actividad física.
  2. Una persona, un contexto, un entrenamiento. Sin valoración, no hay prescripción. Hacer deporte para alguien que empieza puede parecerle un mundo. No es sencillo, cada individuo tiene necesidades diferentes: patologías, preferencias (hay gente que el hecho de moverse no le resulta interesante). Evite compararse con nadie. Previa a la prescripción de ejercicio, debería realizarse una valoración de manera objetiva (mediante test) sobre el estado de su salud articular, sus hábitos, preferencias, contexto y necesidades para poder diseñar un programa sostenible en el tiempo.
  3. Priorícese y ponga orden en su agenda. Busque un hueco para su autocuidado. Si no encuentra espacio para la salud, lo tendrá para la enfermedad.
  4. En casa, al aire libre o en una instalación deportiva. Encuentre su sitio. ¿Dónde podrá entrenar mejor? ¿Qué le resulta más cómodo? Si decide entrenar en su domicilio, pida asesoramiento sobre qué material necesita y busque un “rincón saludable” para guardarlo. Estamos acostumbrados a tener un espacio en nuestro hogar para los libros, la ropa, los enseres de la cocina… ¿Por qué no destinar un sitio para guardar su equipamiento para hacer ejercicio?
  5. Mejor acompañado. Invierta en su salud, pida asesoramiento profesional. Logrará eficiencia, efectividad y sostenibilidad en su entrenamiento. Comenzará un proceso educativo, aprenderá cómo cuidarse, disfrutará de moverse más y mejor. Adquirirá criterio.

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