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Otro aguirrista caído en desgracia

Francisco Granados lo fue casi todo en el PP de Madrid

C. E. C.
Granados, a la derecha, felicita a Ignacio González tras ser nombrado presidente de la Comunidad en septiembre de 2012.
Granados, a la derecha, felicita a Ignacio González tras ser nombrado presidente de la Comunidad en septiembre de 2012.Luis Sevillano

Francisco Granados lo fue casi todo en el PP de Madrid y en la cúpula de Esperanza Aguirre. En algún momento llegó incluso a aspirar a la sucesión de la expresidenta. Pero, al final, su batalla larvada con Ignacio González, el otro gran hombre del poder aguirrista, se convirtió en un auténtico pulso público que Granados perdió estrepitosamente. Aguirre tuvo que elegir entre los dos y optó por González, con el que mantenía una colaboración estrecha desde hacía casi 20 años.

La caída en desgracia de Granados después de aquella batalla fue absoluta, y solo recibió como premio de consolación su elección como senador por designación autonómica. El exalcalde de Valdemoro, exconsejero de Justicia y exvicepresidente, que no cayó cuando se vio implicado en el escándalo del espionaje a dirigentes del PP porque tenía el apoyo de Aguirre, fue apartado años después por algo mucho más sencillo: decirle no a su jefa.

Poco después de ganar las elecciones de 2011, de nuevo con mayoría absoluta, Aguirre propuso a Granados dejar el Gobierno y convertirse en portavoz parlamentario del PP en la Asamblea de Madrid. Él lo entendió como una humillación, ya que perdía todo el poder. Y no aceptó el puesto. Se produjo ahí una ruptura definitiva, porque Aguirre no es una política de las que aceptan un no. Poco a poco fue aislando a Granados hasta quitarle también la secretaría general del PP madrileño, para poner a Ignacio González. Una nueva humillación y una demostración de que la guerra era total.

Granados, que hasta poco antes hacía y deshacía a su antojo en el PP madrileño y controlaba a los alcaldes —fue el encargado en 2009 de forzar las dimisiones de los primeros ediles de Pozuelo, Boadilla o Arganda implicados en el caso Gürtel—, se quedó prácticamente sin nada. Y se refugió en el Senado, ya sin poder. Aún así siguió recorriendo las tertulias como portavoz oficioso del PP, enviado por la dirección nacional. Hasta ahora.

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