Cuando los planes de vacunación son el reflejo de la desigualdad en América Latina y el Caribe
El monitoreo en tiempo real también sirve para diseñar acciones correctivas que identifiquen las brechas de género, etnia, edad y nivel de educación
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A diario, nuestro sentido de justicia se pone a prueba ante historias de personas que hacen lo inimaginable por avanzar en la fila hacia la vacunación contra la covid-19. Si bien son inquietantes las historias de jóvenes que se disfrazan de octogenarios o de personas que tergiversan las condiciones de comorbilidad, también debemos centrarnos en el panorama general de la equidad en la distribución de vacunas.
Poner la lupa en la equidad es clave para América Latina y el Caribe, una región donde la pandemia también ha concentrado los efectos adversos en los más marginados, exacerbando aún más las disparidades ya existentes. Las mujeres en el sector informal se vieron desproporcionalmente afectadas por la pérdida de empleo. Las tasas más altas de morbilidad y mortalidad por covid-19 que enfrentan las poblaciones afrodescendientes, las personas con discapacidad y los pueblos indígenas en la región reflejan condiciones estructurales de pobreza.
En Colombia, las tasas de letalidad por caso son más altas para afrocolombianos e indígenas colombianos (3,24% y 3,19%, respectivamente) en comparación con la tasa general de letalidad por caso de 2,54%. En Brasil, la tasa de mortalidad de pacientes hospitalizados con covid-19 es más alta para afrobrasileños que para la población blanca (33,7% vs. 30,3%).
En Colombia, las tasas de letalidad son más altas para afrocolombianos e indígenas (3,24% y 3,19%) que la general, de 2,54%
A medida que se implementan los planes de vacunación es fundamental asegurar que condiciones como la raza o la discapacidad no sean un obstáculo para la inmunización. Considerando el incendio que es la desigualdad en la región, es importante mostrar el progreso en tiempo real, demostrando la cobertura por raza, etnicidad, residencia geográfica, edad, género y nivel de educación. El monitoreo en tiempo real no solo sirve para demostrar el alcance de los esfuerzos por desplegar las vacunas y sofocar rumores que pueden afectar la aceptación general de la vacuna, sino que también, proporciona información necesaria para diseñar acciones correctivas al identificarse brechas.
Ante esta situación, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) decidió estudiar qué conlleva un énfasis en equidad. El contenido de las campañas de comunicación debe adaptarse culturalmente y ser trasladado por los líderes de cada comunidad. El Ministerio de Salud de Australia ha creado comités representando a pueblos indígenas, comunidades multiculturales y personas con discapacidad que están apoyando en la creación de materiales adaptados. Y estos, además, se están transmitiendo por radio, televisión, e Internet en 15 lenguas indígenas.
Para reducir las barreras de acceso, se deben desarrollar mecanismos para solicitar traductores de lenguas indígenas y protocolos de accesibilidad para proporcionar ajustes razonables a personas con discapacidad en los sitios de vacunación. Siguiendo esta misma lógica, es clave que la vacuna sea distribuida de forma consensual. Un proceso de consulta con comunidades indígenas es fundamental.
En Alaska, la estrategia de vacunación consistió en asociarse con autoridades locales, con los servicios de salud indígenas y se implementaron campañas móviles. El estado tiene una de las tasas de inmunización más altas de Estados Unidos
En Alaska, la estrategia de vacunación consistió en asociarse con autoridades locales, con los servicios de salud indígenas y se implementaron campañas móviles. El estado tiene una de las tasas de inmunización más altas de Estados Unidos. Brasil priorizó repartir las vacunas en territorios indígenas y ha inmunizado al 58,7% de sus adultos a través de campañas móviles. Este tipo de estrategia sirve para llegar a comunidades con poco acceso a servicios de salud, y beneficiar a personas que no pueden viajar a lugares donde se administren vacunas por barreras de distancia, costo, inaccesibilidad del sistema de transporte o riesgo de violencia contra mujeres o personas LGBTQ+.
Los planes de vacunación deben ser transparentes, pero no inmutables. Incluso los que están mejor diseñados deben actualizarse después de monitorear resultados provisionales. En el Reino Unido, se encontró que la probabilidad de estar vacunado era dos veces más grande para personas blancas que para personas afrodescendientes. En Estados Unidos, la tasa de vacunación es dos veces más alta para personas blancas (19%) que para latinos (9%) y casi dos veces más alta que para personas afrodescendientes (11%), según datos de 44 de los 52 estados.
Los resultados en el Reino Unido y Estados Unidos han impulsado esfuerzos adicionales para llevar las vacunas a poblaciones vulnerables, incluyendo la creación de grupos de trabajo enfocados en la equidad dentro de la distribución de vacunas. En muchos estados de Estados Unidos se están utilizando “mapas calientes” para mostrar los códigos postales donde las tasas de inmunización son bajas y las tasas de infección están aumentando; posteriormente, se implementan nuevos sitios de vacunación en comunidades vulnerables. Siguiendo los criterios de elegibilidad, las personas que viven en estas comunidades tienen prioridad para las citas.
Lo mismo es necesario para América Latina y el Caribe. Lo último que se quiere es replicar la desigualdad que se evidencia a través de la sociedad en los planes de vacunación. Si bien, continuaremos escandalizados por historias de personas que se aprovechan del sistema y las consecuencias pueden ser apropiadas, debemos abordar la equidad de manera sistémica con un ojo pegado a los datos, para asegurar que poblaciones vulnerables no se queden atrás.
Suzanne Duryea es economista principal de la División de Género y Diversidad del BID y María Antonella Pereira es consultora de la División de Género y Diversidad del BID.
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