Pronósticos para un mal tiempo

Trump quiere inaugurar su presidencia con las dos grandes guerras en curso finalizadas a cualquier coste

Trump, el jueves en una gala política en Mar-A-Lago (Florida).Carlos Barria (REUTERS)

Todavía corre el champán en Moscú y Jerusalén. Primero, por la victoria de Donald Trump; ahora por su poder omnímodo, corroborado por la mayoría alcanzada en la Cámara de Representantes. Será la única voz en los tratos con Vladímir Putin y Benjamín Netanyahu, con los que viene hablando ...

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Todavía corre el champán en Moscú y Jerusalén. Primero, por la victoria de Donald Trump; ahora por su poder omnímodo, corroborado por la mayoría alcanzada en la Cámara de Representantes. Será la única voz en los tratos con Vladímir Putin y Benjamín Netanyahu, con los que viene hablando desde hace días. Nadie le hará sombra, como en su primera presidencia. Todos los altos cargos que está nombrando son sumisos seguidores que no se apartarán ni un milímetro de sus ocurrencias.

El jefe no quiere regresar al caos y a las dilaciones, aunque no sabe todavía si encontrará la complicidad del Senado para que ceda gentilmente su derecho a interrogar y votar a quienes ha nombrado. En el interior del trumpismo brotan los primeros contrapesos a su presidencia autoritaria, tal como apunta un contratiempo llamado John Thune, jefe de la mayoría republicana senatorial elegido en vez del candidato señalado por Mar-a-Lago.

El propósito es llegar al 20 de enero, día del reestreno, con los equipos a punto y sin guerras. Son perentorias las ansias de gloria personal, que Trump ya quiso satisfacer con la candidatura al Nobel de la Paz por aquellas estrambóticas negociaciones con Corea del Norte que no llevaron a ninguna parte. Sabiendo que busca la paz a toda costa, Putin y Netanyahu pueden seguir descorchando botellas, porque parece dispuesto a ceder cuanto le pidan.

De momento, los nombramientos hablan por las políticas. Los trumpistas que pretendían mantener la primacía internacional, como Mike Pompeo o Nikki Haley, han quedado descartados. Triunfan los aislacionistas, partidarios de restringir las intervenciones exteriores, y quienes priorizan la rivalidad con China. El Gobierno de Netanyahu, y en especial los partidos de la extrema derecha, tendrán abiertas de par en par las puertas de la Casa Blanca. Incluso Putin podrá contar con las simpatías de la nueva directora de Inteligencia, Tulsi Gabbard, prorrusa y tránsfuga del Partido Demócrata, sin calificación alguna para dirigir las 18 agencias de información y espionaje del Gobierno de Estados Unidos.

Los pronósticos son sombríos para ucranios y palestinos. También para la legalidad internacional y el orden multilateral. El reconocimiento de las modificaciones de fronteras por la fuerza en ambos escenarios sería un golpe mortal a la Carta de Naciones Unidas y a las resoluciones de sus organismos. Basta con imaginar la serie de acontecimientos que se preparan, tal como ha hecho el diplomático y ensayista francés François Heisbourg. En febrero, acuerdo de paz en Ucrania a espaldas de Bruselas, con cesiones territoriales y bloqueo de su adhesión a la OTAN y a la UE. Luego, retirada de las armas nucleares estadounidenses de Europa. Rusia invade más tarde Lituania sin reacción de la OTAN. Decae la garantía de defensa atlántica. Y Rusia, en vez de Estados Unidos, recupera al fin su grandeza perdida.

Hay pronósticos menos lúgubres, espoleados por la personalidad impredecible de Trump y su capacidad de sorprender a todos. Volodímir Zelenski confía en convencerlo de que una victoria de Putin perjudica directamente a Washington. De momento, nada juega a su favor. Rusia sigue avanzando. Han entrado en combate las tropas de refresco norcoreanas. Las prisas trumpistas fortalecen la posición del Kremlin. Los bombardeos han dejado al país escaso de energía de cara al invierno. Y es desolador el Gobierno que se prepara, empezando por el vicepresidente J. D. Vance, dispuesto a entregar a Ucrania, al igual que Francia y el Reino Unido entregaron Checoslovaquia a Hitler en 1938 en el pacto de Múnich.

Tampoco van a favor de los palestinos los pronósticos para Oriente Próximo. Según el nuevo embajador trumpista en Jerusalén, Mike Huckabee, los palestinos ni siquiera existen. La nueva embajadora en Naciones Unidas, Elise Stefanik, considera que representará a su país ante una organización a la que califica de antisemita. No difiere de estas ideas Marco Rubio, el próximo secretario de Estado, que encabeza un equipo todo entero compuesto por halcones proisraelíes.

Netanyahu podrá dibujar el mapa a su gusto. Despiece de Gaza, tras vaciar el norte de la Franja de palestinos. Zona de seguridad militar en el sur del Líbano para que puedan regresar los habitantes del norte de Israel que huyeron de los misiles de Hezbolá. Anexión de las colonias de Cisjordania, el 30% del territorio. El contacto secreto de Elon Musk con Amir Saeid Iravani, el embajador iraní en Naciones Unidas, revela que la nueva Casa Blanca quiere neutralizar la amenaza iraní, negocios mediante, aprovechando su debilidad militar y la decrepitud del líder supremo de la República Islámica. Ante las exigencias de los vecinos árabes, habrá que disfrazar la administración civil sobre los retales territoriales, e incluso darle el nombre engañoso de Estado palestino para que incluso Arabia Saudí pueda reconocer a Israel y obtenga el acuerdo de seguridad que le pide a Washington.

Como Chamberlain en 1938, esa es la paz para nuestro tiempo que Trump prepara.

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