He escuchado otro debate

Hay quienes se fijaron en la primera mitad del discurso de Sánchez, gente menos obsesionada por la amnistía que por las guerras, la torrefacción del planeta, las fuentes energéticas o la vivienda digna

Pedro Sánchez, se dirige este miércoles a la Cámara en el primer día de su debate de investidura.Javier Lizón (EFE)

Este miércoles escuché un debate distinto al que, por todo lo que sé, presenciaron los demás ciudadanos. Debo de ser un tipo raro. Vi que el candidato a la investidura empezaba su discurso analizando las graves consecuencias para España de un mapa internacional con dos ...

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Este miércoles escuché un debate distinto al que, por todo lo que sé, presenciaron los demás ciudadanos. Debo de ser un tipo raro. Vi que el candidato a la investidura empezaba su discurso analizando las graves consecuencias para España de un mapa internacional con dos guerras abiertas y otras varias enquistadas. Vi que hacía repetidas menciones a la crisis climática, a la transición energética y a la pandemia. Vi que apoyaba unas políticas cimentadas en el conocimiento científico, que reconocía que la desigualdad alcanza límites insoportables y que las actuales políticas de vivienda son erróneas. A esas alturas de la intervención, tuve que soportar a un analista quejándose de que el candidato estaba escurriendo el bulto para no hablar de la amnistía, que al parecer era la única cuestión crucial para la salvación de nuestras almas. Mientras redacto esto no puedo saber qué van a escribir mis colegas columnistas, pero no hace falta ser Sherlock Holmes para adivinar que el clima, la guerra, la ciencia y el precio de los pisos van a quedar fuera de foco.

No me entiendan mal. No soy tan ingenuo como indica el párrafo anterior. Sé que la amnistía es una cuestión central de la coyuntura política española. Sé que la primera mitad del discurso de Pedro Sánchez ―esa mitad en la que habló de otras cosas― es un inteligente y meditado ejercicio de oratoria, a mi juicio muy brillante. Sé que ni las energías renovables ni la inteligencia artificial van a abrir hoy los informativos. Pero también sé que las vicisitudes microterritoriales de esta provincia europea importan muy poco frente a esa primera mitad del discurso de investidura que solo va a ser analizada como un estorbo. Sé que es ahí donde se encuentran los problemas más importantes, los que van a marcar tu vida y la de tus hijos. Ahí está el tema, no donde tú crees. No la tomes conmigo, ya te dije que soy un tipo raro.

¿O no lo soy tanto? Al menos desde que experimenté con el buscador inteligente del reproductor de Apple, iTunes ―se llamaba Genius en la época―, soy consciente de que, por más enrevesados o sofisticados que sean mis gustos musicales, o los gustos musicales que le hice creer a Genius que yo tenía, siempre hay otras personas que los comparten. Esta es justo la razón de que Genius funcione. Busca gente a la que le gusten las mismas canciones que a ti y aplica un principio algo deprimente, pero casi infalible: quienes han coincidido antes, coincidirán después. El buscador me descubrió una música maravillosa de la que yo era por completo inconsciente, y eso quiere decir que soy miembro de un clan, disperso y distribuido por medio mundo, pero clan al cabo.

Por lo tanto, debo asumir por coherencia que hay otras personas que también se fijaron en la primera mitad del discurso de Sánchez, gente menos obsesionada por la amnistía que ocupada por las guerras devastadoras, la torrefacción del planeta, las fuentes energéticas, las pandemias, la vivienda digna, las artes y las ciencias. Si estáis ahí, recordad que no soy un tipo maligno: ni siquiera he hecho sangre con el tema de Antonio Machado e Ismael Serrano, en un admirable ejercicio de contención.

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