Pinchar el globo para salir del lío en Cataluña
La reforma del delito de sedición reordena la política catalana, que ahora se divide entre los que quieren seguir sacando réditos “del lío” y los que quieren dedicarse a gobernar
Queda mucha letra pequeña por conocerse y más negociaciones por delante, pero si algo ha conseguido ya el anuncio de la desaparición del delito de sedición del Código Penal es agrietar un poco más la política de bloques entre independentistas y no independentistas que ha emponzoñado la política catalana ...
Queda mucha letra pequeña por conocerse y más negociaciones por delante, pero si algo ha conseguido ya el anuncio de la desaparición del delito de sedición del Código Penal es agrietar un poco más la política de bloques entre independentistas y no independentistas que ha emponzoñado la política catalana durante la última década. Los bloques llevan tiempo desmoronándose porque la mayor parte de la ciudadanía ha decidido pasar página a los lamentables acontecimientos de 2017. Y también porque, tanto el Gobierno central como el de la Generalitat, han optado por una política de reducción de daños que comenzó con los indultos y que ahora pasa por aliviar las condenas del juicio del procés y por facilitar —que no regalar— un regreso ordenado de los dirigentes independentistas huidos al extranjero.
La medida anunciada el jueves por Pedro Sánchez y que el Govern —ahora monocolor republicano— ha celebrado va consolidando otra ordenación de los partidos catalanes, que podría dividirse entre los que quieren seguir sacando réditos “del lío” y los que creen que ha llegado la hora de pinchar el globo. ERC, ahora alineado no sin dificultades en este segundo bloque con el PSC y los Comunes, cree que es momento de abrazar el pragmatismo sin renunciar a sus ideales, que resume bajo el lema “amnistía y referéndum”. Creen Oriol Junqueras y Pere Aragonès que esta es la manera de conquistar un electorado que, sin renegar de la independencia o incluso apostando por ella claramente, considera que lo verdaderamente importante ahora es mantener el poder en la Generalitat para aplicar sus políticas desde dentro de las instituciones. Al fin y al cabo, según la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, el 58% de los catalanes piden una vía negociada para el conflicto político y solo el 11% apuesta por la independencia unilateral.
El PSC ya no se conforma con salir favorito en los sondeos electorales en Cataluña, sino que quiere preparar el terreno por si en el futuro tiene que hablar con ERC para volver a la Generalitat. Y claro está, quiere intentar ganar las elecciones generales en Cataluña y, si es posible, las municipales en Barcelona. El mensaje de que los socialistas son los que buscan soluciones a un problema “heredado” de los Gobiernos del PP puede ayudar a ello.
Peor lo tiene Junts per Catalunya para argumentar su posición. Su mantra es que ERC ha negociado con el PSOE una suerte de traje a medida para que su secretaria general, Marta Rovira, pueda volver de Suiza. Y que ello no acaba con “la represión”. Ciertamente, la medida anunciada ayer favorece más a Rovira, que a diferencia de Carles Puigdemont está acusada de sedición pero no de malversación. Pero las críticas de Junts olvidan que la reducción de penas que se prevé para los condenados por el procés también beneficiará a varios de sus dirigentes, comenzando por su secretario general, Jordi Turull, que podría volver antes a la política institucional si, como todo apunta, se le reduce la pena de inhabilitación. Por más claroscuros que tenga, que los tiene, Junts tendrá que explicar muy poquito a poco por qué la solución pactada entre el Gobierno y ERC es mala para Cataluña.