Ir al contenido
_
_
_
_
Yasmín Esquivel
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Yasmín Esquivel como ejemplo

La oscura trayectoria de la magistrada que hoy aspira a presidenta de la Suprema Corte da la medida de la necesidad de otra reforma judicial

Yasmín Esquivel
Carmen Morán Breña

Hay que leer el reportaje de Beatriz Guillén en este periódico, que enlazo aquí, sobre mujeres encarceladas, para tener la certeza de hasta dónde es necesaria una reforma judicial en México. No es disparatado decir que son miles las personas inocentes en prisión: pruebas falsas, detenciones irregulares, torturas, juicios sin garantías. Vidas rotas. El centro Zeferino Ladrillero calcula que solo en el Estado de México hay 16.000 presos que deberían estar en libertad. Comiencen a multiplicar. Sí, es necesario poner orden entre las togas. El asunto es cómo. En un país tan complejo como México, pronto han saltado las disfunciones que presenta el modelo elegido, que someterá a votación popular a los impartidores de justicia en junio. Han salido a la luz personajes que se postulan estos días para jueces que quizá deberían estar ellos mismos tras las rejas, por acusaciones de abuso, vínculos con asesinatos o con el narco.

A las fallas que jalonan el camino a la elección popular de jueces es necesario añadir la evidente politización de un proceso que debería ser ciego a toda clase de injerencias, limpio y desprejuiciado. Y sin embargo, la guinda del pastel, la que corona la más alta instancia judicial, tiene un nombre que no sirve de ejemplo, precisamente: Yasmín Esquivel. La magistrada de la Suprema Corte quiere ser la próxima presidenta del máximo tribunal, algo que conseguirá si se alza con la mayoría de los votos en ese ámbito. Y no le faltan apoyos de la clase política, es decir, de parte de Morena, es decir, del partido en el poder.

Acusada de plagiar la tesis con la que ganó la licenciatura en Derecho en la UNAM, Esquivel ha sabido manejar los resortes de la justicia para sacar la cabeza del naufragio, después de todo, ella es experta en estas cuestiones. Y hete aquí que una mujer cuya tesis académica era descaradamente idéntica a otra presentada un año antes y que además la de doctorado contenía párrafos de otros autores, podría alzarse ahora como la gran jueza del máximo tribunal. Si este es el ejemplo más público y notorio de la reforma judicial, ¿cómo se le puede pedir a la ciudadanía que confíe en ella?

A nadie se engañó cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador planteó la selección de jueces por votación popular. Se presentó la reforma en todo su detalle y la ciudadanía votó en masa después por el partido que prometió implantarla. Hasta ahí, todo correcto. Pero quizá es demasiado pedir que la gente calle ante esta vergonzosa selección de candidatos. Pedir a los electores que confíen en determinados personajes para garantizar la justicia. Exigir al pueblo que sea él quien se ponga la venda en los ojos para no ver al zorro en el gallinero. Flaco favor le hace a la reforma una persona como Esquivel postulándose a la Suprema Corte. Se hace difícil mantener equilibrada la inteligencia y admitir que una señora acusada de un plagio tan flagrante vaya a tener en sus manos la balanza de la justicia.

Su caso en los tribunales ha dado la medida de hasta dónde hay que reformar la justicia en México para que no sigan ganando los de siempre. Una mujer de poder ha salido victoriosa con sentencias que cerraban la boca a la universidad en su decisión sobre si había copiado o no la tesis. Para rematar el despropósito, la académica que asesoró la tesis de Esquivel y al menos otra decena de ellas con claros indicios de plagio, despedida de la UNAM por esa razón, como era lógico, acaba de conseguir una indemnización de 15 millones de pesos por “atentar contra sus sentimientos” en otra sentencia de fragilidad evidente. Martha Rodríguez no tiene aún ese dinero en el bolsillo, pero va ganando en los tribunales, igual que su antigua alumna. Solo queda una certeza: hay que reformar la justicia. El asunto, hoy como ayer, sigue siendo el cómo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_