Messy
El rey Lionel con ‘y’ griega. Messy como resumen o adjetivo y en inglés por ser el idioma oficial de la reciente y fallida Copa América donde supuestamente se hermanan Conmebol y Concacaf
Que me perdonen los fieles, pero pienso cambiar una vocal y referirme al rey Lionel con y griega. Messy como resumen o adjetivo y en inglés por ser el idioma oficial de la reciente y fallida Copa América, donde supuestamente se hermanan la Conmebol y la Concacaf (buscar las siglas en Internet antes de que sean debidamente sustituidas por organismos más responsables). Así que Messy de desaliñado, revuelto, sucio y desbalagado; messy-messy el sospechoso algoritmo de los grupos que permitió no solo uno sino dos soporíferos partidos entre Canadá y Argentina (con uno bastaba) y very messy un pinche torneo donde se alarga a tiempos extras el juego de la Final, mientras todos los demás empates se iban directamente a penalties. Messy muy más que messy las canchas —más acostumbradas a ser alfombras sintéticas para el mal-llamado football americano—, parchadas como colchas rústicas de puro folclore montañés y muy messy las distancias inimaginables entre sedes, y la distancia inviable entre las bancas y las bandas de la cancha misma, pero sobre todo: muy messy e imperdonable el supremacismo mal velado o simulado de un racismo persistente entre la oligarquía gringa, pecosa y protestante que en el fondo desdeña y disimula ante los miles y miles de aficionados latinos (sobre todo, mexicanos) que llenan con febriles esperanzas y no pocos dólares las tribunas de los inmensos estadios del imperio.
Me concentro en Leo o mejor Lío, por el complicado lío verbal con el que funcionarios, jugadores o periodistas intentan justificar como por agua del azar que la Final de la Fallida Copa se jugase en Miami, donde ha fijado residencia el astro de los ojitos entrecerrados y menudo lío el tsunami de miles de colados sin boleto a la mentada Final y mucho más lío el no saber separar a las hinchadas como en cualquier partido de barrio al sur del continente.
Tiene toda la razón el sabio Bielsa en hacer público su histérico repudio ante el imperdonable simulacro de seguridad inexistente que permitió el agarrón bestial de aficionados colombianos enardecidos contra jugadores y familiares, bebés y ancianos uruguayos en plenas butacas gringas del mal-llamado país del orden.
Esa Copa América fue un desmadre no solo por el fracaso ridículo de México jugando como local, sino por el vado abismal que se distingue entre lo que llaman equipo de Estados Unidos y sus vecinos geográficos, cuando en realidad —así como en otras áreas— son más europeos que chispa y candombe. No iré selección por selección para no inundar de vergüenza y llanto este párrafo donde no puedo dejar de lamentar el pastiche en el que se ha convertido Brasil, tan lejos de Garrincha y tan cerca del dólar… o celebrar el empeño y tenacidad de Venezuela a pesar de ser un equipo in Maduro (if you catch my drift!) y celebrar con creces a un tal James Rodríguez que no solo ha madurado en crack, sino que insiste en jamás pronunciar su nombre en inglés… y sí, reconozco que la Argentina ahora bicampeona ya se apoltronó casi imbatible en un sistema que acaricia el empate y las triangulaciones con destreza para esperar una o dos epifanías del rey Leo o las alas de Di María, sumando otra copa y que vengan más copas y muchas copas que la vida es triste si no la vivimos con una canción, como dijo un sapo cancionero.
Pero el Messy mundo apesta ya a enredo y simulación, a mentiritas que incluso evaden el VAR y la exagerada teatralidad de los supuestos lesionados revolcándose en la cancha como Shakiros en bailongo de medio tiempo (by the way, un imperdonable alargamiento que hiela al futbol de veras aunque sea buen desmadre para otros deportes).
Todo lo anterior para evitar babear y salivar en torno a la desmadejada e irresoluble Liga Mexicana de Fútbol, su atropellada Federación y su lamentable estado engañoso y concentrarme en la figurita ya no tan reluciente de un superdotado venido a menos, caminante y geómetra con repentinos relámpagos y destellos evocativos de su antigua melena, ¡ay, pibe!, recordarte de cabellera al vuelo, en volandas y volando entre nubes para ahora verte displicente con peinado militar y botines de oro, shorando en la banca en medio de un marasmo que en ningún renglón merece compararse con la Copa Europea de las Naciones que para mal espejo de América se jugó en los mismos días, pero en otro mundo… porque aquí y ahora, tan ya ni modo y qué le vamos a hacer, lo que se rifa es el afán heroico aunque ilegal de asistir hasta con bebés en carreola a un estadio gringo sin previa compra de boletos, saltar la reja o bardas como quien le rompe el esquema fascista a todo Trump, portar una máscara de lucha libre o penacho de pueblo primitivo para que las chavas muestren pechos y los ancianos recuerden ligeramente la desaparecida época en la que el balón era de cuero, no había necesidad de tarjetas y no se simulaban faltas ni facultades. De todo aquello tan simple: veintidós jugadores en la cancha floreciendo según su posición en el campo, correspondiente al número que llevaban en las espaldas, y el hermoso sortilegio del balón como planeta y conciencia… solo queda ahora una disneylandia impostada y very, very Messy.
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