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PARTIDO ACCIÓN NACIONAL
Columna
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Recalentado electoral (I): PAN (el eterno vencido)

La alianza del PAN con sus enemigos históricos, el PRI y el PRD, y el sacrificio identitario que aquello implicó, podrían no tener cura

Marko Cortés
Marko Cortés, el 5 de junio de 2023.Luis Barron (Getty Images)
Vanessa Romero Rocha

El bochornoso declive con el que abre este artículo no es fruto de exageraciones ni excesos literarios. La realidad se muestra tal como aconteció durante estos días de atmósfera extraña que rodean a la elección.

En la pantalla de Atypical Te Ve —un canal por internet donde el sol nace por el oeste— aparecen Javier Lozano y Marko Cortés. El primero llama al segundo cobarde por rechazar a Genaro García Luna como uno de los suyos. ¿El segundo? Lo niega. Después, el exsecretario del trabajo calderonista cuestiona a Cortés sobre su primera posición en la lista plurinominal al Senado. ¿El segundo? Arrogante, se regodea. Presume torpemente haber ganado la gubernatura de Guanajuato y promete defender la Constitución. Un compendio de humor involuntario en donde todo se niega o se confunde.

El resto de la jornada se registrará en los anales de la historia. Felipe Calderón, a través de sus redes sociales, señala a Marko Cortés como el responsable de la caída del PAN. Afirma que ha utilizado su posición para beneficio propio y le recuerda el agandalle de pluris y de (al menos) seis notarías. Cortés, por su parte, le responde al expresidente con una gráfica — ¿cómo decirlo? — asoladora. En ella se muestra cómo el porcentaje de votación del Partido Acción Nacional se ha desplomado sin elegancia —en caída libre— desde el año 2000. Cada elección ha sido más garrafal que la anterior. En el PAN, se llevan pesado.

La votación presidencial más alta del partido la lograron en la elección del 2000. Aquel año tocaron las nubes (43%). Seis años después —para la cuestionada elección del 2006— afirman haber obtenido 36% de la preferencia ciudadana. Ya para 2012, el porcentaje había descendido a un modesto 26%, idéntico a la elección de 1994. En 2018, la votación bajó a 18% y en 2024, a 16%. El PAN remonta vuelo a sus orígenes: el eterno vencido.

Los espectáculos mediáticos narrados no son gratuitos ni casuales. Hoy, Damián Zepeda (operador de Anaya), Jorge Romero (el favorito de Marko Cortés y líder de Los Ocean —grupo al que se imputa el cartel inmobiliario de la CDMX—) y Adriana Dávila se disputan la dirigencia de Acción Nacional. Se han lanzado escaleras arriba. Según los estatutos del partido, el liderazgo debe renovarse durante el segundo semestre del año en que se celebren elecciones federales ordinarias.

Reimprimiendo remedio: el mismo que en 2018.

Para aquel año electoral —tras la derrota 2 a 1 de Ricardo Anaya frente a Andrés Manuel López Obrador— diversos grupos se enfrentaron por el control del blanquiazul: los Conservadores, el grupo Anaya, el grupo Puebla, el grupo calderonista y la Asamblea de Gobernadores de Acción Nacional. ¿El objetivo común? Terminar con la presidencia interina de Damián Zepeda.

Reimprimiendo: Damián Zepeda.

En ese repetitivo entonces, Marko Cortés se hizo con la dirigencia del PAN. Un tiro desafortunado: el 79% de la militancia del partido decidió entregárselo a un contador de virtudes escasas y mañas diversas. Un tipo que —diría Bioy Casares— sirve pare traer el café frio y tibio el refresco.

Tres incapacidades y una condena purgará el partido que llevó a Fox a la presidencia.

Primero, pagará por su torpeza crónica para aprender. Ni el partido ni sus dirigentes supieron construir en unidad en 2018, y es evidente que no lo harán ahora, cuando han dejado de ser la segunda fuerza política. Su destino parece ser desintegrarse en pedazos periódicamente.

Segundo, la avaricia que frena la formación de nuevos liderazgos. En lugar de renovar, reciclan. Mientras Morena impulsa un relevo generacional y realiza esfuerzos considerables para la creación de cuadros, el PAN perpetúa el carrusel de máscaras repetidas. Zepeda por aquí, Zepeda por allá.

Tercero, su exigua militancia y su capacidad de movilización comprometida. El Partido Acción Nacional —con apenas 277 mil afiliados— es el partido con menos militantes registrados. La mitad que el PT y la tercera parte que el PRD. Tradicionalmente enfocado en electores de clase media y alta, el PAN no ha sabido forjar una militancia activa; ha confiado, en cambio, en la participación electoral esporádica. Una apuesta insuficiente.

Finalmente, la condena. La alianza del PAN con sus enemigos históricos —el PRI y el PRD— y el sacrificio identitario que aquello implicó, podría no tener cura. Si bien Jorge Romero sueña con regresar a un PAN fiel a su esencia —una visión conservadora de la familia, la lucha contra el aborto, la oposición férrea a la permisión del consumo de estupefacientes—, es posible que la traición a sus raíces haya trazado un camino sin retorno. Tal vez, el PAN nunca más será pan y el vino nunca más será vino.

Donde fuiste feliz alguna vez, no debieras volver jamás. Ya lo advirtió el poeta.

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