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ELECCIONES EN MÉXICO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hijos, videos, actas y campañas

Xóchitl Gálvez tuvo el arrojo para hacer algo avezado: denunciar a los hijos del presidente. Y luego no supo qué seguía. Un poco la historia de su campaña desde agosto

Xóchitl Gálvez durante un evento de campaña en Tlanepantla, Estado de México, el 3 de abril del 2024.
Xóchitl Gálvez durante un evento de campaña en Tlanepantla, Estado de México, el 3 de abril del 2024.Raquel Cunha (Reuters)
Salvador Camarena

El 25 de marzo Xóchitl Gálvez selló su suerte. Ese lunes anunció que había interpuesto una denuncia en la Fiscalía General de la República por presunta corrupción de dos hijos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Fue un paso sin retorno. Y sin estrategia.

Una semana después de su anuncio, a la candidata presidencial opositora le ha caído la noche. El contragolpe es más fuerte y más certero de lo que ella pudo imaginar. Y es muy pronto para conjugar en pretérito los ataques familiares de los que será objeto.

La denuncia judicial de Gálvez, que se monta en diversas revelaciones periodísticas sobre presunto influyentismo de los López Beltrán para favorecer a amigos y/o parientes, no constituye per se un error estratégico, menos una cosa poco vista en las campañas.

Es incluso lógico que un opositor pensara en aprovechar los indicios que plataformas como Latinus han revelado, audios incluidos, sobre presuntas maquinaciones ilegales para aprovecharse, con ayuda de vástagos de AMLO, de contratos en el Tren Maya, por ejemplo.

El tema es si al denunciar ante la FGR a parte de la familia presidencial se sabe lo que se está haciendo: para qué meterse en ese berenjenal, cómo sacarle el máximo provecho y, sobre todo, de qué manera minimizar (o capitalizar) un seguro y fortísimo revire.

No es posible saber qué tenían en mente en la campaña de Xóchitl a la hora de acordar que irían a la máxima fiscalía a denunciar a dos López Beltrán y algunos amigos de estos. Sí sabemos, en cambio, las consecuencias inmediatas para ella: ahora van por sus hijos.

Lo que resulta compresible, reitero, es que la senadora con licencia elevara a nivel campaña presidencial las acusaciones mediáticas a los hijos de Andrés Manuel. De hecho, es consistente con los hechos de la hidalguense, que antes de ser siquiera precandidata viajó a Houston para subirse en un escándalo del primogénito de López Obrador.

En cambio, sí resulta incomprensible que se haya atrevido a tanto —pedir a Alejandro Gertz que investigue a los vástagos de su amigo y anunciarlo en la conferencia de prensa que se mofa de la mañanera— para luego, vistos los hechos, no saber qué hacer con esa decisión.

Si desde el lunes 25 de marzo, tras informar de la denuncia, Xóchitl hubiera recorrido todas las antenas y redacciones para solo y básicamente hablar de los hijos del presidente, volverlos el tema de la campaña, de sus spots, de su camino al primer debate, quizá —solo queda especular— quizá cuando le reviraran tendría más alcance su argumento de que atacan a sus hijos porque no pueden con ella.

No ha ocurrido así. Mencionó en una rueda de prensa el elefante en la sala de la familia presidencial para luego hacer dos semanas de campaña tan igual, o tan desigual, como siempre, como la que no ha logrado orientar consistentemente hacia ningún lado. Soltó su nota.

Tendría que haberse blindado con la opinión pública. Decir y repetir: ahora revelarán que yo esto o lo otro, que mis hijos allá y acullá, que mi empresa hizo y deshizo, que mis hermanos así y asá… una cortina de humo para tapar mi denuncia, mi exigencia de que la corrupción se investigue y castigue incluso si es de parientes de López Obrador.

Ponerse en el papel de víctima, incluso. Armarse de una coraza que le ayudara no solo a sobrevivir la venganza política por sus hechos, sino que eventualmente le permitiera solidificar el mensaje de que los ataques —fundados, falaces o exagerados— serían porque le temen.

Hoy es demasiado tarde para ella. El video de su hijo y la noticia de presuntas actas dobles de su hija golpean en la boca del estómago de Xóchitl en sentido literal y figurado. Le sacaron el aire a escasas horas del debate, la pusieron a hablar en primera persona del plural familiar de alcohol, clasismo, errores, sospechas: la dejaron en la lona.

Xóchitl Gálvez es responsable de sus actos, de no haberse preparado para la guerra sucia que le harían con cosas de su casa, de ponerse siempre en modo reactivo frente a las grietas de su biografía, de su desempeño. Ella, como candidata, sabía qué puntos vulnerables tenía.

Es responsable también de creer que con su buena intención bastaba, de no haber armado un equipo de campaña de profesionales a la altura del momento (salvo Max Cortázar, ese cuarto de guerra no gana ni una elección estudiantil en colegio privado).

Es responsable de no haberse impuesto a los partidos que la registraron (queda claro que no la patrocinan, es decir, que ni fondos ni recursos mediáticos suficientes le aportan) y de dejar que estos la usen y no al revés.

Y es responsable de todo el tiempo decir y publicar cosas que hace rato debió evitar: “campechanos” y “simpáticos” videos de reventones en su casa que ahora pueden ser utilizados, con la perversidad propia de las campañas, como prueba de que alienta antivalores.

Sin quitarle a ella un gramo de responsabilidad, su equipo da nueva muestra de no estar a la altura. Consecuentar que la candidata se vaya contra los hijos de AMLO y luego dejarla que deambule sin ton ni son es entregarla a la artillería pesada, esa que le ahora le cae.

Ellos la entregaron a los lobos. El 25 de marzo y desde antes. Desde que nadie en el equipo de campaña la convenció del enorme error que constituía meter a sus hijos a la contienda.

Ella tenía derecho a proponerlo, el equipo la obligación de negárselo: por el bien de la campaña, por el bien de su familia, a la que metería de lleno en una zona de riesgo donde brutal acoso y cárcel no son conceptos metafóricos. Más aún si los jóvenes poco o nada saben de política, de elecciones.

Nunca nadie de su entorno supo ver que denunciar a los hijos de AMLO haría de Xóchitl el blanco perfecto:

—Al haber sido quien tomó la iniciativa de hablar de la familia, la opositora no podría alegar que “con los hijos no”.

—Si ella es la promotora de la denuncia, es obligado socavar a la denunciante, despojarla de cualquier legitimidad.

—Quitando credibilidad a la denunciadora buscarán además restar sustento a las revelaciones periodísticas y, por supuesto, a la demanda misma.

Así son las campañas. Si tienes un video problemático del vástago de la candidata que denuncia a los hijos del líder del bando adversario, lo usas y le das todo el vuelo del que seas capaz.

Así es la política. Si hoy haces a los otros lo que tantas veces dijiste que no se valía que le hicieran a los de tu movimiento, pues nada, hasta tuits con supuesto ingenio y desde tu ensayada superioridad moral publicas.

Si entras a la política y a una campaña rodéate de profesionales que se jueguen lo mismo que tú, no creas que los adversarios tendrán tantos escrúpulos como tú, y recuerda que la buena intención no sirve ni para el arranque.

El 25 de marzo Xóchitl Gálvez tuvo el arrojo para hacer algo avezado. Y luego no supo qué seguía. Un poco la historia de su campaña desde agosto.

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