La desaparición de la comunidad de El Bosque, tragada por el mar en Tabasco
El poblado, que se ubicaba en el municipio de Centla, ha pasado a la historia como la primera comunidad de México donde se ha reconocido formalmente el desplazamiento climático
La comunidad de El Bosque del municipio de Centla, en el Estado de Tabasco, ya pasó a la historia por su inevitable desaparición. Esta vez la culpa no la tuvo el narcotráfico ni el crimen organizado, tampoco la falta de trabajo, esta comunidad desapareció porque se la comió el mar. El Bosque se convirtió en el primer lugar de nuestro país donde se reconoció formalmente el desplazamiento climático, el primer pueblo completo que se ve forzado a irse por un efecto del calentamiento global.
La historia de este lugar la publicó este diario hace algunos meses con un trabajo de video y fotografía excepcional; sin embargo, esta columna rescata una declaración del gobernador del Estado, Carlos Manuel Merino, en diciembre pasado cuando había entrado un norte cerca de la comunidad obligando a decenas de las familias a pedir ayuda a las autoridades. En aquel entonces, Merino prometió que en enero iniciarían los trabajos para reubicarlos.
Tras los 100 días después de esa última promesa, los habitantes de El Bosque siguen sin ser reubicados. El Gobierno solo los evacuó ante la amenaza de un temporal el 24 de diciembre, por lo que pasaron la Navidad en un refugio y tres días después los mandaron de vuelta a su comunidad: el Gobierno no ha dado albergue a quienes ya se quedaron sin casa por la crecida del mar. Todos están viviendo en casas de familiares o los que pueden rentan un inmueble cercano; incluso hay 10 familias que no se han ido, porque no tienen a dónde ir o por temor a los robos, o porque que sus casas no han sido tragadas por el mar.
El 15 de febrero pasado, el Congreso del Estado aprobó la enajenación de un predio a favor del Gobierno para donar una parte a la comunidad de El Bosque, para que ahí sean reubicados. Ahí van a construirles casas con servicios, pero las entregan hasta septiembre —de acuerdo al cronograma de las propias autoridades— y no les han dado un lugar alterno dónde vivir hasta ese entonces.
Pero para tener acceso a la reubicación no solo hacía falta un lugar: fue necesario adscribirlos al Programa de vivienda social de Sedatu (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano) para que se pudieran asignar recursos y un sitio, porque el Gobierno no podía simplemente reubicarlos como un derecho al no existir la categoría desplazados climáticos ni el concepto cambio climático en las legislaciones actuales. Así lo explica la abogada y activista de la organización Nuestro Futuro, Nora Cabrera, “El gobernador no es quien los va a reubicar, porque quien está llevando el proceso de reubicación es Sedatu en coordinación con otras autoridades locales; lo que ha pasado con el gobernador de Tabasco es que ha obstaculizado mucho el proceso, porque no había generado las condiciones en el estado para poder generar la reubicación. Este proceso de reubicación necesita la coordinación de los tres niveles de Gobierno”.
Sin embargo, lo que sí puede hacer el Gobierno local es apoyar a las decenas de familias con un techo, o un albergue temporal y digno, al menos hasta que se cumpla la promesa de ser evacuados y puestos en otro lugar.
El predio en el que serán reubicados se ubica en la ciudad de Frontera, cabecera de su propio municipio, Centla. Los pobladores coinciden en que tiene buenas condiciones, que su tamaño es suficiente para las 50 familias y que está suficientemente alejado del mar para ser un lugar seguro.
Pese a esta promesa ya a punto de materializarse, todos viven en la incertidumbre de no saber qué harán una vez que se desplacen, pues al ser una comunidad 100% pesquera, llevan décadas dedicando todos sus recursos a ello y ahora van a tener que empezar de cero: si aún resulta seguro seguir pescando, tendrán que viajar todos los días a su antigua tierra para trabajar; y si ya no se les permite, tendrán que buscar otra actividad económica, adaptarse a un lugar nuevo, ir a nuevas escuelas y reconstruir la vida que el mar se tragó.
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