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Cuarta transformación México
Columna
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La 4T no suelta el discurso desarrollista. Yaak

Los grandes megaproyectos de la actual administración se justifican porque llevan “desarrollo” a población largamente condenada a la pobreza

Andrés Manuel López Obrador supervisa Tren Maya
Andrés Manuel López Obrador en supervisión de las obras del Tren Maya en Campeche en diciembre de 2020.Fotógrafo Especial (Presidencia de México)
Yásnaya Elena A. Gil

Desde distintas voces del pensamiento de izquierdas latinoamericano y desde los muy diversos movimientos sociales se ha hecho ya una crítica profunda a las nociones de “progreso” y “desarrollo” que guiaron las políticas públicas de la mayoría de los países del continente durante casi todo el Siglo XX. Podría decirse que en los espacios académicos de las llamadas Ciencias sociales esta crítica es ya un lugar común. Varias corrientes filosóficas, y no se diga las nuevas corrientes de la antropología, han hecho serios cuestionamientos a la idea misma del “desarrollo”. Las ideas del post-desarrollo y los planteamientos desde pueblos indígenas que se han agrupado bajo lo que, en muchos lados, se conoce como “el buen vivir” han mostrado los terribles efectos que los modelos desarrollistas han tenido sobre el planeta, sobre las personas y sobre nuestros deseos de crear un mundo más justo. ¿Qué beneficio pueden traer estos modelos cuando han sido precisamente los que han provocado la emergencia climática que pone en riesgo la vida misma de la humanidad? ¿Cómo puede la izquierda en el poder, que presume de vanguardia, repetir una y otra vez la misma fórmula creyendo que esta vez sí van a lograr crear bienestar y justicia social? ¿Por qué seguir el camino que evidentemente nos lleva al desastre? Parece que hay una desconexión, en muchos casos insalvable, entre los gobiernos de izquierda y los planteamientos de los intelectuales de izquierda, ya ni decir de los planteamientos contemporáneos del movimiento indígena o del movimiento afrodescendiente.

La llamada Cuarta Transformación es un movimiento complejo sobre el cual es difícil hacer generalizaciones, he escuchado a personas afines a este movimiento hacer críticas duras a los modelos desarrollistas y plantear soluciones inspiradas en otras tradiciones de pensamiento en áreas como la agricultura y la minería; lamentablemente la dirigencia parece seguir, mayormente, enamorada de las ideas de “progreso” y el “desarrollo”. Las descripciones oficiales del proyecto llamado “Tren Maya” o el “Proyecto Interoceánico”, por mencionar solo un par de ejemplos, son a menudo justificaciones que dejan claro que el aliento que impulsa la Cuarta Transformación sigue con los principios del desarrollismo de siempre.

Los grandes megaproyectos de la actual administración se justifican porque llevan “desarrollo” a población largamente condenada a la pobreza, como si la cura a los efectos del desarrollismo fuera llevar más desarrollo, como si la única posibilidad para combatir la pobreza fuera intensificar la dosis del veneno que la creó. Es perfectamente entendible que cambiar las condiciones que provocaron la pobreza no es algo que se logre de un día para otro, pero los pasos que se están dando apuntan a la dirección contraria. No es que se esté haciendo una apuesta contundente, aunque sea en principio gradual, para acotar el desarrollismo voraz que llevó a la península de Yucatán a la situación en la que se encuentra; al contrario, el Tren Maya, que no es sólo un tren, está provocando una gran especulación de la tierra que va a intensificar los desplazamientos y los problemas que ya existían.

Ante los cuestionamientos que hemos realizado varias personas a este tipo de proyectos, intelectuales orgánicos a la Cuarta Transformación nos repiten una y otra vez que se trata de un proyecto que lleva justicia social a una región indígena largamente olvidada. Planes de justicia para los pueblos indígenas del norte; megaproyectos, trenes y corredores económicos para los pueblos indígenas del sur, eso parece ser la respuesta. “Si no es desarrollo, ¿cuál es el plan alternativo para el sureste mexicano?” Me preguntaron una vez en uno de los debates sobre el tema. De entrada, que los intelectuales orgánicos de la Cuarta Transformación ignoren las alternativas que los pueblos y movimientos sociales críticos del desarrollismo han planteado me parece ya muy alarmante. Que toda crítica al desarrollo se lea como un llamado al retroceso o como el deseo de que la humanidad vuelva a las condiciones del neolítico (hay quienes nos acusan de primitivismo) evidencia no solo cuánto se ignora la diversidad de voces y pensamientos que han señalado otros caminos sino además muestra una muy lamentable falta de imaginación política.

Antes de llevar más trenes y hoteles militares a los pueblos del sur, convendría comenzar por escuchar, aprender y abrirse a otros modelos que plantean crear “una buena vida” además de acotar lo más posible la potencia del desarrollismo depredador que, como un virus infectó los planes de los países, un virus del que la Cuarta Transformación lejos está de querer curarse. Es urgente comenzar por lo menos a considerar nuevos principios que guíen nuestras aspiraciones de una vida mejor, lo que nos dijeron que era desarrollo nunca trajo buen vivir para la mayoría de la población. Pero tal vez, ¿sería ir contra la propia esencia de la llamada Cuarta Transformación?

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