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AMLO
Columna
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El regreso de la mafia del poder

El presidente más poderoso en décadas necesita verse como un paria. Si declara un triunfo total sobre el régimen anterior, quedaría en el desamparo su principal política: la propaganda

Andrés Manuel López Obrador
Andrés Manuel López Obrador, durante una ceremonia en Palacio Nacional, en julio de 2021.Hector Vivas (Getty Images)
Salvador Camarena

El presidente más poderoso en décadas necesita verse como un paria. No es una paradoja. Si declara un triunfo total sobre el régimen anterior, quedaría en el desamparo su principal política: la propaganda. Por eso, en el cierre del sexenio declara que “la mafia del poder” está viva y colea. López Obrador gobierna a partir de maquinaria discursiva que es eficaz al bombardear por aire —la radio, la televisión y la prensa convierten sus palabras en torrentes de “noticias”—, al tiempo que con bots y protobots se abre paso en las sucias trincheras de las redes sociales.

La disciplinada retórica mañanera sería poca cosa sin la acrítica difusión de esos mensajes, por miedo o conveniencia, de importantes medios de comunicación. El mandatario sabe que estos quieren presupuesto publicitario y favores, y que por ello serán una dócil caja de resonancia. Y dados a torcer las redes sociales, Palacio Nacional desarrolla mecanismos formales e informales para la desinformación como una vía de atajar opinión pública desfavorable, al tiempo que apuntalan la versión oficial. Nada nuevo se está diciendo, pero ese es el marco en el que se da el debate hoy en México.

El riesgo de tal esquema sería el agotamiento del show. Si el presidente declara que salvo con los padres de Ayozitnapa ya ha cumplido los cien compromisos que asumió al arrancar su mandato, ¿ahora qué venderá?, ¿con qué movilizará el apoyo que requiere para el fin del sexenio?

Hace días destapó la estratagema que le ayudará a incendiar el ánimo para que sus simpatizantes lleguen prendidos a las campañas. Y, como no podría ser de otra forma, regresa al origen, a declarar que “la mafia del poder” tripula a quienes no se le han sometido: el Poder Judicial, por ejemplo. “Ese poder sigue estando controlado por la mafia del poder económico y del poder político. Esa es la realidad”, declaró López Obrador el 26 de septiembre sobre la Suprema Corte y jueces y magistrados, que no pocas veces han detenido o echado abajo las aberraciones jurídicas del Gobierno.

En su libro La mafia que se adueñó de México… y el 2012 (Grijalbo, 2010), López Obrador dice que, entonces, los problemas del país no eran “más que el fruto podrido de la política del pillaje que ha venido imponiendo una minoría para saciar su codicia a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría”. El autor abunda que “el grupo de potentados surgidos de las privatizaciones siempre mantuvo y fue acrecentando su influencia política, (pero) es al calor de las elecciones presidenciales de 2006, cuando termina de consolidarse y se convierte de facto en un supremo poder oligárquico”.

Andrés Manuel se preguntaba quiénes son estos personajes: “en primer término (…) los multimillonarios que aparecen en 2010 en la lista de la revista Forbes. Estoy hablando de Carlos Slim Helú, Ricardo Salinas Pliego, Germán Larrea Mota Velasco, Alberto Bailleres, Jerónimo Arango, Emilio Azcárraga Jean, Roberto Hernández, Joaquín Guzmán Loera y Alfredo Harp Helú”. Más adelante mencionaba a Roberto González Barrera, Lorenzo Zambrano, Lorenzo Servitje, Claudio X. González, Gastón Azcárraga, Carlos Peralta, Dionisio Garza Medina y José Antonio Fernández”.

Varios de los señalados en ese libro han muerto; de entre ellos destaca, para el tema aquí abordado, Roberto González Barrera, que en 2010 incluía en la “mafia”, pero a quien en sus mañaneras presidenciales, en más de una ocasión, ha homenajeado como alguien que les ayudó. Ese doble discurso no escapa al citado libro. El entonces precandidato empezaba su lista negra con Slim, pero páginas más adelante le dedica palabras de encomio por su colaboración en proyectos del centro histórico cuando López Obrador estuvo en la jefatura de gobierno del Distrito Federal.

Y lo mismo ocurre con Salinas Pliego. Lo que recuerda que contradecirse no es algo raro en Andrés Manuel, como se pudo apreciar a partir de 2018, cuando al llegar a la Presidencia no pocos de los hombres que él señalaba con dedo flamígero fueron premiados con contratos, palabras, cercanía... La mafia tenía, por supuesto, un capo: “Un factor decisivo es el papel que juega Carlos Salinas de Gortari como articulador del grupo dominante (…) es el personaje que armoniza a los integrantes de la oligarquía. Los conoce a todos, le deben mucho y lo admiran o le tienen miedo”. (ibidem)

Por lo pernicioso del actuar de ese grupo, para el tabasqueño en México existía “una república aparente, simulada, falsa” donde “un grupo ha confiscado todos los poderes constitucionales”. En la elección de 2012, López Obrador tuvo su peor desempeño en las carreras presidenciales. Sin embargo, el retorno ese año del PRI a Los Pinos solo confirmaría que las alternancias no sirvieron para que la partidocracia tradicional dimensionara los urgentes reclamos de justicia e igualdad.

O, según el autor López Obrador, para sacudirse el dominio de la mafia del poder; para al menos hacer que esta contuviera su apetito. El peñismo vino a alimentar, con escándalos de corrupción y frivolidad, y estériles alianzas con PAN y PRD, la noción de que lo que tocaba era sacar a la “minoría rapaz”. Qué revelador que ese compromiso no está plasmado en el centenar de objetivos del actual sexenio. Habrá sido un olvido por las prisas del último momento. Tanto prometerlo y al final ni en la lista quedó.

En ese documento no está siquiera incluida la palabra mafia o, en otros términos, la promesa de separar el poder político del económico. A lo más que llega es a decir que no habrá fueros ni privilegios. Obvio, dice en la página de la Presidencia de la República, dice que tal objetivo ya se cumplió.

Sí está, en cambio, —y también dado por cumplido— el de mantener “relaciones respetuosas con el Poder Legislativo y con el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo dejará de ser el poder de los poderes”. Otra vez una gran contradicción expuesta sin pestañear.

Qué fue de la mafia en el poder en este sexenio. De los referidos en el libro, el expresidente vive fuera. Luis H. Álvarez (para mencionar a uno de los que decía López Obrador que del PAN obedecían a Salinas), murió hace mucho. Diego Fernández por ahí anda. Y lo mismo la exlideresa Elba Esther Gordillo.

Mas ¿han sido, Salinas, Diego y la Maestra, por mencionar a algunos, o Claudio X. González, Roberto Hernández y Emilio Azcárraga, factor para que el gobierno de López Obrador haya fracasado en alguna agenda, política pública, intento de estatización, o megaproyecto? ¿Pesaron en algo?

En el libro de marras, el autor dice que en 2010 a Salinas le obedecían ministros de la Corte. ¿En 2023 el dueño de la Corte es el expresidente que desde 1994 ha pasado largas temporadas en el extranjero? ¿O Felipe Calderón, que propuso al ministro Arturo Zaldívar, quien hasta lo denuesta?

A López Obrador, a su vez, le correspondió postular a cuatro ministros. Dos de ellas le obedecen ciegamente. Otros dos ejercen su criterio. Por esto último, él se dice traicionado, que le salieron malos la mitad de sus nombramientos. ¿La mafia se los volteó? ¿O él no entendió el juego? También le han salido malos muchos de los litigios que arman su consejería y sus legisladores, que tienen un récord de bateo tan negativo que será difícil de superar en el futuro. La técnica legislativa no es lo suyo, pero esa falla no es reconocida, y con victimismo se culpa del revés al juez y a sus “padrinos”.

Es en ese contexto, y con la vista en la siguiente batalla electoral, que el presidente ha decidido revivir el espantapájaros de la mafia del poder, a la que cuando mucho cobró algunos impuestos, y no a todos. A Salinas le querrán endilgar el caso Colosio. Y a los jueces, las culpas de todo lo que no sale como el Gobierno quisiera. Ya hay enemigo a modo, y explicación: fue la mafia, es la mafia.

¡Fueron los empresarios!, dirán, caracterizándolos en concreto y en abstracto como tentáculos de esa oligarquía; y estos se comerán los insultos. Porque como en este sexenio realmente no les ha dolido el bolsillo, colgarán en el armario el orgullo cuando sean la piñata de los próximos siete meses.

La campaña será permeada por un discurso donde el mandatario que dio contratos a bastantes de los ayer denostados; que hizo ganar mucho dinero a la mayoría de los barones del dinero, querrá que el imaginario colectivo lo vea como víctima de gente que hace empresa y de sus compinches.

Los consintió, y ahora los usará. Se alimentará la polarización, se mandarán algunas señales negativas a la inversión, pero en términos reales se confirmará que López Obador nunca combatió a la “mafia del poder”. Que en su sexenio muchos de los de antes siguieron tan cerca del poder como siempre.

Qué conveniente hoy para Morena —y para tantos de la cúpula— que en demasiados sentidos México siga siendo lo que decía López Obrador en 2010: “una república aparente, simulada, falsa” donde “un grupo ha confiscado todos los poderes constitucionales”.

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