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Columna
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Jaaky. ¿Es posible hablar con faltas de ortografía?

Hablar bien es, en todo caso, tener la posibilidad de comunicarse y decir “nadien” nunca ha obstruido comunicación alguna

Yásnaya Elena A. Gil
Delfina Gómez, nueva secretaria de Educación en México.
Delfina Gómez, nueva secretaria de Educación en México.Daniel Aguilar (AP)

Si hay una relación apasionante es la que se establece entre la lengua y la escritura, la relación nos parece ahora tan estrecha que incluso las confundimos, las hemos fusionado tanto en el pensamiento que si hablamos de la lengua, casi siempre se erige ante nuestra imaginación un mundo habitado por grafías. En una visión lineal de la historia, el desarrollo de la escritura se ve como uno de los grandes hitos que dieron paso al desarrollo de grandes civilizaciones sin considerar la compleja y muy interesante historia de la escritura en relación con la lengua hablada. Sin embargo, la lengua que utilizamos en la escritura difiere mucho de la lengua oral que siempre será más rica, dinámica y cambiante. La lengua escrita no es un espejo de la lengua oral ni mucho menos, la relación entre ambas no ha sido nunca una relación en la que todos los elementos de la lengua oral se hallen reflejados en la lengua escrita. La lengua oral es un sistema tan complejo y dinámico que no ha habido nunca un sistema de escritura que dé cuenta de ella a cabalidad. Para comenzar, será necesario tener muy en cuenta la diferencia entre ambas para poder comprender por qué decir que alguien habla con faltas de ortografía es un sinsentido.

Hace unos días, se abrió un interesante debate en el que, para descalificar a la nueva Secretaria de Educación, Delfina Gómez Álvarez, se utilizó con insistencia el argumento de que ella no estaba calificada para tal función porque “habla con faltas de ortografía” y hubo incluso quien argumentó que pasar por alto este hecho formaba parte de una corriente anti-intelectual. Más allá de revisar los méritos de Delfina Gómez para ocupar una secretaría encargada de la educación en este país, me sorprendió que, en un giro paradójicamente anti-intelectual, la frase “hablar con faltas de ortografía” ignoraba toda la discusión que existe sobre la diferencia entre la lengua oral y la lengua escrita. El acto de hablar se inscribe dentro de la oralidad y la ortografía dentro del mundo de las normas de la escritura. No es posible hablar con faltas de ortografía porque esta pertenece al mundo visual de las grafías en las que se puede prescindir perfectamente del habla. Decir que alguien habla con faltas de ortografía es pues un sinsentido dado que no hablamos con grafías, las grafías son totalmente prescindibles para el lenguaje humano. Una lengua existe independientemente de si ha sido escrita o no, las lenguas del mundo han existido miles de años sin necesidad de la escritura con toda la complejidad gramatical que les es inherente.

La ortografía es un sistema de normas arbitrarias que dice cuál debe ser el outfit gráfico con el que se revestirá una palabra oral en el mundo de la escritura. Pensemos en la palabra “pues” que en la lengua oral tiene una función gramatical y un significado determinado, su vida en la lengua oral tiene varias formas de sonido: [pus] [pos] [puej] [ps] [pues] y esta variación no atenta contra la lengua, es más bien parte de su naturaleza. Esto mismo sucede con todas las palabras orales que presentan múltiples variaciones en la realidad de su pronunciación sin que esto signifique ninguna obstrucción en la comunicación, no hay ninguna palabra que siempre sea pronunciada de la misma manera exacta, lo natural es que haya múltiples pronunciaciones, a veces perceptibles, a veces no, de cada una de las palabras. Cada vez que una palabra es pronunciada afecta desde la variante de quien la enuncia hasta el timbre de la voz de la persona que la pronuncia. Parafraseando a Heráclito, podemos decir que ninguna persona oye la misma palabra dos veces, porque ni la persona ni la palabra serán las mismas. Regresando al ejemplo, si en una lengua la palabra “pues” existe en varias pronunciaciones, la escritura determina una manera de representarla gráficamente, una opción es elegir una sola grafía para representar toda una palabra, esto sucede en el caso de la escritura del chino o en el caso de la escritura antigua de las lenguas mixe-zoqueanas, basta una grafía para representar la palabra completa. Otra opción es elegir una grafía por cada sílaba de la palabra en cuestión, de manera que si una palabra consta de dos sílabas, necesitaremos dos grafías para representar a esa palabra en el mundo gráfico, esta opción se puede observar en el funcionamiento de los silabarios de la escritura japonesa. Una tercera opción es representar una palabra fonema por fonema, a cada fonema de la lengua le corresponderá una grafía en el mundo de lo escrito. Esta relación no siempre es armónica pues hay abecedarios en los que existen más grafías que fonemas en la lengua como sucede con las variantes del español que tienen dos grafías “y” y “ll” para representar un solo fonema de la lengua en la actualidad. Pero seguimos con la tarea de elegir un ropón gráfico para vestir en la escritura a la palabra “pues” en un sistema que privilegia la correspondencia entre fonemas con grafías. Tenemos varias opciones, la ortografía ha privilegiado una: [pues], así como pudo haber privilegiado [pus].

Esta elección no hace que en la oralidad las diferentes pronunciaciones desaparezcan, todas son tan válidas dado que existen y son funcionales para la comunicación. La ortografía es una convención social y gráfica que se va fijando con el tiempo, que depende de muchos factores extralingüísticos y que afecta al mundo de la escritura, pero que de ninguna manera puede regular la lengua hablada. La historia de la ortografía nos lo demuestra muy claramente. Varios años después de que se hubiera publicado El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, era muy común en la época encontrar en los libros impresos que las palabras podían escribirse de muchas maneras distintas, la misma palabra “ortografía” presentaba hasta cuatro variaciones en su manera de ser representada en la escritura. La falta de reglas ortográficas estrictas no fue un impedimento para hacer libros o desarrollar la imprenta y muchos menos dicta qué es hablar bien pues hablar no forma parte de su campo de acción. Hablar bien es, en todo caso, tener la posibilidad de comunicarse y decir “nadien” nunca ha obstruido comunicación alguna.

Pero, ¿entonces a qué se están refiriendo cuando descalifican a alguien por “hablar con faltas de ortografía”? Para algunas personas que ignoran la compleja y dinámica relación entre lengua hablada y lengua escrita, las unidades gráficas deben tener una correlación perfecta entre las grafías y las unidades que se pronuncian en el habla, de manera que si la palabra escrita “nadie” contiene cinco grafías estas deben correlacionarse con exactamente cinco sonidos en la lengua oral, esta exigencia entonces descalifica el hecho de que alguien diga [nadien] porque el número de sonidos no refleja exactamente el número de grafías de la palabra “nadie”. Esta exigencia es absurda por donde se le vea, para comenzar, si el habla estuviera perfectamente reflejada en la escritura la n de la palabra “mango” debería escribirse de manera diferente a la n de la palabra “no” porque la primera es una consonante velar definitivamente distinta (haga el ejercicio de pronunciarlas). Por otro lado, la ortografía dicta la existencia de espacios en blanco entre las palabras, si habláramos replicando la escritura estos espacios serían silencios, la frase “voy a hablar” dejaría de pronunciarse como [boyablar] y tendríamos que pronunciarla con silencios entre cada palabra gráfica: un absurdo. Por otro lado, lo que se ha considerado correcto por la ortografía cambia con el tiempo; antes, lo correcto era escribir “haiga” y la simplificación “haya” era considerada un mal uso, con el tiempo la forma incorrecta según la ortografía se fue consolidando al punto de que ahora “haiga” es considerada una aberración ortográfica. Detrás de la condena por “hablar con faltas de ortografía” hay una postura anti-intelectual, como les gusta repetir, una postura que desdeña la historia de la lengua, de la escritura y de la ortografía. En realidad, lo sabemos, lo que hay detrás de esas condenas por “hablar con faltas de ortografía” se esconde otro fenómeno que surge de un lugar distinto, lo que hay detrás de esa frase absurda se llama clasismo. Es una lástima que a la discriminación lingüística siempre se le intenta disfrazar de preocupación intelectual. Al menos, hablemos con honestidad, hablar con honestidad es posible, “hablar con faltas de ortografía”, no.

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