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Pemex, de la promesa de soberanía energética a una deuda infinita de más de 100.000 millones de dólares

A pesar de que la petrolera ha recibido más de un billón de pesos del Gobierno de López Obrador, la paraestatal arrastra un pasivo financiero de 99.400 millones de dólares y adeudos de más de 19.000 millones de dólares con proveedores

Camiones ingresan a la refinería de petróleo Francisco I. Madero en Ciudad Madero, Tamaulipas, en julio de 2024.
Camiones ingresan a la refinería de petróleo Francisco I. Madero en Ciudad Madero, Tamaulipas, en julio de 2024.Mauricio Palos (Bloomberg)
Karina Suárez

El sueño de la soberanía energética planteado por el presidente de México, Andrés López Obrador, aún parece lejano. A menos de 40 días de que concluya la actual Administración, el proyecto de rescate de Petróleos Mexicanos (Pemex) que perfiló López Obrador hace seis años es una tarea inacabada ahora y tendrá que pasar a manos de la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum. Pese a las transferencias millonarias que este Gobierno inyectó directamente a la petrolera, valuadas en más de un billón de pesos, la paraestatal sigue siendo la petrolera más endeudada del mundo, con un pasivo financiero de 99.391 millones de dólares y una producción de hidrocarburos líquidos en declive, apenas por encima de los 1,7 millones de barriles diarios.

El próximo director de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, asumirá el próximo 1 de octubre las riendas de una paraestatal asfixiada en deudas financieras y con proveedores pese al paquete de capitalizaciones y condonación en impuestos que este Gobierno ha ordenado a su favor. Durante este sexenio se ha desembolsado poco más de un billón de pesos en transferencias directas, de este monto, un 61%, —equivalente a 624 millones de pesos— se han destinado al pago de la deuda, el resto del dinero se ha destinado a obras de infraestructura como la compra de Deer Park, en Texas, o la construcción de la refinería Dos Bocas, en Tabasco. Este último proyecto, cuya producción se anunció a principios de agosto, costaría 8.000 millones de dólares, pero, tras una serie de atrasos e incidencias, terminó costando más de 16.000 millones de dólares.

“Pemex no es una empresa muerta, ni está tan malo como piensan”, defendió en su primer acercamiento a los medios Rodríguez Padilla esta semana. El académico y experto en Economía de la Energía deberá echar mano de sus más de 40 años de experiencia para sacar a la petrolera de su laberinto. Aunque la deuda financiera de la paraestatal ha bajado, al pasar de 105.000 millones de dólares en 2018 a 99.391 millones de dólares este julio, la deuda sigue siendo una camisa de fuerza que acota a la petrolera: antes de que concluya el año debe pagar 4.800 millones de dólares de vencimiento en deuda y en 2025 el compromiso se eleva a 7.100 millones de dólares. A ello deberán sumarse 19.726 millones de dólares que adeudan a proveedores.

El rescate de Pemex que ha hecho este Gobierno pasa, también, por la condonación millonaria de impuestos. En este Gobierno, Hacienda redujo de 65% a 30% la cuota que Pemex debe pagar por concepto del Derecho de Utilidad Compartida (DUC), uno de los gravámenes de mayor peso para la petrolera. Sin embargo, el alivio fiscal no termina ahí, desde el año pasado, a través de una serie de decretos presidenciales se ha exonerado a Pemex para que deje de pagar algunos de sus impuestos. Solo de octubre a enero pasado, esta condonación ascendió a 110.000 millones de pesos, según las cifras oficiales. El actual secretario de Hacienda y titular de esta misma cartera en la próxima Administración, Rogelio Ramírez de la O, ha reconocido abiertamente que reestructurar los pasivos de Pemex tardarán años. “No se puede ocultar el sol con un dedo, es una empresa muy grande, que lleva seis años de reestructura”, declaró el funcionario a principios de mayo.

La exención de impuestos supone un balón de oxígeno más a una petrolera que sigue sin levantar cabeza. A junio de este año, Pemex reportó pérdidas por más de 256.000 millones de pesos. De acuerdo con el informe financiero de la empresa, atribuyó este resultado negativo a una caída en los ingresos, pérdidas cambiarias y a un incremento en el costo de ventas.

El batacazo financiero es una extensión de su problema operativo. A julio de este año, Pemex extrajo un promedio de 1,7 millones de barriles diarios de hidrocarburos líquidos, cifra inferior a los 2,4 millones de barriles diarios que la petrolera producía diariamente hace una década y muy inferior al máximo histórico de 3,4 millones de barriles registrados en 2004, durante el Gobierno panista de Vicente Fox. Aun con este declive, la aportación de la paraestatal supone un 95% de la extracción de crudo nacional, mientras que el resto corresponde a empresas privadas.

En el arranque de su mandato, el presidente López Obrador desplegó un ambicioso plan de rescate, precisamente, para devolverle a la petrolera estatal su brillo. En los albores de 2019, el compromiso federal fue elevar la producción a 2,5 millones de barriles, perro a medida que transcurrió el sexenio, con los yacimientos en declive y sin recursos para invertir en más proyectos de exploración, dicha promesa se ha ido ajustando a la baja. Ahora, el próximo director de Pemex ha fijado como meta mínima una extracción de 1,8 millones de barriles diarios de petróleo y condensados, cantidad mínima para autoabastecer a las refinerías de la petrolera, incluida la recién estrenada Dos Bocas.

La experta en energía y petróleo, Miriam Grunstein, apunta sobre el próximo titular de Pemex, Rodríguez Padilla, que es un investigador concienzudo y con amplio conocimiento sobre el sector. “Es un investigador de izquierda, pero no está desinformado y, además, tiene un conocimiento muy profundo de los impactos fiscales en exploración y producción y en mercados de gas”, refiere. En perspectiva, la experta en el sector admite como válidas las críticas que hizo en el arranque este mandato sobre la reforma energética de Enrique Peña Nieto de 2013, sin embargo, sus soluciones fueron inadecuadas y han dejado en 2024 a Pemex en un estado de vulnerabilidad. “Sí, hubo muchos errores en la reforma energética de Enrique Peña Nieto, pero arrasar con todo, sin proponer algo funcional, nos dejó en el peor de los dos mundos”, zanja Grunstein.

Para dar carpetazo a la reforma priista de Peña Nieto, el presidente López Obrador canceló las asociaciones acordadas en la Administración anterior entre la paraestatal, Petróleos Mexicanos (Pemex), y privados, pidió a los reguladores del sector no emitir nuevas licencias o permisos y canceló las subastas de campos petroleros que estaban pendientes. Al finalizar este mandato, no obstante, el presidente ha flexibilizado su postura, avalando los proyectos de Pemex con privados, por ejemplo, con el empresario mexicano Carlos Slim, todavía planea la interrogante sobre la relación que tendrá la el Gobierno de Sheinbaum con la iniciativa privada.

El exconsejero independiente de Pemex, Fluvio Ruíz Alarcón, coincide con Rodríguez Padilla en que la petrolera no es una empresa “muerta”, pero admite que tiene muchos pendientes, desde el impago a proveedores la falta de inversión en seguridad industrial y la emisión de contaminantes que sobrepasa los límites permisibles. El especialista insiste en que la solución de fondo para el problema operativo y financiero de Pemex pasa por una reforma fiscal que lo desate de sus compromisos fiscales con el Gobierno federal y le dé una mayor autonomía presupuestaria.

El también profesor asociado del CIDE aboga por un rediseño en el régimen impositivo de la petrolera para encarar los compromisos financieros. Ruiz Alarcón contrasta que mientras la petrolera estatal de Brasil, Petrobras, actualmente produce más de 3,4 millones de barriles, en México, aun con las aportaciones de condensados, apenas se llega a los 1,7 millones de barriles diarios. El experto explica que mientras en México, Pemex vivió años de sobreexplotación y de un régimen fiscal asfixiante, la paraestatal brasileña acertó al destinar parte de sus ganancias a investigación y desarrollo de nuevos campos de exploración, tanto al interior de su territorio como en el extranjero.

En una evaluación de Fitch Ratings a empresas productoras de petróleo, nacionales e independientes de América Latina, la calificadora apunta que Pemex y la brasileña Petrobras se encuentran en extremos opuestos del espectro de rentabilidad. La rentabilidad de Petrobras supera los 30.000 millones de dólares en flujo de efectivo, mientras que Pemex enfrenta los mayores problemas de vencimiento y liquidez, con 17.000 millones de dólares en deuda de corto plazo. “Pemex tiene una deuda sustancial a corto plazo y próximos vencimientos de bonos, lo que plantea riesgos de liquidez a pesar del apoyo del Gobierno”, advierte la firma en su reporte.

En los últimos 20 años, Pemex ha pasado de ser un líder regional con una producción de más de tres millones de barriles diarios a requerir de las transferencias gubernamentales para hacer frente a sus compromisos operativos y financieros. El reflotamiento de la petrolera apremia y Rodríguez Padilla ya ha adelantado que trabajará codo a codo con el secretario de Hacienda, Ramírez de la O, para encontrar un cauce de salida a una paraestatal que, pese a estar en terapia intensiva, se resiste a cualquier diagnóstico de desahucio.

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Sobre la firma

Karina Suárez
Es corresponsal de EL PAÍS en América, principalmente en temas de economía y sociedad. Antes trabajó en Grupo Reforma. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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