El Comandante Teto, El Abuelo y la guerra contra el Mencho: más de una década del polvorín de Coahuayana
El enfrentamiento entre el Cartel Jalisco y los grupos de autodefensas por el control del territorio se ha intensificado y muestra las dificultades para recomponer el tejido social en Michoacán


Héctor Zepeda es un hombre cansado. Así lo decía él mismo, hace ahora año y medio, en una entrevista realizada en su despacho, en el cuartel de la Policía Comunitaria, en Coahuayana, Michoacán, que el sábado voló por los aires, producto de un coche bomba. Nada hace pensar que su estado de ánimo haya cambiado, menos aún para mejor. En una llamada el mismo sábado, minutos después del atentado, que ha dejado de momento cuatro policías muertos, Zepeda se enfadó, ante el comentario de la cantidad de años que lleva “peleando” contra el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). “¡Nosotros no nos estamos peleando, estamos resistiendo!”, protestó, antes de colgar el teléfono.
Conocido como Comandante Teto, Zepeda lidera la policía comunitaria de Coahuayana, levantada en armas en 2014, en sintonía con el resto de grupos de autodefensa, que dijeron basta, en aquel entonces, al crimen organizado. Fue un movimiento poderoso, ilusionante para muchos, en Michoacán y en todo México. Pero con el paso de los años, carcomido por el mismo crimen que quiso vencer, se desinfló. Algunos de sus líderes murieron a balazos, como Hipólito Mora, o por enfermedad, como José Manuel Mireles; otros aprovecharon la buena imagen del fenómeno para cimentar sus ansias caudillistas, caso de Juan José Farías, alias El Abuelo. Y unos más quedaron aislados en sus propios pueblos, como Zepeda, solos, ajenos ya al interés de la sociedad, siempre en el rabillo del ojo del Gobierno, que los mira con sospecha.

Este martes, el secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch, apuntaba a la presunta cercanía de la policía comunitaria de Coahuayana con uno de los grupos criminales “en pugna” en la región, Carteles Unidos. Desde hace años, el CJNG y Cárteles Unidos –o “Cartel de Tepalcatepec, que es lo mismo”, dice a EL PAÍS una fuente cercana al Gabinete de Seguridad– pelean por el corredor de la región Sierra-Costa de Michoacán, y las zonas montañosas que comunican con la región aledaña de Tierra Caliente. El Abuelo es el líder del Cartel de Tepalcatepec. “Él y El Mencho son enemigos a muerte”, añade esta fuente, en referencia a Nemesio Oseguera, líder del CJNG, grupo que habría perpetrado el atentado del fin de semana.
El Gabinete de Seguridad federal, que coordina García Harfuch, considera que Zepeda, aunque es “independiente y autónomo”, es “operador” de El Abuelo. “Por ahí entra mucha cocaína, por mar”, apuntan las fuentes, en referencia a las playas cercanas a Coahuayana. “Por eso [los del CJNG] se quieren chingar al Teto”, añade. Sobre lo anterior, Zepeda siempre ha defendido que lo suyo es proteger a la población local, antes contra el grupo criminal Los Caballeros Templarios, y ahora contra el CJNG. “El Gobierno nos argumenta que hemos hecho un pacto con estos cabrones o con aquellos, que si Cárteles Unidos o no se qué”, decía Zepeda el año pasado, “pero no hay nada, porque a nosotros siempre nos han apoyado los mismos, la asociación de productores de plátano”.
Es cierto que la poderosa industria agrícola local apoya a la policía comunitaria de Coahuayana. De hecho, un documento gubernamental, una ficha sobre Zepeda, actualizada a este año, a la que ha tenido acceso este diario, señala que la policía comunitaria y la asociación productora de plátanos de Coahuayana llegaron a un acuerdo, en abril del año pasado, por el que la asociación entrega 70.000 pesos a la semana a la corporación. Pero el tema en realidad es mucho más amplio. Este cruce de sospechas y acusaciones disfraza una situación tan compleja como grave, en la que grupos criminales – principalmente el CJNG y caudillos locales, fuertemente armados, aliados o no con el Mencho– han distorsionado las dinámicas de la región, dejando el tejido social hecho trizas.
Zepeda se levantó en armas después del asesinato de su hermano, en un momento en que la Sierra-Costa y la Tierra Caliente se hartaban de la extorsión de los grupos criminales. Más de un década después, la situación es prácticamente la misma. Solo cambian el nombre de los grupos, las alianzas, el avance o retroceso de una u otra facción y la decadencia de las autodefensas, reducidas a las de Coahuayana, y las del pueblo vecino de Aquila, inmerso en su propia problemática, anclada en sus riquezas minerales. El asunto trasciende así a Coahuayana, incluso a la Tierra Caliente, y afecta en realidad a prácticamente todo el Estado, como demostró el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, algo más al norte, hace mes y medio.
Depende de quién mire, además, el diagnóstico es uno u otro. Una persona que reside habitualmente en Coahuayana y conoce las dinámicas criminales de la región, desdeña la noción de equilibrio en la pugna entre grupos, que desprende la explicación del Gobierno federal, y dice que “el CJNG está tratando de hacer una pinza a las autodefensas, para conseguir todo el corredor de Tierra Caliente, desde Tepalcatepec a la costa”. En esa lógica, dos caudillos locales tienen un papel importante. Se trata de Fernando Cruz Mendoza, alias Tena, y Miguel Ángel Gallegos, alias Migueladas, ambos veteranos de los Caballeros Templarios, que luego fueron independientes, y ahora, según esta fuente, trabajan bajo las siglas del CJNG.
“El Tena está del lado de Caleta”, dice, en referencia a un punto de la costa, 180 kilómetros al sur de Coahuayana. “Él siembra explosivos”, añade. En los últimos años, sobre todo a partir de la embestida del CJNG en la zona de Aguililla, entre Tierra Calienta y la costa, en 2021, el uso de minas antipersona y drones con explosivos por parte del crimen ha aumentado imparablemente. Y no solo en peleas entre los grupos, o con las policías comunitarias, también contras las autoridades. A Migueladas, esta fuente lo ubica en Apatzingán, cabecera de la región de Tierra Caliente, donde también trabaja otra escisión templaria, Los Viagra, con los hermanos Sierra Santana al frente. A Los Viagra se les acusa de haber asesinado al líder de los productores de limón de Apatzingán, Bernardo Bravo, hace mes y medio, y al propio Hipólito Mora, hace dos años y medio.

La pinza criminal se completa con la estructura del CJNG en el Estado de Colima, que dista apenas unos kilómetros de Coahuayana. De hecho, el fiscal de Michoacán, Carlos Torres, desveló el fin de semana que los criminales que llevaron la camioneta cargada con explosivos al municipio venían del Estado vecino. Desde hace años, las autoridades conocen la estructura del CJNG en Colima, gracias en parte a la investigación por la desaparición de Antonio Díaz y Ricardo Lagunes, presuntamente en Cerro de Ortega, el primer pueblo de Colima, según se cruza desde Michoacán. Díaz era parte del comisariado ejidal de Aquila y Lagunes era su abogado. El primero peleaba por liderar el comisariado e incrementar las aportaciones de la empresa que explota la mina de hierro local, Ternium, situación que generó tensiones en la comunidad y con la misma minera.
Las pesquisas por la desaparición, ocurrida en enero de 2023, apuntan a Óscar Arreguín, alias El Anzuelo, cabecilla criminal en Cerro de Ortega, Carlos Macías, alias Sky, cabecilla en la cabecera municipal, Tecomán, y el presunto jefe de ambos, Luis Gabriel Cabrera, alias El Humilde. La fuente que conoce las dinámicas regionales señala que El Anzuelo es uno de los “volteados”. Originario de Coahuayana, él, igual que otros, habría desertado de la policía comunitaria del municipio, en favor del CJNG. “Había varios infiltrados, pero los mataron y perdieron sus fuentes de información sobre el comandante Teto”, señala. Esa, dice, sería también una de las posibles explicaciones del atentado.
Desde hace al menos cinco años, el Estado mexicano conoce todos estos nombres. Documentos de inteligencia militar de 2020 en adelante, divulgados por el colectivo de hackers Guacamaya, ubican la estructura del CJNG en la zona sur de Colima, Tecomán y Cerro de Ortega. El Ejército ubica igualmente a los líderes locales del CJNG en la región Sierra-Costa de Michoacán, y a los de Tierra Caliente. Pero los años pasan y todos siguen sueltos. La geografía accidentada de estas regiones, es cierto, dificulta los operativos de las autoridades. Como antes en Sinaloa, la captura de los líderes y la ruptura de las cadenas de criminalidad e impunidad aparecen como un reto mayúsculo para el Gobierno de Sheinbaum.
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