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Los cuatro ‘hackers’ mexicanos a la caza de pedófilos en Internet: “Cada vez es más fácil ejercer esta violencia”

El colectivo oaxaqueño DLR realiza un monitoreo constante en la Red, donde denuncia prácticas como la difusión de contenidos íntimos sin consentimiento o de explotación infantil

The Mexican hackers hunting pedophiles
Rodrigo Soriano

Salta la notificación. Uno de los 350 miembros del grupo de Telegram acaba de enviar la fotografía de una joven estudiante oaxaqueña en falda, que hace un rato regresó a su casa de la escuela. Comienza la cascada de mensajes en el chat: “Es imposible no mirar cómo se le acomoda la falda”, “sube más”, “¿qué usa, tanguita?”, “está re deli”. La perturbadora conversación da un giro más siniestro cuando uno de los interlocutores revela quién mandó la imagen: “Arriba creo que dijo que era su hija o hijastra”. Son parte de los mensajes revelados a finales de noviembre por el Colectivo DLR, un pequeño equipo de hackers que lucha contra la violencia digital. En el grupo de Telegram había adultos, pero también menores. La publicación en redes de la conversación derivó en una investigación de la Fiscalía de Oaxaca, que comenzó a entrevistar a alumnos de las dos preparatorias de la capital, donde estudian las víctimas. Pese a la gravedad del tema, supone solo una de las cientos de denuncias que el Colectivo DLR dice recibir a diario.

Andy Torres recibía unas 50 denuncias diarias en redes cuando puso en marcha el equipo, en 2020. Casi seis años después, la cifra se ha multiplicado como los hongos en temporada de lluvias, hasta alcanzar unas 800 o 1.000 al día. “El incremento es demasiado, este tipo de violencia ha crecido mucho. Aunque más que crecer, creo que comenzamos a identificar más fácil la violencia digital”, cuenta Torres, director general del Colectivo DLR. El equipo actual del Colectivo DLR está conformado por nueve trabajadores, pero son cuatro los que abordan el total de las denuncias. “Mucho de lo que hacemos es de manera automatizada. A veces tiras un servidor y el servidor tenía 10 sitios, con eso se van 10 casos. Eso facilita esta parte del trabajo. Pero [que seamos tan pocos] se escucha como muy impactante”, cuenta.

El equipo entró al chat de Telegram por un enlace compartido en un grupo de WhatsApp que contaba con más de 1.000 usuarios, cerca del límite permitido por la aplicación. Torres asegura que en ese también se compartía el mismo tipo de fotografías de menores. Y dice al acceder notaron un cambio: “Era un grupo que compartía contenido íntimo de mujeres. Todas eran adultas, pero de pronto alguien incitó a comenzar a compartir fotografías de menores de edad y así fue como se detonó esto”. En esa conversación de Telegram, un usuario pasaba fotos de su hijastra, otro de su prima. Las imágenes comenzaron entonces a brotar.

Chat - Encapsulado

Torres ve muy grave el incremento de estos casos, pero también la facilidad con la que lo realizan. “Cada vez es mucho más fácil tomar un dispositivo y empezar a ejercer este tipo de violencia”, subraya. Es el caso visible de una realidad presente en las redes sociales, un fenómeno que también ha logrado saltar las barreras de otras plataformas como Facebook. Ahí, el equipo de Torres también ha detectado grupos en los que subían imágenes de niñas con connotaciones sexuales, sin la necesidad de caer en el desnudo. “Era como una invitación para que otras personas se sumaran a su grupo y de ahí poderlos cambiar alguna otra plataforma, como Signal o Telegram”, dice. El colectivo se comunicó con Facebook para borrar uno de ellos, porque notaron que el número de seguidores aumentaba exponencialmente, aunque la gente lo compartía con el fin de denunciar: “Cuando nosotros lo vimos, nada más había 1.000 usuarios. En unas dos horas, 4.000 y en crecimiento”.

Es un caso similar a La Princesa de Papá, un grupo de Facebook que se ha puesto en el centro del debate. Los usuarios movían imágenes sexualizadas de mujeres y niñas en un foro que contaba con más de 20.600 miembros. Esta vez, fue la comunidad We are women on fire la encargada de exponer el domingo los mensajes que se compartían: “Con paciencia y salivita”, “alguien que pase videos de niñas”. La Fiscalía de Nuevo León y la policía estatal ya inició las investigaciones pertinentes sobre el caso.

La inteligencia artificial (IA) también ha abierto su espacio en la violencia sexual digital, hasta salir de las pantallas. En 2023, las autoridades de Ciudad de México detuvieron a un exalumno del Instituto Politécnico Nacional (IPN), acusado de tomar fotos de las redes de sus compañeras para alterarlas con la IA. La investigación del Ministerio Público capitalino reveló 166.000 fotografías editadas y unos 20.000 videos. “Hablamos de una gran cantidad de imágenes que terminaron utilizándolas para ejercer acoso, extorsión y para muchas otras cosas. A veces no percibimos es que algo tan pequeño como modificar una imagen puede hacer que la violencia se traslade de una plataforma a un entorno físico”, reflexiona Torres.

Aunque no cuentan con datos concretos, la información recabada estos años por el Colectivo DLR expone que son ellas, las mujeres y niñas, las más afectadas por este tipo de violencia digital y por la filtración de contenido íntimo: “Tenemos como dos rangos de edad: el más alto, va de los 25 a los 35 años, en mujeres; y, en infancias, hablamos desde ocho años a los 12”. Aunque matiza que el fenómeno es intergeneracional: “Hemos tenido casos de mujeres muy jóvenes, pero también de mujeres como de 80 años, que no te imaginarías que puedan llegar a pasar este tipo de violencia”.

La revelación en redes del chat de Telegram movilizó a las autoridades de Oaxaca. Es uno de los puntos por los que Torres cree que merece la pena denunciar estos actos. “Las autoridades comienzan a prestar atención a este tipo de acciones. En México, ya tenemos reformas a la ley que permiten el castigar o penalizar este tipo de acciones, pero, lamentablemente, no ha habido tantos casos para poder judicializar estas carpetas”, explica. Y añade: “Cuantas más denuncias existan, los jueces comenzarán a prestar más atención a este tipo de casos”.

La exposición pública, dice Torres, también es la herramienta para colocar al agresor en una posición más indefensa. Reflexiona: “Cuando comencé a hacer este trabajo, las personas utilizaban su foto de perfil, su nombre real, sus números personales. No tenían vergüenza de compartir la foto de alguien […] Hoy en día, ya se intentan cuidar, se ocultan y demás. Notamos que realmente a los agresores les causa un daño”.

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Sobre la firma

Rodrigo Soriano
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Ciudad de México. Estudió Periodismo en la Universidad de Valencia y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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