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NATALIA LAFOURCADE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El canto de amor y vida de Natalia Lafourcade en el Carnegie Hall

La cantante mexicana, la latina con más premios Grammy, brilla en la célebre sala de conciertos de Nueva York en un recital para alimentar las ganas de vivir

Natalia Lafourcade en su concierto en Barcelona en 2023.
Natalia Lafourcade en su concierto en Barcelona en 2023.JOSÉ IRÚN
Carlos S. Maldonado

¡Ay, ayayay! Resonó un grito en el entarimado del Carnegie Hall. No era un grito de lamento. Mucho menos de dolor. Era una invitación a vivir, a amar, a bailar. Era la visa que la mexicana Natalia Lafourcade entregaba a un auditorio copado como pasaje para traspasar la frontera de la felicidad en momentos de guerra, de muros que separan, de amenazas ultras, de odio que divide. “¡Qué bonita es la vida!”, gritó la de Veracruz y el grito no era de lamento, sino de amor.

Lafourcade, la artista latina con más premios Grammy de la historia, cerró un año espectacular con un concierto en esa mítica sala de Nueva York, lugar casi sagrado donde todos los artistas quieren triunfar. El concierto lo convirtió, además, en un álbum que reúne en vivo esa noche memorable en su carrera: Natalia Lafourcade Live at Carnegie Hall, que ha salido al público en plataformas como Spotify en este diciembre, que se abre a la incertidumbre. El disco ha sido producido por el argentino Cheche Alara, con quien la cantante ya había trabajado en Musas, su homenaje a la música tradicional latinoamericana y ganador del Grammy Latino en 2017 al Mejor Álbum Folclórico. La veracruzana sigue firme la senda que ha trazado desde entonces, en un viaje íntimo de rescate de las tradiciones musicales de un continente que supura música, de México a Cuba, pasando por Venezuela y hasta Uruguay.

El mensaje de la noche en el Carnegie Hall era claro: para qué sufrir, si no hace falta. El son hermoso de un piano abrió un concierto de casi dos horas, en el que Lafourcade cantó desde el alma viejas canciones con nuevos arreglos y nuevas obras para un público entregado. Al piano le siguió De todas las flores, la canción que da nombre al álbum lanzado en 2022 con tonadas originales y un cóctel que reúne los ritmos tersos del folk y el jazz, la calidez seductora del bolero y la cumbia y el erotismo desenfrenado de la samba y la bossa nova. Si los dolores del corazón son parte de la vida, ¿por qué tomárselos con amargura? De todas las lunas que miramos / solo quedan algunas memorias / cuando nos reímos / cuando nos tuvimos / en las calles de Madrid, borrachos fuimos sin un rumbo fijo. Cantaba Lafourcade a los recuerdos de amor con el alma agradecida por lo vivido. Sentimiento profundo, como solo los mexicanos saben expresarlo. ¡Ay, ayayay!

No todo en la vida es llorar por amores pasados. Y menos por relaciones tóxicas, por amores que te consumen, como aquel novio que una vez le dijo que nunca grabaría un disco sola. De la nostalgia por lo perdido y los quebrantos, la mexicana pasó a la reivindicación de la soledad, de la necesidad de curarse, de hacerse a un lado, de sanar. Lafourcade tenía una cita que atender consigo misma y la compartió sonriente con su público. Una cita para encontrar su lugar correcto, un espacio que le permitiera apreciar las pequeñas grandes cosas, como los atardeceres, ese resplandor de colores que pinta el cielo de Veracruz. Perdona si lloré, lloré y lloré mientras bailaba / tenía dolores viejos que atender de aquel pasado / entonces regresé a ese silencio necesario / para escuchar al corazón hablar de la verdad. Vamos, darse un respiro, porque a veces el amor también puede empachar.

Aquella chica que en el 2000 lamentaba no tener a galanes de película como Gael García, se ha transfigurado en una cantautora de culto. Del pop empalagoso que pretendía ser rompedor, ha pasado a una artista de calibre, que impone su estilo, ya sea cuando pide prestada una canción a alguien de la talla de Agustín Lara, como cuando de su cabeza salen sones propios. Lafourcade ha convertido su estudio de Veracruz en un laboratorio, algo así como un taller de alquimia a lo Buendía. De allí sale un basto repertorio musical que perfecciona con cada nuevo proyecto. No por nada la mexicana tiene embelesada a la crítica y a la Academia estadounidense de la música, que la aplaude y premia cada uno de sus trabajos. Quien ha seguido paso a paso la carrera de Lafourcade, puede asegurar que su música se ha ganado un lugar destacado en el podio de la lírica latinoamericana. Sin estruendos. Ni a gritos. Sin reguetón ni corridos tumbados.

La de Lafourcade es elegancia pura. Belleza. Para apapacharse el alma, como dirían en México, escribe, por ejemplo, Pajarito colibrí, un himno a esa minúscula ave que al libar hace que el mundo florezca. La canción es una invitación a abrazar la vida y darle la espalda a los miedos. Cuando sientas que infinito el mundo se abre ante tus alas / dentro de tu pecho pierdas el aliento / pídele al cielo que te haga volar / Y si sientes vértigo en el vuelo / que se enciende el fuego dentro de tu pecho / pide al universo, en tu ser entero dulce libertad. Sobre esta canción, la artista ha dicho que es un mensaje importante “en estos tiempos que atraviesa la humanidad”. “La importancia de cuidar nuestro corazón y permitirle al alma un camino libre en felicidad y confianza hacia la vida”.

¿Y qué mejor forma de ser feliz que bailando? Lafourcade dijo en su noche del Carnegie Hall que se le salía el corazón del cuerpo de la emoción y para frenarlo puso a bailar a su público, de la mano de la cubana Omara Portuondo, que durante ya algunos años ha sido su compañera de viaje. Cuba y su son en el entarimado, enlazado con el son jarocho veracruzano. “¡Mira nada más lo que tenemos aquí!”, dijo emocionada la artista al anunciar a la cubana, que encandilaba con ese tú me acostumbraste. “Sutil llegaste a mí como la tentación”, suspiraba la célebre cantante bajo los acordes del arreglo preparado por Lafourcade y sus músicos para su noche de triunfo en el sagrado recinto neoyorkino. Un triunfo más de la mexicana, imparable en su carrera y su búsqueda de la belleza. ¡Ay, ayayay!, gritó emocionada. Y el grito no era de lamento, sino de amor.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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