Talking Heads, sobre la grabación de uno de los mejores conciertos de la historia: “Pagamos todo por nuestra cuenta”
Tina Weymouth y Chris Frantz, bajo y batería de la legendaria banda de Nueva York, comparten recuerdos sobre la filmación de ‘Stop Making Sense’, que cumple 40 años con una restauración y emisión en salas de cine
Presenciar Stop Making Sense, la película del concierto más importante en la carrera de los Talking Heads, es ver más que una presentación en vivo; es ser testigo de una sinfonía visual, donde el sonido trasciende el escenario y el movimiento se convierte en lenguaje. La banda no se limita a actuar: construye un mundo ladrillo a ladrillo, canción a canción. Es una coreografía de caos y control, en la que los gestos erráticos de David Byrne —el líder— forman parte tanto de la música como del ritmo que impulsa cada nota.
A lo largo del espectáculo los trajes se agrandan, los espacios se estrechan y, sin embargo, todo parece ilimitado. Es como si la música desenredara lo que las palabras por sí solas no pueden expresar: una experiencia en la que la lógica se disuelve y todo lo que queda es la emoción pura y cruda de estar vivos, juntos, en un momento fugaz de sonido y movimiento.
Stop Making Sense fue filmado por el director independiente Jonathan Demme (El silencio de los inocentes) a lo largo de cuatro noches en el Teatro Pantages en Los Ángeles, California, y se estrenó en 1984. Desde entonces ha sido considerado uno de los más grandes conciertos filmados en la historia. En 2021 fue seleccionado para preservarse en el Registro Nacional de Filmes de la Librería del Congreso de Estados Unidos y ahora, 40 años después, ha sido reestrenado después de una restauración en alta definición proyectada alrededor del mundo tanto en salas comunes como en IMAX (es el evento en vivo más taquillero en su historia). En México, la cinta ha llegado con distribución de Pimienta Films para una serie de proyecciones en las que la gente se ha parado en sus asientos para bailar y perderse en la euforia atemporal y perdurable de la obra.
Dos elementos clave de la puesta en escena, el baterista Chris Frantz y la bajista Tina Weymouth —miembros fundadores y pareja desde los primeros años de la banda— hablaron con EL PAÍS a través de una llamada de Zoom desde Nueva York sobre los inicios de la película, los preparativos y los retos a los que se enfrentaron durante los conciertos, además del legado de la obra. También profundizan en su larga relación de pareja, su forma de compaginar la vida familiar con sus carreras musicales y sus esperanzas para futuros proyectos musicales como Tom Tom Club, su otra agrupación con la que han lanzado seis álbumes de estudio. El último, Downtown Rockers, publicado en 2012.
Pregunta: ¿Cómo se preparó la banda para un proyecto de tal magnitud?
Tina Weymouth: Jonathan Demme es un gran amante de la música. Había visto el concierto, así que se acercó a nosotros y nos dijo: “Creo que sería una gran película”. Y le dijimos: “Sí, nosotros también lo creemos” (ríe). Además tiene un gran equipo a su alrededor, como directores de fotografía y gente que vino de gira con nosotros como Sandy McLeod, que trazó todas las tomas de cámara con antelación, para que todo pudiera ponerse en su lugar cuando finalmente rodamos la película. Fueron meses de preparación. Creo que hicimos cuatro noches en el Teatro Pantages, pero la primera fue un fracaso total. Me dijeron que era sólo un ensayo, estaban filmando algo para saber dónde debían estar las cosas, etcétera. Tanto ellos como nosotros aprendimos mucho de esa noche.
La música y la fotografía son una mezcla de tomas que se hicieron en diferentes noches. Así que no siempre se obtiene una perfecta sincronización, pero es bastante cercano. Chris tenía una señal en su oído para iniciar la canción, sólo para averiguar cuál era el tempo, para que no tocara demasiado rápido o lento, y siempre dio en el clavo. Es un reloj humano. Así que las cosas funcionaron muy bien. Hubo una gran relación entre nuestro equipo de rodaje y la banda, así que todo encajó a la perfección.
Hubo también algunos momentos que asustaron a los propios cineastas. Un día, Jonathan, se quedó atascado en el tráfico y no era capaz de llegar a nuestro rodaje. Obviamente el equipo tuvo que trabajar demasiado. Tenían que desmontar todo el decorado para que David [Byrne] pudiera salir al escenario vacío y volver a empezar, y teníamos que hacer una prueba de sonido todos los días con el equipo de rodaje, así que no había que hacerlo una vez, sino dos. Fue realmente un reto. A veces, cuando las cosas parecen realmente difíciles e imposibles, la gente junta sus corazones y sus mentes, y simplemente salen adelante muy bien. Fue una muy buena lección de vida.
P: Y Chris, ¿cómo se sintió creando esto con la presión de ser el encargado de mantener el ritmo y hacer que la banda se mantuviera unida todas las noches?
Chris Frantz: Afortunadamente trabajé con una gran banda, y yo tenía a Steve Scales (el percusionista) a mi lado, a Tina y David delante de mí, Alex Weir en la guitarra, Bernie Worrell en los teclados, y Jerry Harrison en varios instrumentos. Me sentí muy cómodo con ellos. En ese momento habíamos trabajado juntos durante mucho tiempo como un conjunto, y el concierto evolucionó hasta el punto en que fue un gran espectáculo. Se convirtió en algo que era incluso mejor de lo que esperamos. Me siento muy orgulloso de ello, y muy feliz de haberlo hecho. De hecho, se nos aconsejó que pagáramos todo por nuestra cuenta, lo cual fue una gran idea, porque debido a eso el trabajo nos pertenece. Fue un montón de dinero para nosotros. Lo pusimos todo sobre la mesa, y funcionó muy bien,
T.W.: En realidad no hizo tanto dinero la primera vez hace 40 años. Pero nosotros estábamos contentos de todos modos. Poco a poco sentimos cómo iba creciendo. Pensamos: “Se va a ganar el dinero de vuelta”. Y el año pasado IMAX nos dijo que fue el evento en vivo más vendido de su historia.
P: ¿Por qué creen que la película se ha hecho tan icónica?
C.F.: Bueno, el espectáculo en sí lo es, ¿no? Es clásico en el sentido de que no usamos rayos láser ni flashes ni todos los adornos de un gran concierto de rock que se ven hoy en día. De hecho, comienza con un escenario desnudo. La gente entraba y decía: “¿Qué? ¿Dónde está la banda? ¿Van a tocar esta noche?”. Y se construye muy gradualmente hasta después de cinco canciones. Hay una gran banda ahí fuera, muy poderosa, y éramos negros y blancos juntos, rockeando. Por eso ha tenido tan buena longevidad.
T.W.: Sí, no hay nada en ella que diga: “Oh, se ve muy de la década de los ochenta”. Todo lo que usamos eran cosas viejas de teatro que podrían haber sido utilizadas en el Bataclán en la época de Jean Cocteau. Es un estilo de teatro muy viejo que ha existido por lo menos 150 años. Pero nosotros no éramos actores, somos personas reales disfrutando. Y creo que eso es parte de la magia. Es la increíble química de los miembros y la forma en que Jonathan Demme y su cámara iban de un músico a otro, sin centrarse demasiado en dónde están nuestros dedos, sino observando, mirando nuestros ojos. Mi impresión era: “Wow, tengo un asiento muy bueno en el recinto. Puedo ver, ver a toda la banda desde aquí”. Y tuve que, a veces, recordar concentrarme y estar alerta de las canciones. La mayor parte se arregló en el ensayo. Pero siempre dejábamos pequeños lugares para que la gente improvisara y eso siempre nos daba maravillosas sorpresas. Y estábamos felices y orgullosos de nosotros mismos cuando éramos consistentes. Ese era nuestro ideal: ser sostenidamente buenos y nunca olvidar a los fans. Ya sabes, esa conexión espiritual era muy importante; tienes que respetar al fan.
P: ¿Hay algo que hubieran hecho diferente durante esos conciertos, ya sea musical o visualmente? ¿Chris, alguna opinión sobre la camisa turquesa?
C.F.: (Ríe) Tina dice que usé la camisa turquesa porque mi otra camisa estaba en la lavandería. Pero solamente la usé durante la primera parte de la película. En la segunda mitad ya tenía la que era color caqui, que iba más acorde con nuestras instrucciones de vestuario. No hay nada que cambiaría… excepto tal vez la camisa.
P: ¿Ha surgido recientemente la idea de publicar más música con su otro proyecto musical Tom Tom Club? Y si es así, ¿cómo sería el sonido o la dirección actual?
C.F.: Seguimos intentando volver a nuestro estudio. Recientemente hemos renovado nuestro estudio en casa, que realmente es bueno, pero no hemos conseguido hacer mucho en él porque hemos estado haciendo entrevistas [ríen]. Pero no solo es eso, sino también los negocios familiares y todo tipo de cosas. Son distracciones que nos impone este mundo moderno, ¿sabes? Pero sí queremos trabajar en el proyecto, y estoy bastante seguro de que lo haremos.
P: Como una pareja de artistas que lleva junta tantos años, ¿qué cualidades han llegado a apreciar más el uno en el otro como compañeros en la vida y en la música?
T.W.: Oh, dios mío, es una lista demasiado larga, pero tengo mucha, mucha suerte, porque nos conocimos jóvenes, nos enamoramos y hemos sido muy respetuosos el uno con el otro. Creo que esa es la clave. Y trabajamos bien juntos. Nos amamos, pero también amamos nuestro trabajo, y podemos tener ideas diferentes. Él es muy brillante, y eso lo respeto mucho, porque me gustan los hombres inteligentes. Eso mantiene la atracción para siempre.
C.F.: Creo que Tina es también super inteligente, probablemente más que yo. Como usted sabe, eso es muy atractivo para un hombre. Pero también mire qué guapa es. Y tenemos una buena vida familiar juntos. Acabamos de regresar de un viaje a Bretaña, Francia, de donde es la madre de Tina y estamos encargándonos de la casa familiar y hacemos pequeños proyectos juntos…
T.W.: Disculpa por interrumpirte pero tienes razón. Es divertido. Lo que agregaría es que es parte de tener una vida normal. Tom Tom Club es una familia increíble de amigos, pero desde que Chris y yo nos conocimos decidimos que los dos teníamos la ambición de hacer estas cosas artísticamente y musicalmente, y a la vez queríamos tener una vida normal. No íbamos a ir convertirnos en el tipo de personas “Hollywood” [ríe]. Creo que ese es un aspecto muy importante para mantener la cordura. cuando todo es un caos a tu alrededor: tener un tipo de enfoque muy normal es pragmático, pero también es esencial.
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