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¿De quién es el espacio público? El espectáculo de la política y la “limpieza social” de Sandra Cuevas

La alcaldesa de la Cuauhtémoc se ha visto envuelta en un nuevo escándalo: una decena de organizaciones la acusan de expulsar violentamente de las calles a las personas sin hogar

Colectivos protestan en la explanada de la Alcaldía Cuauhtémoc contra las acciones encabezadas por la alcaldesa Sandra Cuevas.
Colectivos protestan en la explanada de la Alcaldía Cuauhtémoc contra las acciones encabezadas por la alcaldesa Sandra Cuevas.Silvana Flores
Alejandro Santos Cid

Sandra Cuevas quiere poner “orden y disciplina” en la Cuauhtémoc a toda costa. A golpe de motosierra, si es necesario. La dirigente busca salvar su “hermosa” alcaldía, la más céntrica de la Ciudad de México y la de mayor peso político, y se ha embarcado en una cruzada para erradicar la suciedad, la corrupción y el delito que, según ella, asolan las calles. Cuevas lleva meses inmersa en un operativo con el simbólico nombre de Diamante, con el que espera “recuperar el espacio público y brindar seguridad”. El problema, de acuerdo con una decena de colectivos sociales que se han manifestado este viernes en el barrio, es que por el camino está realizando “una limpieza social” que expulsa de manera violenta a las personas sin hogar o las trabajadoras sexuales. Es decir: a aquellos que tienen la mala suerte de no formar parte del ideal de orden de la alcaldesa.

El Operativo Diamante lleva en marcha ya un par de años. Su principal medida, la que promociona constantemente en redes sociales, es en apariencia inocua e inofensiva: ella y su equipo quitan de las calles pérgolas presuntamente ilegales de los restaurantes de la Cuauhtémoc que ocupan las aceras y dificultan el paso de los peatones. En un video que se viralizó esta semana, la alcaldesa, con un atuendo de reminiscencias policiales, rebanaba los pilares de uno de los porches con una motosierra. La estructura se vino abajo. Cuevas no pudo evitarlo, la metáfora se escribía sola: “Derribamos el abuso y cortamos de tajo la corrupción”, publicó en su perfil de Twitter.

Para sus detractores, sin embargo, la lucha contra las pérgolas es solo una de las caras del Operativo Diamante. Su reverso más oscuro, critican, es un intento de pulir todo aquello que huela a humilde —”yo fui pobre y no me gustan los pobres”, dijo en una de sus más polémicas declaraciones la alcaldesa—. “Sandra Cuevas busca que las personas en situación de calle no ocupen los espacios públicos, busca desplazarles. No hay un trabajo para poder brindarles mejores condiciones de vida, un hogar, empleo, educación, a lo que cualquier persona de la sociedad tiene acceso”, denuncia una de las activistas que ha organizado la protesta del viernes, Victoria Sámano.

La activista, que se define como “mujer trans y puta”, es fundadora de Lleca, un colectivo que atiende a “mujeres y personas de la diversidad que viven en situación de calle o están en riesgo”. “Esto no es algo nuevo, ahora se ha hecho muy público porque Sandra Cuevas no teme hacerlo público, pero lleva tiempo realizándose con otras administraciones de Gobierno. Lo que cambia ahora es que ella lo dice, es una justicia a través de prejuicios y estigmas. En lo personal me ha tocado verlo, incluso se ha referido a personas en situación de calle como mugrosos y drogadictos”, añade. Numerosas denuncias públicas han documentado situaciones en las que la policía amenaza a las personas que viven en la calle para que se vayan de la alcaldía. “Se está actuando con violencia física y verbal, les quitan las pocas posesiones que tienen para sobrevivir, están violentando sus derechos humanos”, protesta Sámano.

Mano dura y gusto por los focos

Cuevas nunca ha escondido que es partidaria de la mano dura para mantener su visión de orden. Tampoco oculta su gusto por los focos. “En una sociedad acosada por la delincuencia, los abrazos no valen. Necesitamos aplicar toda la fuerza de la ley para garantizar la seguridad”, afirmó en un video en el que aparecía realizando prácticas de tiro, difundido en sus redes sociales. La alcaldesa es amiga de las armas de fuego y del espectáculo político; de una visión de la gestión pública que apuesta por la difusión constante de su figura y la confrontación como estrategia —es famosa su animadversión hacia Claudia Sheinbaum, exjefa de Gobierno de la capital y aspirante a suceder al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador—.

La polémica por las pérgolas en las aceras viene de lejos. Fue una medida de la capital para impulsar el consumo de los restaurantes durante la pandemia, cuando convivir en interiores era aún un riesgo. Pero, como en el famoso microcuento de Augusto Monterroso, cuando la emergencia sanitaria se diluyó, los porches todavía estaban allí. Varios colectivos vecinales como La Voz de Polanco lo denunciaron como una ocupación ilegítima del espacio público. Otros planteaban que preferían las calles llenas de terrazas que de coches. La iniciativa surgió de la Agencia Digital de Innovación Pública de la capital, un organismo del Gobierno central de la ciudad. Y Cuevas, que aprovecha cualquier descuido para arremeter contra Sheinbaum, no dejó pasar la oportunidad de capitalizar el descontento y plantear la erradicación de las terrazas como una lucha contra la corrupción.

La de las pérgolas no ha sido la única batalla por el espacio público que ha librado. En abril, expulsó de la plaza Giordano Bruno a 200 migrantes haitianos que dormían al raso en un precario campamento improvisado. En febrero, trató de hacer lo mismo en el quiosco Morisco, en Santa María de la Ribera, con un grupo que acudía todos los domingos a bailar desde hacía años. La medida se recibió tan mal entre la población que Cuevas tuvo que destituir a dos directores generales de la alcaldía. Llegó incluso a anunciar que se retiraría de la política al término de su gestión, aunque luego se arrepintió y anunció que, en realidad, lo que le gustaría es alcanzar la Secretaría de Seguridad de la capital. En mayo del año pasado, uniformó todos los puestos callejeros bajo su jurisdicción: los pintó de gris y estampó el logo de la alcaldía, una decisión que despertó la indignación de los vecinos y el mundo del arte, que veían los rótulos como un símbolo de identidad cultural.

EL PAÍS se ha puesto en contacto con Sandra Cuevas y su equipo en varias ocasiones y a través de distintas vías, pero no ha obtenido respuesta.

“Son prácticas injustas e inhumanas”

Sergio Orihuela es psicólogo social, vecino de la Cuauhtémoc e integrante de Lleca. Desde hace años, trabaja con personas sin hogar. Para Orihuela, Cuevas tiene una visión única de cómo se debe gestionar el espacio público que responde a su idea personal de “orden y progreso”. La “limpieza social”, por tanto, queda justificada bajo la lógica de que las personas desplazadas e intimidadas son “indeseables” y “delincuentes”, dice el activista, un sacrificio necesario para mantener la pulcritud y el bien común de las familias de bien. La erradicación de los rótulos o los grupos de baile callejero, también: todo aquello que tenga trazas de cultura popular. “Todas estas acciones apuestan a mantener una imagen que favorece a las élites de nuestro país. Son prácticas injustas e inhumanas que atentan contra los principios de la dignidad de las personas”, sentencia el experto.

Las 16 organizaciones que han convocado la protesta contra las políticas de la alcaldesa denuncian que los desplazamientos forzados de la población vulnerable del barrio no van acompañados de protocolos para atender a las personas sin hogar. También que los actos de Cuevas y su equipo no encuentran represalias de autoridades superiores. Orihuela asegura que Lleca y el resto de colectivos han tratado de mantener un diálogo con la alcaldesa para encontrar soluciones al problema, pero nunca han obtenido respuesta.

Cuevas continúa con su cruzada por la pulcritud, inasequible al desaliento y la autocrítica. Esta semana, durante una entrevista para El Heraldo de México en la que la periodista la preguntó cómo calificaría su gestión, la alcaldesa respondió: “Pues yo me pondría un 10, excelente”. Los escándalos no pesan sobre sus hombros, a pesar de que no paran de acumularse: denuncias de limpieza social, agresiones a dos policías por los que tuvo que pagar un acuerdo reparatorio y acudir a un tratamiento psicológico para “manejar la ira y las emociones”, lanzar balones con billetes de 500 pesos pegados desde un balcón de la alcaldía durante un acto público… Todo por el bien del orden social. Aunque a veces toque bajar al barro y agarrar la motosierra.

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Alejandro Santos Cid
Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre la actualidad mexicana con especial interés por temas migratorios, derechos humanos, violencia política y cultura.

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