El empuje de las mujeres en la política mexicana
Las feministas se congratulan del ascenso femenino en la vida pública del país, pero la agenda de la igualdad se mantiene en la incertidumbre
La lista de las mujeres que pululan estos días por la política mexicana es extensa. No ha habido en la historia del país un momento en que la misma palabra, política, resultara tan femenina. Usando el nombre de pila se visibiliza mejor: Claudia, Lilly, Xóchitl, otra Claudia, Beatriz, Luisa María, Alicia, Delfina, Alejandra… Todas ellas, por supuesto, tienen su apellido y su ideología propia, así que puede afirmarse, sin arriesgar, que el destino próximo de este extenso territorio, machista por demás, no estará en manos de una mujer, sino de varias. Cosa distinta será que asuman una agenda feminista y que se desempeñen con criterios distintos de los conocidos por siglos. El momento actual no es logro de ningún gobierno, son las feministas quienes reivindican para su trinchera el cambio producido, dulce en lo cuantitativo, pero en la incertidumbre aún en lo cualitativo. “Es tiempo de mujeres”, dijo hace unos días la exalcaldesa y ahora aspirante morenista a la presidencia, Claudia Sheinbaum. Y en eso no se equivoca.
La lucha de las mujeres ha supuesto un tsunami para el feminismo en los últimos años en México, un movimiento que está más fuerte que nunca y que ha sufrido, como siempre, para avanzar. En el campo legislativo se ha conseguido la paridad completa para alcanzar las instituciones, por no hablar de muchas otras leyes de vanguardia que, al menos sobre el papel, ahí están ya. Y esos cambios han tenido que contar con la unión y el empuje políticos de muchas de ellas, que antepusieron la lucha por la igualdad a los designios de sus jefes de fila. Fue notable la oleada de críticas y censuras al candidato morenista a la gubernatura de Guerrero en 2021, Félix Salgado Macedonio, acusado de violación y con un feo expediente machista. Lo acosaron desde las filas propias y las extrañas, y lo tumbaron, que es tanto como decir que doblegaron la voluntad del presidente Andrés Manuel López Obrador, nada fácil, por cierto. Fue su hija, Evelyn Salgado, quien tuvo que encabezar el cartel y hoy es presidenta de ese Estado. A rebufo de todo aquello, se ha conseguido una ley que aparta del poder público a todos los que tienen una cartilla de méritos similar a la de Salgado Macedonio o a los padres separados con deudas de manutención para sus hijos, por ejemplo. Otro tanto para el marcador de la igualdad.
Un nombre se impuso desde hace tiempo con fuerza en la nómina femenina. Claudia Sheinbaum conquistó la alcaldía de la capital mexicana para una mujer por primera vez en la historia y, desde entonces, su nombre no ha dejado de sonar, hasta situarse hoy en las preferencias de millones de ciudadanos con vistas a la nueva presidencia del país en 2024. Otro hito lo ha marcado Norma Piña, consiguiendo la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, por primera vez también en manos de una mujer.
A López Obrador le ha perseguido el feminismo como una pesadilla en todo su mandato. A las meteduras de pata del presidente en este terreno, y no han sido pocas, le seguía un aluvión de críticas, tanto en las instituciones como en la calle. Pero una cosa no se le puede regatear, y son sus gabinetes paritarios. Hay que recurrir a la misma expresión: nunca antes se vio algo así. Sus dos últimos nombramientos, el de Alicia Bárcena para secretaria de Exteriores, y Luisa María Alcalde como jefa de Gobernación, han sido celebrados incluso por quienes no están de acuerdo con el presidente. La paridad conquistada ha situado en estos años un buen número de gobernadoras. En el más populoso del país, el Estado de México, dos mujeres combatieron recientemente y hoy Delfina Gómez es la gobernadora. Nunca antes se vio.
La feminista Patricia Olamendi, muy crítica siempre con el poder de López Obrador en esta materia, y desazonada por los “retrocesos en igualdad que se están viendo en el mundo entero, inmerso en la venganza del patriarcado”, reserva su dosis de esperanza, sin embargo, para el momento que atraviesa México en este asunto, que no duda en atribuirlo a la lucha tenaz del feminismo. “Nosotras logramos en 2019 la paridad en todo, de modo que la participación política es ya un derecho de las mujeres y una obligación del Estado, que podría no quererlas, pero va a tenerlas”, afirma esta abogada y representante en ONU Mujeres.
“La paridad es para todas”, recuerda Olamendi, lo que quiere decir que algunas de ellas no defenderán la agenda feminista, desde luego, pero espera que “repercuta su presencia” de algún modo. Nadie espera ver a Lilly Téllez, una de las aspirantes de la oposición a la presidencia, defender el aborto, por ejemplo. Este mismo sábado, con motivo del orgullo gay, corrigió a quien dice “todes” en lugar de “todos”, el genérico masculino, y de todos es sabido que la homofobia y el machismo son las dos caras de la misma moneda. “Esperamos que las que llegan tengan al menos un compromiso social, ya no feminista, pero ético. El feminismo ha crecido en México impresionantemente. Y eso hace la diferencia”, asegura. No todas en la oposición están en ese arco tan derechista, sin embargo. Por la coalición del PRI, PAN y PRD también se postulan Claudia Ruiz Massieu o Beatriz Paredes, por poner dos ejemplos mucho más templados. Y Xóchitl Gálvez también anuncia sus intenciones de presentarse.
Se congratula especialmente de la llegada a Gobernación de Luisa María Alcalde, de 35 años, que ha sido vapuleada en redes sociales por la parte más cavernaria de la población con menciones tan machistas que ya constituyen un anacronismo. “Esa misoginia, esos estereotipos, tienen que acabar”, pelea Olamendi. “Podemos votarlas o no, pero no se les puede negar su derecho a participar en política”. “Si de todas las que llegan, una sola aplica criterios de igualdad, eso será un avance”, añade.
“Un cuerpo de mujer no sirve por sí solo”, empieza Leticia Bonifaz, más pesimista que Olamendi. “Y que nadie piense que se ha llegado por méritos propios, ha sido la lucha de todo un colectivo”, advierte la catedrática de Derecho de la UNAM. A su parecer, colocar una mujer en un cargo no garantiza una forma de gobernar distinta, y no le falta razón ni ejemplos en cualquier parte del mundo. “Con Claudia Sheinbaum [en el gobierno de la capital] no ha habido empatía con el movimiento feminista, del que ella no procede. Y me aterra Lilly Téllez, que está contra el aborto. De Delfina Gómez ya sabemos que no es feminista y la gobernadora de Baja California [María del Pilar Ávila] reprochaba a su adversario con un ‘ándale, llorosito’, repitiendo esos estereotipos machistas de que los hombres no pueden llorar”, menciona. “Falta mucha formación de género”, sostiene Bonifaz. Sin embargo, también cita a otras políticas por su compromiso feminista, como Martha Tagle o Patricia Mercado. O a Angela Merkel (Alemania), Jacinta Ardern (Nueva Zelanda) o Katrín Jakobsdóttir (Islandia), en el ámbito internacional.
Especialista en feminismo, Bonifaz alerta también del peligro de nombrar a mujeres que solo puedan ejercer como florero bajo el mando todopoderoso de un jefe, algo de lo que se oyó quejarse en privado en algún momento a Olga Sánchez Cordero, por ejemplo, que fue secretaria de Gobernación en el primer gabinete de López Obrador. En definitiva, Bonifaz no es “nada optimista”: “Sin conciencia ni perspectiva de género, para qué”, dice. Pero a ella, como a tantas, le queda también ese rayo de esperanza por lo que ha conseguido el movimiento feminista y sabe que donde llegan muchas siempre se puede esperar que alguna agarre con fuerza la agenda por la igualdad. En un país como México, donde matan a 10 mujeres al día de promedio, es una política que no puede esperar.
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