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Primero Pinochet, luego el alzhéimer: el doble exilio de Jorge y Juanita en México

El documental ‘No son horas de olvidar’ explora el último tramo de vida de dos personas de la tercera edad exiliados en México tras el golpe de Estado en Chile. Ella padece alzhéimer y él busca los recuerdos que la hagan recuperar su identidad

Andrés Rodríguez
Jorge Osorio y Juana Ramos en un fotograma de 'No son horas para olvidar' de David Castañón
Jorge Osorio y Juana Ramos en un fotograma de 'No son horas para olvidar' de David Castañón.Mandarina Cine

El exilio y el alzhéimer son agentes del olvido que erosionan las pasiones más arraigadas del amor y los ideales. Jorge Osorio y Juana Ramos padecieron ambas. El golpe de Estado en Chile obligó a Jorge, Juana e hijos a exiliarse en México. Cuando la enfermedad apareció en Juana, hubo que repensar nuevamente la vida abandonando los planes en pareja. Jorge tiene miedo, parece inevitable que Juana lo termine olvidando. Anticipando la desaparición inminente del mundo de su compañera, este indaga en esa memoria trastocada mediante música, escritos e imágenes; dispuesto a encontrar los remanentes de una vida, los residuos de su amor.

David Castañón (Puebla, 40 años) conoció a Juana a través de sus indagaciones sobre el olvido que lo llevaron a visitar instituciones relacionadas con la demencia: centros de investigación, de tratamiento o dedicadas al ciudado del paciente. Ella, quien en algún momento fue profesora, poco a poco ve desdibujados sus recuerdos y solo algunos destellos de aquello que formaba su identidad se asoman. Mediante la música, poesía y los materiales de archivo que están presentes a lo largo de todo el documental, se conforma No son horas de olvidar, la ópera prima del realizador, disponible desde el 26 de mayo en Cinemex y la Cineteca de Ciudad de México.

A través de estos objetos significativos para la pareja, tanto Jorge como el propio director buscan generar la detonación de alguna memoria que conecte a Juana con su identidad antes de que el alzhéimer se instaure por completo en su mente; sin embargo, la línea que divide el recuerdo y la memoria se vuelve invisible a cada momento.

Juana, el exilio, sus recuerdos y la relación con Jorge son presentados como dispositivos narrativos para indagar en la memoria, no solo su historia juntos, sino también un sentido de identidad y pertenencia que a ambos les fue arrebatado durante el golpe de Estado de Pinochet, hecho que conmemora 50 años este 2023, y que ahora el alzhéimer amenaza con volver a despojarla. “Es una herida histórica que ellos jamás olvidaron, aunque estén ya arraigados aquí [en México] y acostumbrados, pues de alguna manera la nostalgia es imposible de eliminar, porque ellos realmente nunca tenían esta intención de salir de Chile, sino que se vieron obligados a hacerlo. Esa herida jamás jamás cerró, al menos en Jorge”, explica el director a EL PAÍS.

Un fotograma del documental dirigido por David Castañón.
Un fotograma del documental dirigido por David Castañón.Mandarina Cine

Sin embargo, según Castañón, estos exilios son realmente parte del contexto en el que los personajes se desenvuelven, un tratamiento que ayuda a comprenderlos. “La película es como un documento que indaga en la mente trastocada por la enfermedad e intenta recuperar algunos recuerdos. Posponerlos ahí en secuencia, montarlos, archivarlos y rescatarlos. El centro del filme es realmente seguir a Jorge, a Juanita y luchar contra ese olvido a la que ella está irremediablemente sometida”, precisa.

Castañón refuerza la construcción de este retrato de la memoria de Juana con los cuadernos de ella, anotaciones de cosas precisas, nombres, lugares, momentos, pero así también de un archivo audiovisual que Jorge mantuvo en cintas de video. Cajas y cajas de ellos. El realizador, que también hizo la labor de montajista, logra hilvanar el documental con una artesanía de un sastre italiano, como si se tratara de un traje a medida de fina factura, distinguido y elegante. Estos fragmentos, más que flashbacks, funcionan como imágenes que asaltan la mente.

“Intenta ser una una imagen mental. El material irrumpe en la película como una idea, que evidentemente es pasado, pero que también tiene injerencia en el presente. Más que tratarlo como una evidencia para conocer a los personajes en su pasado, era más bien darle forma al tren mental de Juanita. No se desarrollan, pero sí ilustran una emoción”, afirma Castañón.

Para este trabajo, Castañón tuvo que separar sus roles e ideas de director y editor, despegarse de ciertas ideas para poder asumir una nueva escritura y poder entrar al material “fresco”. Fue de ese modo que logra un documental que casi se siente guionizado o muy redondo por su precisión en el montaje. “Mi idea era editar la película, montarla bajo la idea de la falsa continuidad o creando muchas falsas continuidades. Las busqué mucho para darle sentido a esto de trabajar la película, como un tiempo mental. Eso se deja ver, por ejemplo, con el tema de la muerte, que está presente en la película sin querer”, agrega.

El director, que previamente dirigió los cortos documentales Días distintos y La Quemada, cuenta que para No son horas de olvidar se inspiró en producciones como My Winnipeg (2007) o Bombay Beach (2011), y en la literatura tuvo como referente a Marcel Proust, que recurre a los cinco sentidos para captar la vida en su totalidad. Del novelista francés rescata cómo supo compartir la idea de que un detalle contiene el universo. “Cómo con un olor, un sabor, una canción, al percibirlo te puede remitir inmediatamente a una persona o un momento de tu vida, como en La búsqueda del tiempo perdido, rememorando y generando recuerdos”, precisa.

Como en otras producciones, Castañón desdibuja la frontera entre la ficción y la no ficción. Se toma libertades al tomar elementos del lenguaje cinematográfico que se creen que pueden ser exclusivos de lo guionizado, como sus movimientos o el montaje expresivo. Pone como ejemplo El agente topo, de Maite Alberdi. “Soy partidario de justamente llevar el documental hacia niveles de puesta en escena más cada vez más arriesgados. El documental de entrada ya es una ficción. Quien diga que el documental es totalmente objetivo, creo que se equivoca. Si vamos a hacer películas documentales para que se vean como las vivimos, creo que es un sin sentido”, finaliza.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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