Sylvain Gasançon, el nuevo director de la Filarmónica de la UNAM: “En América Latina no hay prejuicios con la música clásica”
El director francés asume la titularidad del conjunto universitario con la misión de llevar la música clásica al público más joven
El director de música francés Sylvain Gasançon da las últimas instrucciones a los músicos de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM). Se muestra sonriente y relajado, seguro sobre el escenario de la Sala Nezahualcóyotl, esa joya arquitectónica de Ciudad Universitaria que es un recinto sagrado para la música en México. Es una cálida mañana de sábado y Gasançon comenta con los músicos los detalles del concierto que ofrecerán esa misma noche y al día siguiente, una interpretación de la sinfonía Turangalila, del compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992). El director lleva unos pantalones ligeros, zapatillas deportivas y una camisa con la firma de uno de sus grupos de rock melódicos favoritos, Sonic Youth, porque aunque Gasançon ha entregado su vida a la música clásica, es un amante también de bandas indies y del jazz. De hecho, no le gusta la idea de considerar que haya música elitista y ha asumido en enero la dirección titular de la OFUNAM con los ojos puestos en atraer a un público más joven a la música clásica. “El elitismo en la música ya desapareció”, dice Gasançon. “Tenemos una nueva generación de público que, aunque es cierto que no es mucho, le gusta la música clásica. En América Latina, por ejemplo, no hay un cliché para la música clásica, porque para la gente latinoamericana la música es música y ya”, afirma tajante, sentado cómodamente en mullido sillón de su camerino, tras terminar con el ensayo y dar las últimas instrucciones a su equipo, que aspira a brillar bajo los focos de la Nezahualcóyotl, con la dirección de su nuevo y joven titular.
Pregunta. ¿Qué siente cuando está en el escenario dirigiendo una orquesta?
R. Es tanta la concentración, que no queda espacio para las emociones. Tengo que controlarme para poder transmitir algo a los músicos. Si me pierdo en una emoción fuerte se pierde la concentración y no puedo llegar a un resultado musical bastante bueno.
P. ¿Hay un momento cuando libera sus emociones?
R. Después del concierto es un momento muy especial, porque tras tener tanta concentración y tanta emoción controlada hay que dejarlo todo y llego a un estado muy especial. Son unos minutos después del concierto que necesito estar solo para bajar, regresar a la tierra y analizar lo que pasó durante esas dos horas.
P. ¿Es agotador dirigir una orquesta durante un concierto?
R. ¡Yo pierdo unos kilos cada vez que lo hago! [Ríe] Es muy pesado, muy fuerte. Sobre todo en estas obras como la de Messiaen, porque requiere mucha concentración. Es muy corporal dirigir una orquesta y sí es muy agotador.
El director francés toma las riendas de la OFUNAM tras dos años sin dirección. Gasançon ha dirigido más de 30 orquestas, entre ellas la Orquesta de Cámara de Lausana, la Orquesta del Centro Nacional de las Artes en Ottawa, la Orquesta del Estado de San Petersburgo, la Orquesta de Bretaña, la Orquesta de la Región de Murcia en España y la Hong Kong Philharmonic, entre otras. El director llega a la Nezahualcóyotl —sede de la OFUNAM— con una oferta también muy francesa para esta temporada. Esta “aventura francesa”, explica José Wolffer, director general de Música UNAM en el programa editado para la temporada, tiene el objetivo de atraer al público mexicano a la música clásica del país europeo, porque, advierte, “a pesar de ser una potencia musical y cultural, sus aportaciones resultan quizá algo menos visibles para el público de conciertos que, por ejemplo, la música clásica germánica o la rusa, y bien vale la pena equilibrar un poco esta balanza”. Entre los invitados del repertorio están Claude Debussy (1862–1918) y Maurice Ravel (1875–1937), pero uno de los platos principales es la obra de Messiaen, considerado uno de los compositores más importantes de la música francesa del siglo XX. Llamado un canto de amor por Messiaen, Turangalila es una obra que se inspira por los sonidos de la naturaleza, principalmente el canto de los pájaros. Tiene sus raíces en el romance germánico de Tristán e Isolda, de Richard Wagner, pero también es un viaje místico del autor, profundamente cristiano y a quien atraía también el hinduismo. De hecho, la palabra Turangalila viene del sánscrito, con la formación de turanga, de movimiento y ritmo, y lila, juego. Gasançon se apoya para interpretar esta obra en el pianista Duane Cochran y en la música Nathalie Forget, a cargo de las ondas Martenot, un instrumento en forma de pequeño piano cuyos sonidos recuerdan precisamente el trinar de los pájaros.
P. Ha dicho que cuando era joven y escuchó por primera vez esta obra de Messiaen y no pudo dormir en tres noches. ¿Le pasa lo mismo ahora que la debe dirigir?
R. La veo con mayor sabiduría. Conozco todas las obras de Messiaen y es una relación diferente. El idealismo que nos aporta es algo que siempre me impacta y cada vez que vuelvo a dirigir su música yo me siento como un adolescente, idealista, que olvida la dificultad de vivir, la dificultad materialista, porque nos trae una utopía que nos hace sentir como adolescentes, nos traslada a esa época tan pura, cuando todo era nuevo. Me siento como un jovencito que descubre la vida, cuando todo nos parece exuberante.
P. ¿Es esa la magia de la música: transformar la dureza de la vida en algo hermoso?
R. Totalmente. Es como utilizar la peor parte del mundo y transformarla en lo mejor. Esta sinfonía se compuso en 1946, justo después de la peor cosa que nos ha pasado en la historia reciente, la Segunda Guerra Mundial, y Messiaen sufrió mucho, porque fue prisionero en un campo de Alemania. Y después de haber vivido esto y componer una sinfonía, un canto de amor, con tanta exuberancia, es un mensaje para decir que todo se puede superar y que lo peor se puede convertir en lo mejor. Y es la música lo que permite esto. La música nos permite, en un concierto de dos horas, saber que hay una solución a nuestros problemas, aunque sea una solución abstracta, que no resuelve todo, pero nos permite sentir que somos miembros de algo hermoso.
P. El mundo atraviesa hoy también por un momento difícil, hay una guerra en Europa, se mantienen todavía regímenes dictatoriales y crisis durísimas, como la de los migrantes y los desplazados en África y Medio Oriente. ¿Qué papel juega la música para las personas cuando atraviesan estos momentos?
R. La historia del ser humano siempre ha sido difícil. Siempre han existido guerras y dictadores, crímenes muy graves. El arte es la mejor parte del ser humano, es como una forma de expresar todo lo malo que tiene el ser humano, pero de una buena forma. La música puede traer violencia, cosas muy fuertes, pero de una forma hermosa. Es una catarsis, ayuda a expresar todo lo que siente el ser humano, que no siempre es bueno. La música nos educa, porque viene de personas que no siempre son buenas personas, pero su música es buena. Es decepcionante cuando leemos una biografía de un compositor que era, por ejemplo, un antisemita, pero que compuso la mejor música posible. No sé si viene de algo divino, pero la música es pura y nos educa para salir de esta naturaleza violenta. La música es una forma de civilización. El arte nos permite comprender nuestra presencia en esta tierra.
P. ¿Qué opina a las críticas que hacen de algunos sectores que consideran que la música clásica y conciertos de música clásica con elitistas?
R. El elitismo ya desapareció. Tenemos una nueva generación de público que, aunque es cierto que no es mucho, le gusta la música clásica. En América Latina, por ejemplo, no hay cliché para la música clásica, porque para la gente latinoamericana la música es música y ya. Escuchan música pop, pero tienen curiosidad por conocer y descubrir la música clásica. Quizá en Europa tenemos estos tipos de cajas y se divide la música pop en una y la clásica en otra y cada una tiene su público. Eso me molesta, porque no tiene sentido. Yo me siento bien con todo tipo de música, pero elegí hacer clásica porque es la que más me gusta. No tiene sentido decir que la música clásica es más elitista que el pop o el jazz. La música es la música y cada uno puede disfrutar la mejor forma de sentir emociones. Es cierto que la música clásica es más compleja, se compone de requisitos técnicos, pero eso no significa que es mejor. Hay que acordarse de que unos cientos de años atrás la música clásica era popular, no siempre se ha visto como elitista. Es un buen momento para acercarnos a las nuevas generaciones, porque están más abiertos a descubrir cosas que no conocen.
P. ¿Cuándo supo que se dedicaría a la música?
R. Tenía cinco años y de inmediato sentí que la música era una forma muy fuerte de expresarse, pero como era muy chiquitito, no lo tenía muy claro. Cuando llegué a los 10 años era evidente que mi vida era hacer música. A partir de esa edad decidí dedicar mi vida a la música.
P. ¿Cómo inició su relación con la música?
R. Comencé por casualidad. Mis padres no son músicos, yo soy el primer músico de la familia. Fue totalmente por casualidad, pero era un hobby para mí, que finalmente se convirtió en algo muy serio. No lo puedo explicar, porque me impactó mucho la música. Yo era violinista de niño y creo que ese contacto físico con el violín me gustaba muchísimo. No puedo explicar qué pasó en mi cabeza. Cada uno tiene su camino y mi camino era hacer música.
Esa pasión a la que hace referencia Gasançon quedó demostrada el pasado domingo, cuando la Sala Nezahualcóyotl estaba abarrotada para el segundo concierto de Turangalila. El público se entregó a la intensidad de la dirección del músico francés, en un estallido de emociones que se podían sentir en las butacas, de donde salían suspiros al escuchar los instrumentos bajo la orden de las manos de Gasançon. El director y sus invitados recibieron una larga ovación de un público rendido a los pies del francés.
P. ¿Cómo define su relación con la música?
R. Tengo varias relaciones con la música. La primera es que es mi trabajo es una profesión con la que gano dinero. Es un trabajo que se tiene que hacer de la mejor manera posible, muy sabiamente. Luego, es una pasión, porque adoro la música y tengo la fortuna de poder trabajar en una cosa que me apasiona. Y aparte de la profesión y la pasión, la música es algo que tengo en la sangre. Cuando no toco música, cuando no tengo conciertos, cuando estoy descansando en mi casa en París, siempre escucho música. La música me acompaña siempre. Tengo una relación muy íntima con ella. Es como mi mejor amiga, mi compañera, el amor de mi vida.
P. ¿En esos momentos de descanso qué música lo acompaña?
R. Puede ser música clásica, rock melódico, que me gusta muchísimo, la música del cine, el jazz, que me encanta. Tengo mis discos de Chet Baker, que me acompañan cada día. Cuando cocino siempre tengo a Baker conmigo. Me gusta mucho la escena independiente como Fleet Foxes.
P. ¿La música mexicana tiene algún espacio en sus gustos?
R. No es la música que escucho, pero la conozco. La música más popular, como los mariachis. Conozco bastante bien la escena musical clásica nueva de México, a muchos compositores que son amigos míos. Pero lo que más me gusta de México no es la música, es la cocina.
P. ¿Hay alguna relación entre música y cocina?
R. El placer del gusto, el placer del plato, con buenos amigos, un buen vino. La comida es como la música: es necesaria en todos los sentidos, porque no podemos vivir sin ella.
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