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Ximena Santaolalla: “Los mexicanos tenemos una ignorancia completa de lo que ha pasado en Centroamérica, hacemos como que no existe”

La escritora mexicana denuncia en ‘A veces despierto temblando’ las violaciones sistemáticas a los derechos humanos cometidas por la dictadura de Efraín Ríos Montt en Guatemala

Ximena Santaolalla
La escritora Ximena Santaolalla, durante una entrevista para EL PAÍS, en Ciudad de México.Mónica González Islas
Carlos S. Maldonado

Aura tiene apenas 15 años cuando la secuestran en Guatemala. Fueron los militares, en su colegio, ante las monjas que debían protegerla. Son los tiempos en el poder del dictador sanguinario Efraín Ríos Montt. Aura no sabe de qué la acusan. Escucha palabras como “comunismo”, “guerrilla”, que no le suenan a nada. La encierran en un sótano, en un centro de torturas. La despojan de toda dignidad. Sufre vejaciones terribles, vive entre la porquería y con la pesadilla de la oscuridad, de baños a manguerazos con agua fría, con el terror y asco de violaciones sistemáticas de su verdugo, de quien resulta embarazada. Y como si eso no bastara, a la joven le arrebatan a su hijo, lo secuestran. Aunque Aura es un personaje de ficción, su historia es real, basada en decenas de testimonios leídos y escuchados por la escritora mexicana Ximena Santaolalla (Tlanalapa, Hidalgo, México, 39 años), quien denuncia en A veces despierto temblando (Literatura Random House) una de las épocas más crueles de la historia latinoamericana: el genocidio causado por el dictador Ríos Montt. Santaolalla, quien dice sentir vergüenza por haber conocido muy tarde esa pesadilla, espera que su novela conmueva y remueva las conciencias para que episodios tan terribles como el sufrido por los guatemaltecos no vuelvan a repetirse.

Pregunta. Al final de su novela pide al lector mexicano que vuelva la vista a Centroamérica. Llama la atención lo poco que importa Centroamérica y su historia para México, sobre todo al tomar en cuenta la cercanía que hay.

Respuesta. Fue en 2013 que me dí cuenta de lo que había sucedido en la dictadura de Efraín Ríos Montt. Y ahí fue cuando caí en cuenta por primera vez en mi vida, tenía 30 años, que había sido la dictadura más brutal de nuestro continente. A mí eso me dolió, darme cuenta tan tarde. Y ahí fue cuando también me dí cuenta de nuestra actitud como mexicanos hacia la historia de Centroamérica, de ignorancia completa, de hacer como que no existe.

P. A pesar de que son miles de centroamericanos los que día a día cruzan México.

R. 250.000 más o menos al año. Y de esos 250.000, al menos 4.000 mueren al año en mi país. Yo me pregunto por qué no hay más espacios de refugio, de atención, incluso espacios en los que se pueda hacer honor a las personas que fueron aquí asesinadas o desaparecidas. Y no solamente aquí, también en Estados Unidos, considerando que muchos de los problemas, si no es que la mayoría de los problemas que suceden en Centroamérica, fueron implantados por Estados Unidos.

P. En su novela cuenta cómo estos sanguinarios militares guatemaltecos, los kaibiles, que cometieron atrocidades en Guatemala, fueron entrenados en campos militares de Estados Unidos.

R. Sí. Este entrenamiento kaibil está basado en los Rangers estadounidenses y en la Mossad de Israel. Incluso Efraín Ríos Montt se entrenó en la Escuela de las Américas y es muy importante que esto se reconozca, que se hable más de esto. Ahora que presenté la novela en el David Rockefeller Center for Latin American Studies, de Harvard, dije que debería de reconocerse que hay una responsabilidad de Estados Unidos, porque las consecuencias de esto, aunque pasó hace 40 años, siguen existiendo. Se debe reconocer que siguen habiendo heridas abiertas y mucho dolor y un estrés postraumático palpable. Cuando se hace una herida de esa magnitud, también hay consecuencias financieras en un país, hay consecuencias psicológicas y emocionales. Entonces yo creo que sí debe de haber una respuesta real de Estados Unidos.

P. Muchos de los integrantes de los kaibiles terminaron engrosando las filas del crimen organizado en México. De Los Zetas, por ejemplo.

R. Sí, pero no diría que México se vio afectado también. México es quien los invita, el Cartel del Golfo los invita a ser sus guardaespaldas, los contrata. Y luego ellos se dan cuenta de que les conviene más hacer su propio cartel, hacer Los Zetas. Si un Estado decide entrenar personas deshumanizándolas y enseñándoles a convertirse en máquinas de matar, pues esas personas se van a dar cuenta poco a poco que les conviene más hacer el mismo trabajo para el crimen organizado, porque van a ganar más dinero.

Ximena Santaolalla, ganadora del Premio Mauricio Achar 2021.
Ximena Santaolalla, ganadora del Premio Mauricio Achar 2021.Mónica González Islas

P. Ha mencionado las heridas que quedan abiertas en Guatemala. ¿Qué impacto ha tenido en las víctimas que un genocida como Ríos Montt haya muerto en la impunidad?

R. Hubo un sentimiento positivo cuando la jueza Yazmín Barrios dijo con todas sus letras que lo que ocurrió en Guatemala fue genocidio y que haya una sentencia que recoge todos esos testimonios, aunque después esa sentencia se anulara. Lo malo es que en Guatemala siguen habiendo muchos problemas de corrupción y siguen habiendo todas estas fuerzas terribles como la Fundación contra el Terrorismo, que tiene mucho poder a la ahora de aterrorizar jueces y otros funcionarios que sí están tratando de encarcelar a responsables. [La Fundación contra el Terrorismo es un organismo de extrema derecha, financiado por poderosos grupos económicos y exmilitares, que ha mostrado mucha beligerancia en los juicios contra los jueces y fiscales anticorrupción]

P. Los militares tienen aún mucho poder.

R. Sí, sí, sí. La situación en Guatemala es muy delicada para gente que está tratando de hacer justicia y creo que por eso todavía no se sana esta herida, a pesar de que ya pasaron 40 años. Ahora que fui a Guatemala hubo varias personas que me dijeron ‘gracias por hablar de algo de lo que no nos atrevemos a hablar’. Y eso es porque todavía hay todas estas fuerzas que aterrorizan para que se callen.

P. Guatemala es un país aún muy polarizado. Hay sectores que prefieren que se olvide lo ocurrido.

R. Me ocurrió algo gracioso. Una persona de Guatemala me comentó que esperaba que el próximo año ganara Zury Ríos, la hija de Efraín Ríos Montt, las elecciones y que esperaba que mi novela no le quitara un solo voto. Esa persona es un hombre mayor que conoció a Zury de 17 años en casa de Efraín Ríos Montt y me dijo que era una joven muy bella y que la vio bajar de las escaleras con un camisón que se transparentaba y que quedó impactado con su belleza. Una anécdota completamente desagradable y machista. También recibí un mensaje por Twitter de parte de uno de los propietarios del Colegio Alemán de Ciudad de Guatemala mandándome a decir que Efraín Ríos Montt hizo su trabajo contra la guerrilla y no debía hablar mal de él.

P. Y, sin embargo, en Guatemala ha sido muy bien recibido su libro.

R. ¡Y qué bueno! Estoy feliz, porque es importante que esto no se apague, que se siga conociendo, que se hable, que se discuta sobre esto. En un club de lectura organizado por El Periódico de Guatemala dos personas me dieron las gracias por voltear al sur y hablar de su país. Me dio vergüenza que me dijeran eso. Me da vergüenza que yo no sabía nada de esto antes de 2013. Y me da vergüenza que no nos conmueva esta historia.

P. ¿Cómo fue su encuentro con las víctimas de esos años tan atroces de Guatemala?

R. Toda mi investigación había sido documental. Fue hasta 2018 cuando hablé por primera vez con las víctimas. Y me sorprendió muchísimo darme cuenta del miedo de hablar. Yo pensaba que ya habían pasado muchos años y que iban a hablar con toda libertad y no. Por ejemplo, me pedían que bajara aplicaciones para hablar conmigo. Nadie quiso hablar conmigo estas cosas por WhatsApp, porque me decían que nos iban a escuchar o nos iban a intervenir y que era muy peligroso y que eso era muy delicado. Y me sorprendí y dije pero quién nos va a escuchar. Ya después me empecé a dar cuenta de que sí es todavía muy peligroso en Guatemala hablar de estos temas.

P. ¿Quiénes infunden ese miedo?

R. Parece ser que la Fundación contra el Terrorismo. Es la más activa en esto del espionaje y de infundir temor para tratar de encarcelar, de asustar, de inventar delitos que no cometieron estas personas que están hablando de lo que pasó y tratando de acusar a los culpables.

P. En su novela da cuenta de las salvajadas cometidas por el Ejército guatemalteco. Mujeres empaladas, violadas, embarazadas a las que les abrieron el vientre para sacarle a sus hijos, niños que fueron torturados, destrozados, mujeres lanzadas a un pozo y luego a ese pozo le echaron granadas… ¿Cuál fue su reacción al conocer este nivel de atrocidades?

La autora de la novela ‘A veces despierto temblando’, Ximena Santaolalla.
La autora de la novela ‘A veces despierto temblando’, Ximena Santaolalla. Mónica González Islas

R. El personaje que más me dolió al escribir fue el de Aura. Me basé en el caso de una superviviente, Yolanda Aguilar Urizar, que es la hija de una sindicalista a la que querían castigar por su trabajo como sindicalista. Y para hacerlo, la Policía Nacional Secreta secuestró a su hija de 16 años y la tuvo encerrada nueve meses. Ese caso me rompió el corazón y decidí crear a Aura para contar la historia. Es un personaje completamente ficticio, al que además le agregué lo de un embarazo en la prisión, porque también leí varios casos de mujeres que violaron y quedaron embarazadas y además les robaron a sus bebés.

P. ¿Qué tan difícil fue para usted reconstruir estas historias?

R. Fue toda una odisea escribirlo. Me deprimí, me enojé. Fue un tema muy doloroso para mí. Y ojalá el dolor fuera nada más así, como el mío al escribir, pero imagínate lo que fue vivirlo, lo espeluznante que fue para esta gente. Yo me sumergí en la historia, traté de imaginármelo para poderlo transmitir lo mejor posible a quien leyera la novela. Quería que quien la leyera tratara de imaginarse lo que era vivir algo así, lo más cercano posible. Y de cuestionar por qué tenemos que permitir que esto exista, por qué tiene que existir esta política de someter a países enteros, donde se tortura y mata de esa forma tan espantosa. Lo que me impresionó tanto de esta dictadura, la más horrorosa que ha existido en este continente, es el vivir todo el tiempo bajo ese terror de quién sabe cuándo me van a llevar a mí, a mi familia. Y no nada más pensar que los van a matar, sino que van a torturarlos de la forma más cruel posible.

P. Es terrible no solo que aún la herida siga abierta, sino que siga el miedo a denunciar lo ocurrido.

R. Sí, es una herida muy fresca, sobre todo porque hay actos tan terribles que no sé si toda una vida alcanza para curarlos. No sé si hablar de algo tan duro sirva de algo, pero quiero pensar que sí, que una novela puede hacer conciencia, que sea un granito de arena para que no vuelva a pasar.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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