Norma Piña: “Quiero ser la primera mujer presidenta de la Suprema Corte”
La ministra del máximo tribunal mexicano recibe a EL PAÍS para expresar su intención de relevar a Arturo Zaldívar y propone abrir el proceso de elección a la opinión pública
La ministra de la Suprema Corte, Norma Piña, llevaba escrito su destino en el carné de identidad. Su madre rompió aguas el día en que su padre, abogado, estaba presentando un examen sobre una ley, y cuando nació, tuvieron pocas dudas del nombre que llevaría su hija. Norma. La hermana mediana de tres, la única que estudió Derecho, después de formarse todas como maestras en la Escuela Normal y asegurarse un sustento al morir su padre muy joven. Logró convertirse en jueza federal y después magistrada, antes de ser incluida en una terna de mujeres en 2015 para cubrir la cuota de género que siempre ha lastrado al máximo tribunal. Piña, de 62 años, reconoce que ha llegado su momento: “Quiero ser la primera mujer presidenta de la Suprema Corte. Y, si los ministros son congruentes con las resoluciones que han aprobado, deberían votar por una mujer”, cuenta en una entrevista exclusiva con EL PAÍS.
La ministra busca relevar al actual presidente, Arturo Zaldívar, cuyo mandato termina en diciembre. Y propone exponer a la opinión pública la contienda por primera vez en la historia, aunque la votación es interna entre los 11 ministros. Está convencida de que la institución debe transparentar los proyectos de los candidatos y que los ciudadanos conozcan las propuestas de quienes se presentan.
Piña tiene la voz rasgada y grave, una cualidad que jamás se destacaría en un ministro, pero que a ella le ha costado la fama de dura. Sus intervenciones en algunas votaciones le han agregado además el calificativo de estricta por parte de sus compañeros, como si una jueza o juez no debiera serlo desde el momento en que ejerce. Ella es además de las pocas que ha labrado su carrera desde los juzgados, como en uno de Morelos en las peores épocas de los secuestros que azotaban al país. Pero Piña también es socarrona, gesticula con las manos abiertas cuando habla y defiende algunos de los temas que más le importan, como los derechos reproductivos de las mujeres, los ambientales y la violencia de género. Los estudiantes de Derecho tienen stickers con esas imágenes, la Motomami de la Corte, la llaman. Ella se ríe.
Se pone muy seria cuando habla de la independencia del Poder Judicial, de lo solos que se encuentran los jueces en el terreno frente a las presiones del narco o de los poderes políticos, del compromiso de mantener un importante contrapeso. Le molesta el protagonismo público y defiende el papel de la Corte como un órgano serio y valiente, el guardián de la Constitución. Una misión que, asegura, va más allá de ningún choque ni complacencia con un presidente Andrés Manuel López Obrador. Es la última llave que tienen los ciudadanos para hacer valer sus derechos más sagrados.
Uno de los proyectos más importantes de la ministra, conocido como Laguna del Carpintero, en 2016, resultó clave para abrir la posibilidad a las asociaciones ambientalistas y cualquier ciudadano de denunciar la violación de sus derechos a un medio ambiente sano. La aprobación por unanimidad del proyecto contra un parque de atracciones sin autorización ambiental que iba a destruir hectáreas de manglares, se enfrentaba no solo al Ayuntamiento de Tampico (en Tamaulipas), sino al gigante Coca-Cola, sentó jurisprudencia. Las demandas ciudadanas contra la construcción de la megaobra de este Gobierno, el Tren Maya, no se hubieran podido llevar a cabo sin este dictamen. Desde entonces no es necesario demostrar un daño patrimonial o a la salud, sino apelar a este derecho fundamental.
Piña se ha mostrado especialmente tajante en otros asuntos, como el aborto. En una discusión sobre la posible inconstitucionalidad de algunos artículos del Código Penal de Coahuila que criminalizaban la interrupción del embarazo de manera absoluta, la ministra fue más allá: “Cuando se trata de violación, permiten el aborto, en cambio, cuando es libre, no lo permiten. ¿A qué voy? Cuando tiene carácter de víctima no lo limitan, en cambio, cuando otorga consentimiento no le permiten abortar en ningún tiempo. Entonces, la norma lo que castiga es la conducta sexual de la mujer, lo que a mi juicio también la hace inconstitucional”.
Cita a Hannah Arendt cuando se refiere a la banalidad del mal, la función meramente burócrata de algunos ministros de la que huye. En los casos que ha tratado busca siempre ir más allá y ser lo más garantista posible. Es consciente de que la Suprema Corte, un órgano que en los últimos años ha empujado medidas más progresistas que ningún otro Gobierno, no trabaja para la mayoría ni sus decisiones deben ser populares, aunque muchas veces sus pronunciamientos implican una cuestión política.
Pregunta. Puede que nunca el cargo de presidente de la Suprema Corte haya sido tan visible como lo es ahora. Hasta Arturo Zaldívar tiene una cuenta de Tik Tok. Y los pronunciamientos de la Corte están más a la orden del día que en Gobiernos anteriores. ¿Cuál fue su motivación para presentarse a ese puesto?
Respuesta. Quiero ser la primera mujer presidenta de la Corte. No porque me interese el poder ni el cargo, sino porque somos [habla de ella y de su equipo] idealistas. Creo que se puede hacer mucho por la Corte, por los jueces, los magistrados. Y considero que la guía del Poder Judicial federal debe ser otra. Sí creo en que es un organo colegiado y como presidente, eres el representante de ese órgano. Pero no eres el órgano. Las decisiones que se tomen, deben incluir a todos los integrantes de ese cuerpo. También creo que hay mucho trabajo por hacer en el Consejo de la Judicatura Federal para defender a jueces y magistrados muy valientes, muy fuertes, que sufren presión cada día y nadie está para ellos. A veces se enfoca mucho el tema en la Corte y no se habla tanto de los juzgadores a los que el narco amenaza o incluso mata. El papel del presidente también es defenderlos.
P. ¿Cree que se ha desvirtuado el papel del presidente de la Corte en el último mandato?
R. Creo en que gran parte de la ciudadanía cree en esos jueces y magistrados. Y hay que respetarlos, que el Consejo deje claro esa posición. Más allá de si hay corruptos, pues hay que perseguirlos por supuesto con un debido proceso.
P. Usted no ha sido una ministra cómoda para el Ejecutivo. Sus sentencias y pronunciamientos mostraron su inconformidad abierta hacia algunos temas políticos clave. ¿Cree que le van a dejar llegar hasta ahí?
R. Eso dependerá de mis compañeros. Pero sí, porque creo que me conocen, siempre digo lo que pienso y se los he dicho de frente. No soy alguien que pueda crear extrañeza o una falsa imagen de lo que puedo ser. No soy una sorpresa. En siete años creo que me respetan igual que yo los respeto a ellos y saben que lo que digo lo sostengo. Y si me equivoco, rectifico, no soy aferrada. Saben como pienso, como voto, mi convicción. Y creo que eso es una ventaja. Tienen la garantía de que voy a seguir siendo igual.
P. ¿Existe en la Corte un miedo al Gobierno?
R. No, miedo, no. Hay asuntos que les pueden hacer reflexionar por la repercusión política fuerte. Y que lo piensan más. Pero si ves las votaciones de diferentes asuntos, miedo no hay.
P. ¿Pero reconoce que ha habido presión política?
R. En general, en este periodo ha habido más incidencia en la toma de decisiones de jueces y magistrados, pero no ha sido el único. Lo que es una realidad es que influyen en quien se deja influenciar.
P. ¿Cómo maneja usted esa presión?
R. Siempre he sido congruente con mis decisiones, eso no implica que esté peleada con el Ejecutivo ni mucho menos. Es que opino según lo que la Constitución nos marca, pero sin un afán de conflicto. No nos toca eso, simplemente debemos ser congruentes.
P. Cuando se debatió en la Corte la constitucionalidad de la consulta del juicio a los expresidentes, usted manifestó: “Mi responsabilidad como ministra de la Suprema Corte es no ceder a más presiones que las que provienen exclusivamente del cumplimiento de mi mandato como jueza constitucional”. ¿A qué presiones se refería?
R. Cualquier pronunciamiento que tenga la Corte implica una cuestión política. Nos guste o no, jugamos un papel político pero contra mayoritario y de contrapesos. Por ejemplo, cuando estuvo Enrique Peña Nieto, aunque no trascendía tanto, hubo un asunto de si los magistrados del Tribunal Electoral Federal podían ampliar su mandato. La mayoría decidió que sí. Eso si lo ves en una sociedad como la que tenemos ahorita hubiera sido un súper tema. En esa época pasó casi inadvertido. Ahora creo que sí se ve mucho a la Corte como un contrapeso de los poderes. Es la ciudadanía quien se ha ido involucrando en esos temas y ha hecho que la Corte tome el papel que debe tener. Es bueno que nuestras decisiones sean controversiales y objeto de análisis. Normalmente eran poco cuestionadas.
P. ¿Qué es lo que más le preocupa del proceso, lo más difícil a lo que se tiene que enfrentar?
R. Puede que el género. Se necesita que los ministros varones quieran votar por una mujer. Pero si son congruentes con las últimas resoluciones, es lo que sigue.
P. ¿Cree que ser mujer sigue siendo un obstáculo?
R. Sí, estamos haciendo acciones afirmativas de concurso de juezas, magistradas y consejeras, solo para mujeres. Hacemos eso porque no hay igualdad.
P. En la Corte hay otras tres mujeres, y aunque no han hecho pública su intención de presentarse al cargo, ¿por qué usted?
R. Yo conozco el Poder Judicial de pe a pa. No me lo tienen que contar. Esa ha sido mi vida. Quiero a la institución más allá de cargos, es una gran institución. Y siento que se ha perdido un poco el amor a la camiseta del Poder Judicial Federal. Creo que tenemos que hacer una cosa vital, que es transparentar el trabajo, el uso de los recursos públicos, de la Corte, pero también del Consejo. Mayor transparencia y rendición de cuentas en los procedimientos.
P. Los pronunciamientos de la Corte en algunos temas, como el aborto, los derechos ambientales o consumo recreativo de marihuana, la han convertido en un organismo más progresista que muchos Gobiernos, que ha empujado para tomar medidas en esa dirección, ¿cómo ha sido posible esto si no ha cambiado tanto la Constitución ni la configuración de los ministros?
R. Todo se hace vía acción. La Corte no da su opinión si no le llega un asunto. El hecho es que la misma ciudadanía y los postulantes, es decir, los abogados, están proponiendo temas progresistas ante la Corte, y de ahí parte que los ministros tengamos la oportunidad de pronunciarnos en esos temas. Existe una convicción, es cierto, pero podrían ser 11 ministros progresistas y que nunca llegue uno de esos temas y parecer que es un órgano conservador o que no hace nada. Pero sí creo que estamos ante una Corte progresista.
P. ¿Se considera una ministra ambientalista y feminista?
R. Siempre he estado en contra de etiquetas. Mi concepción es más amplia, es lo que estoy convencida de lo que debe ser. Ya sea feminismo o ambientalismo. Es un placer, porque cuento con un equipazo que me da los argumentos jurídicos, aunque la decisión final es solo mía. Y yo sé lo que debe ser según la Constitución y así me enfrento a estos casos como a cualquier otro asunto.
P. ¿Qué temas cree que son los más urgentes?
R. Me preocupan mucho los asuntos relacionados con la violencia contra las mujeres, es algo que tenemos que seguir reforzando. También los que tienen que ver con la libertad de expresión y derecho de réplica. Por supuesto, todo lo que afecta a la violencia contra periodistas, los temas de migrantes.
P. En un país con un 90% de impunidad, donde la inmensa mayoría de casos no se resuelve, ¿es justo responsabilizar a los jueces? ¿qué cree que está fallando?
R. Tiene mucho que ver con cómo se hace la justicia a ras de tierra, local. Y ver las técnicas de investigación, los ministerios públicos, los fiscales, todos necesitan mayor capacitación. Observamos muy claro esto en los casos de violencia contra la mujer. Un homicidio de una mujer se debe investigar como feminicidio y después, si no es el caso, se descarta. Pero muchas veces sucede al revés. Sí, nos falta mucho por hacer.
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