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Las dudas sobre la participación de López Obrador en la Cumbre de las Américas exhiben el choque entre México y la OEA

El historial de tensiones entre el Gobierno y la organización regional marca la decisión del presidente de supeditar su asistencia a la presencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela

Francesco Manetto
El presidente Andrés Manuel López Obrador junto al enviado de Estados Unidos para el cambio climático, John Kerry, en Palacio Nacional
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, durante una visita de John Kerry, enviado especial de Joe Biden, el pasado febrero.AFP

Las dudas sobre la participación de Andrés Manuel López Obrador en la novena Cumbre de las Américas han expuesto un frente diplomático que va más allá de la relación del Gobierno mexicano con la Administración de Joe Biden, anfitriona del cónclave que se celebrará del 6 al 10 de junio en Los Ángeles. El presidente lanzó un aviso claro, esto es, si Cuba, Venezuela y Nicaragua no reciben una invitación formal él tampoco acudirá al encuentro regional. La decisión de Washington todavía no está tomada, aunque a tenor de las declaraciones de altos funcionarios, Estados Unidos se inclina por excluir a esos países. La ausencia del mandatario mexicano, uno de los gigantes de Latinoamérica, supondría una excepción, pero al mismo tiempo habla del largo historial de tensiones entre López Obrador y la Organización de los Estados Americanos (OEA), que desempeña el papel, a través de una secretaría específica, de acompañar la organización de la cumbre.

Otro mandatario que sopesa ausentarse de la cumbre es el brasileño Jair Bolsonaro. La decisión aún no está tomada, pero se inclina por no viajar a Los Ángeles para seguir centrado en su campaña para la reelección, su prioridad absoluta, informa Naiara Galarraga Gortázar desde São Paulo. Bolsonaro, que tiene una relación fría con Biden y su Administración, prefiere quedarse en casa para intentar dar la vuelta a las encuestas, que colocan en cabeza a Luiz Inácio Lula da Silva. El brasileño tiene bastante abandonada la agenda internacional.

El presidente mexicano nunca ha ocultado su animadversión a este organismo multilateral. El pasado julio, la enunció públicamente en un acto con ocasión del aniversario de Simón Bolívar, llegando a plantear un nuevo orden regional, desmantelando así la organización. Y defendió nuevamente esa idea, utilizando las mismas palabras, el pasado domingo durante su visita oficial a Cuba. “La propuesta es, ni más ni menos, construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades. En ese espíritu, no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto en asuntos de derechos humanos y democracia”, afirmó. “Aunque lo aquí planteado pueda parecer un sueño, vale la pena intentarlo”.

Ese giro geopolítico ha vuelto a resonar en la conferencia de prensa matutina del pasado jueves precisamente a cuenta del debate sobre la participación en la Cumbre de las Américas. “Repito. ¿Cómo empezaron en Europa? Comunidad Europea, ahora Unión Europea. ¿Qué, no lo podemos lograr? ¿Vamos a seguir con la política de hace dos siglos, del destino manifiesto o de América para los americanos, entendiendo que América es Estados Unidos?”, se ha preguntado.

Las posiciones de la OEA a propósito de Cuba, Nicaragua y Venezuela tampoco son un misterio. La organización trató de llevar la batuta, por ejemplo, de la oposición internacional contra el Gobierno de Nicolás Maduro. Lo ha hecho sobre todo de la mano de su secretario general, Luis Almagro, quien lidera el foro regional desde 2015 y fue reelegido para quedarse al frente hasta 2025. También pesa el papel del exdiplomático uruguayo en las elecciones de 2019 en Bolivia. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, le atribuyó unas “muy dudosas y cuestionables actuaciones para intervenir en procesos internos, como fue el caso de Bolivia, que fue oprobioso”. La presión ejercida entonces por Almagro desembocó en la renuncia de Evo Morales, forzada por la ruptura con el Ejército. México fue el primer país que acogió al expresidente, que después se estableció en Argentina. Y México es también uno de los países de la región que más ha trabajado por una salida diplomática a la crisis venezolana, lo que quedó de manifiesto hace un año al acoger el enésimo intento de diálogo entre el chavismo y la oposición.

El Gobierno de López Obrador ha tratado de activarse en política exterior por distintos caminos, pero, en lo fundamental, existen tres iniciativas. La primera es la búsqueda de una relación distinta con Estados Unidos. El país no puede vivir de espaldas a Washington, lo necesita para casi todo, aunque sus políticos saben que también Estados Unidos necesita a México. La rutina de la agenda bilateral pasa por varios desencuentros en materia de migración, economía o seguridad, y al mismo tiempo se dan constantes escenificaciones de distensión. El plantón del presidente a la cumbre sería otro motivo de fricción. Sin embargo, esta semana el embajador Ken Salazar visitó el Palacio Nacional y este jueves ha coincidido con el canciller Ebrard en un foro sobre infraestructura fronteriza.

La segunda iniciativa es la vía latinoamericana, en la que ha quedado clara la voluntad del Gobierno de recurrir a resortes diplomáticos como la llamada diplomacia de las vacunas y organismos alternativos a la OEA, considerados más inclusivos por López Obrador y su equipo. Por ejemplo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que México ostentó la presidencia temporal hasta ceder el testigo al presidente argentino, Alberto Fernández, el pasado enero. El tercer camino diplomático del mandatario mexicano es Europa, con especial énfasis en las relaciones con Francia, Alemania e Italia y la frialdad -sobre todo simbólica- con España.

En cualquier caso, ante esta cumbre, son relevantes los equilibrios regionales y la relación con la Casa Blanca. El evento debatirá “las grietas” que ha dejado la pandemia “en los sistemas sanitarios, económicos, educativos y sociales”, además de “las amenazas a la democracia; la crisis climática; y la falta de acceso equitativo a oportunidades económicas, sociales y políticas”. Y detrás de la posición del presidente y del Gobierno hay una estrategia diplomática que, aprovechando el nuevo impulso a la política de apoyo activo a Cuba y a pesar del principio de no intervención en política exterior consagrado en la Constitución mexicana, pretende superar la OEA y reconfigurar el mapa multilateral de América Latina.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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