Historia de dos aeropuertos en Semana Santa
El AIFA mantiene los mismos vuelos con los que se inauguró hace tres semanas, mientras las aerolíneas intentan atraer a pasajeros con ofertas. La tranquilidad del nuevo aeropuerto de Ciudad de México contrasta con el ajetreo del Benito Juárez
La Semana Santa no ha llegado al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Sobrevolando la terminal se ven más cazas del Ejército que aviones comerciales, los pocos viajeros que recorren sus pasillos no tienen problemas para mantener la sana distancia, y los empleados de las aerolíneas charlan plácidamente una vez cerrada la facturación de sus dos únicos vuelos diarios. Una armonía que contrasta con el ajetreo del antiguo Benito Juárez, siempre lleno, siempre con retrasos. Su cercanía a Ciudad de México y las numerosas conexiones lo convierten, sin embargo, en una opción más atractiva que su recién inaugurado competidor.
En el enorme vestíbulo lleno de eco, Arianne Mendoza y Daniel Nute se han detenido frente a la pantalla que lista las salidas. Es una lista corta. El AIFA tiene capacidad para transportar a 19,5 millones de pasajeros al año, pero este miércoles, en plena Semana Santa, apenas hay cinco vuelos previstos. El de la pareja, con destino a Tijuana, sale en tres horas. Han llegado con antelación para evitar problemas de transporte y darse una vuelta por este aeropuerto, estrenado hace apenas tres semanas a bombo y platillo.
Las diferentes realidades contrastan al AIFA y al Benito Juárez en Semana Santa
A Mendoza, una doctora en ciencias de 33 años, le gusta conocer aeropuertos. “Dice mucho de un país, y este habla de una transformación. Los techos se parecen mucho a los del de Seúl”, dice. “El antiguo tiene techos muy bajos, los odio, y te retrasan los vuelos”. Siempre atenta a las ofertas, Mendoza encontró un vuelo desde el AIFA por la mitad del costo de los ofrecidos desde el Benito Juárez, precios bajos con los que las aerolíneas intentan que los pasajeros se aventuren hasta estos confines, a unos 45 kilómetros del centro de la capital.
Pese a la curiosidad de Mendoza y Nute por el AIFA, todavía no hay mucho con qué entretenerse durante la espera. La mayoría de locales sigue en busca de quien los rente. El único café, en la planta baja, solo ofrece té. Empezarán a servir café, supuestamente, el próximo lunes. Para hacer tiempo, Mauricio Hernández y Natalia Nachón se acaban de meter a la exposición sobre Felipe Ángeles, el general revolucionario que da nombre al aeropuerto. Un cañón de época da la bienvenida a los visitantes. “La verdad no lo conocíamos”, dice Hernández, abogado de 27 años que carga una mochila y la bolsa de su novia.
La pareja está en el AIFA por casualidad. En el buscador de vuelos, eligieron el más barato con destino a Cancún sin fijarse en los detalles. Cuando les llegó la confirmación, se dieron cuenta de dónde salía. “AIFA… ¿Cómo?”, pensó Nachón, una doctora de 25 años. “No estábamos acostumbrados a que hubiera dos aeropuertos”, explican. Como se tarda media hora más que al Benito Juárez y no encontraban los camiones que habían anunciado las autoridades, han tenido que dejar su casa más temprano y pagar 450 pesos por un uber, un monto considerable. “Sabíamos que iba a ser un problema para llegar”, dicen.
De los 51 mostradores de facturación disponibles, solo hay una docena abiertos. Las aerolíneas no quieren pillarse los dedos y están esperando a ver cómo funcionan los pocos vuelos en operación. La pérdida de la categoría 1 hace un año tampoco les permite abrir nuevas rutas a EE UU en este momento. Tras uno de los mostradores, Adriana Torres habla con su compañera de trabajo. Es mediodía y ya no esperan más pasajeros. De las siete horas de su jornada laboral, solo en dos hay maletas que facturar. “Tenemos bastantes horas muertas”, reconoce. “Esperemos que añadan más vuelos”. Cancún es lo que más pide la gente, pero ese destino ellos todavía no lo ofrecen. Los aviones, en cualquier caso, sí van prácticamente llenos, con una ocupación de alrededor del 90% esta semana, frente al 75% de la anterior, según Torres.
A unos 50 minutos en coche, el problema no es la falta de vuelos, sino su cantidad. El Benito Juárez, que ha sido declarado saturado por las autoridades aeroportuarias y ya no admite nuevas rutas, muestra su cara más brava en Semana Santa. “Pasajeros del vuelo F… por favor acudan a…”, los altavoces no paran de escupir consignas y de llamar a una sana distancia difícil de respetar. En las pantallas, ocho de los 15 próximos vuelos arrastran retrasos.
Uno de los vuelos demorados, con destino a Oaxaca, es precisamente el de Itam Romo y Brian Rubio, dos veinteañeros que hacen tiempo frente al control de seguridad, donde la fila avanza lentamente. “Una hora de retraso es poquito para lo que podría ser”, señala Romo, quien recuerda retrasos de hasta tres horas. Pese a los inconvenientes, los dos amigos dicen estar ya acostumbrados y afirman que no cambiarían el Benito Juárez por el AIFA. “Está muy lejos y es inviable”, sostienen. “Si ponen un trasporte rápido y económico, quizás”.
No todos piensan lo mismo. “¡Híjole, quién sabe cuánto nos lleve!”, dice, observando la fila del control de seguridad, Guillermo Anzaldo. Con varias chamarras de niño bajo el brazo, este padre de familia de 38 años acaba de empezar sus vacaciones y ya parece agobiado. Él sí pensó en viajar desde el AIFA, pero cuando compró los boletos todavía dudaba de que se fuera a inaugurar a tiempo. “Se quejan de que casi no hay vuelos, pero lo van a acondicionar y los viajes son más económicos. Casi el doble”, afirma. “A la próxima vamos al AIFA”.
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