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Ajedrez y lealtad: la sucesión de López Obrador define el rumbo de la política mexicana

Los cálculos políticos y la relación con el presidente marcan una larga carrera mientras afloran las tensiones en Morena y se desplaza el foco de otros debates

La jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, el presidente Andrés Manuel López Obrador, el jefe de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard
La jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, el presidente Andrés Manuel López Obrador, el jefe de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo EbrardAgencias | El País
Francesco Manetto

Hay una palabra a la que Andrés Manuel López Obrador recurre con frecuencia: lealtad. Lealtad sin margen para la duda, incondicional. “Lealtad a ciegas”, ha llegado a afirmar al dirigirse a su círculo y a los funcionarios de primera línea de la Cuarta Transformación. La imagen encierra su forma de entender la política. El presidente de México asegura que no exige fidelidad a su figura, sino compromiso con su propuesta, aunque ese proyecto, en la práctica, gravita en torno a él. Cuando faltan dos años y medio para las elecciones de 2024, los focos del debate público giran en torno a la sucesión interna y, debido a la ausencia de liderazgos fuertes en la oposición, han eclipsado una discusión más natural sobre la competencia entre partidos u otras urgencias políticas. Al menos por el momento, todo es Morena, el movimiento oficialista, y todo se juega entre los cálculos de los aspirantes y esa idea de adhesión al obradorismo.

Los nombres, los más destacados, no son nuevos. Llevan meses en la parrilla de salida. La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; y el jefe de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal. Este último empezó el año agitando la coctelera alertando contra “una guerra temprana” y “una disputa política inesperada al interior del Gobierno, sus aliados y Morena”. Las circunstancias de este largo proceso de relevo son inéditas. López Obrador se dispone a reivindicarse de nuevo en las urnas con una consulta sobre revocación de mandato prevista para abril, pero al mismo tiempo ya ha abierto los juegos. Es decir, se pasó del “todos quietos” a un “órale”, una autorización para moverse más o menos tácita aunque palpable.

Para Khemvirg Puente, coordinador del Posgrado en Ciencias Políticas de la UNAM, se han roto las reglas no escritas del sistema por el mismo talante del jefe de Estado. “El presidente suele ser muy transparente, también a la hora de manifestar sus gustos y sus predilecciones. Ha quedado evidente que lo que privilegia por encima de cualquier cosa es la lealtad y ese será uno de los criterios que determinen sus preferencias”, opina. A pesar de la omnipresencia y el simbolismo del mandatario, sin embargo, no quiere decir que su decisión coincida con la de Morena, donde ya han aflorado muchas tensiones con vistas a las elecciones de junio en seis Estados. “Ahí está el procedimiento interno y por eso le urge reposicionar a la jefa de Gobierno frente a los problemas que tuvo en la elección intermedia. Creo que este activismo del presidente para mejorar la percepción de Claudia Sheinbaum tiene que ver con eso”, continúa en referencia a los últimos comicios, en los que Morena perdió 6 de las 11 alcaldías que había logrado en 2018.

La politóloga Martha Singer no ve en cambio, mucha novedad en la anticipación de la carrera presidencial. Lo que sucedía antes es que se daba en todo el tablero político. “Desde que comenzó a debilitarse la vida del partido hegemónico”, explica en referencia al PRI, “y en la medida en que el presidente empezó a perder la agenda del control político, la sucesión se salió los cánones tradicionales, que era la de mantenerse tras bambalinas”. “Es decir, quien quería estar en la foto tenía que moverse”.

Aquí es donde empieza el ajedrez, la estrategia política. Aparte de la alcaldesa de la Ciudad de México, considerada la favorita de López Obrador, también los nombres de Ebrard y Monreal han suscitado todo tipo de especulaciones sobre escenarios de alianzas y cuotas de poder e incluso cierto ruido sobre su determinación, nunca confirmada, a competir fuera de Morena. El primero manifestó el pasado verano su intención de concurrir, aunque su rutina se ha centrado en el trabajo de la Cancillería. El segundo, también por sus responsabilidades en la Cámara alta, no esquiva ninguna discusión sobre el horizonte político y ha tenido el incluso el arrojo de condenar sin matices la detención de un colaborador, el secretario técnico del Senado José Manuel del Río, por el asesinato de un candidato de Movimiento Ciudadano. “Ebrard sigue siendo una pieza clave al interior del Gobierno. Representa vínculos no solo en la política exterior, sino con algunos sectores dentro del país, el moderado de Morena, algunos del PRI y del PRD y quizá también del PAN”, señala Puente. “Con respecto a Monreal, es él quien ha levantado la mano y, siendo uno de los políticos mexicanos con mayor trayectoria y mayor habilidad política, es probable que juegue para negociar posiciones de poder clave y no necesariamente que esté apostando a la ruptura”.

También hay fichas menos visibles como el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Y el propio mandatario ha añadido públicamente a estos dirigentes también otras figuras de su proyecto, como el representante de México ante Naciones Unidas, el embajador en Washington, la secretaria de Economía o la de Energía. Sin embargo, por ahora se han producido tres destapes y la sucesión tiene, en esencia, tres jugadores. “La candidatura presidencial inevitablemente tiene que acercarse al centro porque con la radicalización no le alcanzan los votos. Lo que tiene que ofrecer Morena es continuidad, pero continuidad que permita aproximarse a otros actores. Y en algún momento la figura de López Obrador tendrá que ir debilitándose”, prosigue el politólogo.

A falta de definición sobre las encuestas y las preferencias de los militantes, Francisco Abundis, director de la firma de análisis de opinión Parametría, considera que esta suerte de guerra de posiciones tiene un efecto bumerán. “Genera una torpeza, una ineficiencia, porque todo lo que debiera ser Administración o actividad de Gobierno se torna en político. Todo el tema es con quién estás y con quién no estás y sin duda eso entorpece las tareas de Gobierno. Creo que el presidente no calculó bien eso, hay una intención de transparencia, pero no se está dando cuenta de cuánto está minando a la Administración”, razona Abundis. A mismo tiempo, el presidente sabe que puede utilizar este debate con oportunidad política para desplazar otras polémicas.

En opinión de Martha Singer, lo importante no es tanto la voz de los actores sino que los recursos públicos no se usen para fines partidistas. “En Europa los primeros ministros llaman a votar por ellos y de ninguna manera se quedan callados”, recuerda. Y también en las próximas elecciones mexicanas la figura de López Obrador será decisiva. Y otra de las grandes preguntas es cómo será la Cuarta Transformación sin su fundador al timón. “Morena es un partido que está articulado fuertemente en torno a la figura presidencial. Ahí es donde las cosas se complican, porque si esa candidatura la deciden a través de una encuesta como le gusta al presidente de la República, entonces va a ganar presencia quien más exposición mediática haya conseguido a lo largo del sexenio. Esa situación va a llevar a asperezas. Los mexicanos aspiramos a una vida política transparente, amplia, inclusiva, incluyente y no al manejo discrecional. Esos son los riesgos de jugar así, con esas reglas del juego tan débiles”, reflexiona Singer.

A esas consideraciones se suman las asperezas que ya existen en las filas de la formación a cuenta de las candidaturas de 2022, la impugnación ante el Tribunal Electoral promovida por la senadora Susana Harp en Oaxaca o los cuestionamientos internos a Mario Delgado, dirigente nacional del partido. López Obrador defendió esta semana que una carrera adelantada por la sucesión. “No adelantarla es el porfiriato, así era antes, los tapados, las decisiones de élite. El pueblo va a decidir, nada más que se tiene la idea de que el pueblo no sabe, que la política es asunto de los políticos. Pues no, el pueblo sabe más que nosotros”, afirmó. El presidente cierra su libro Hacia una economía moral con una cita inédita de Julio Scherer García que le parece atinada para describir estos tiempos. “Una nación quebrantada por su corrupción interna, su analfabetismo masivo, su inequidad brutal, su miseria vergonzosa, como es el caso de México, solo puede fortalecerse en los valores”. Uno de esos valores, tantas veces enarbolados, es para él la lealtad. Mientras tanto, su relevo define el rumbo de la política mexicana.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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