Eric Manheimer: “La ‘cocacolización’ en México se ha tragado la salud del país”
El exdirector del hospital público más grande de Nueva York que inspiró la serie ‘New Amsterdam’, señala a las grandes industrias de bebidas y alimentos como responsables de las muertes prematuras
El código postal es un indicador de salud. En Nueva York, a medida que la línea 6 del metro avanza hacia al norte de Manhattan la esperanza de vida desciende un año cada minuto. En el mapa del sistema de transporte es imposible verlo, pero en el Hospital Bellevue, repleto de enfermos crónicos como consecuencia de vidas empobrecidas y de acceso limitado a alimentos nutritivos, el médico Eric Manheimer lo notó pronto.
Manheimer fue director durante 14 años del Bellevue, el hospital público más grande de Nueva York. Su experiencia, que plasmaba en cuadernos cada noche y luego convirtió en el libro Doce pacientes: vida y muerte en el Hospital Bellevue que inspiró la serie New Amsterdam, le mostró que detrás de cada paciente con una enfermedad crónica hay una historia de desigualdad.
“El código postal en el que uno vive, más que cualquier otro factor, es el responsable de las muertes prematuras”, ha dicho este miércoles en una charla con el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, en la Feria Internacional del Libro del Zócalo de Ciudad de México. Para el médico no es casualidad que en los barrios en donde hay más desempleados, escasean las zonas verdes y la violencia es más brutal, el estado de salud de sus habitantes sea peor. Lo vio en los años en los que se paseaba por los pasillos del hospital escuchando a los enfermos hablar sobre su vida antes de estar en una camilla: qué comían, qué hacían en su tiempo libre —¿se podían dar el lujo de tener tiempo libre?—, qué educación habían recibido. Luego, la pandemia de la covid-19 se lo confirmó: donde había peores condiciones de vida, más muertes se registraban. Otra vez era el resultado de un sistema roto que responsabiliza al individuo de lo que come y de llevar un estilo de vida poco saludable, pero que a la vez le niega el acceso a lo que se supone que debe hacer para estar sano.
Manheimer pone de ejemplo la historia de Marta, una limpiadora del hospital, obesa y diabética, que cargaba en su cuerpo enfermo la historia de su familia. No había sido la primera con ese diagnóstico, cuya causa no era otra que la mala alimentación. ”¿Es responsabilidad de las Martas de este mundo que toman decisiones respecto a cómo alimentarse? Nadie las obliga a entrar a un restaurante de comida rápida, pero ¿qué pasa con la industria multimillonaria que produce cantidades colosales de comida y pelea por la atención de todos los consumidores del mundo?”, se cuestiona el médico en una parte de su libro. Marta, de origen latino, es el reflejo de lo que viven millones de personas acosadas por la publicidad de las grandes industrias y acorraladas por el difícil acceso a alimentos nutritivos.
”La ‘cocacolización’ en México se ha tragado al país. Los grandes conglomerados han creado una pandemia moderna que comienza en la primera infancia, Marta vio esos efectos en su vida”, ha asegurado el exdirector de Bellevue, para quien la industria médica ha ignorado los factores sociales como clave para hacer diagnósticos tempranos y preventivos. Él intentó darle la vuelta al sistema, olvidar las historias clínicas digitalizadas y —como se ve en la serie que retrata su vida— volver a lo básico, al contacto humano.
Los médicos —reconoce Manheimer— no tienen el deber de arreglar los problemas de la sociedad, pero es crucial para cualquier atención saber a qué han estado expuestos sus pacientes, cómo han sido sus vidas. “El día que pisé el hospital me puse una bata blanca y me salí del despacho para recorrer los pasillos”. Recuerda la primera historia que escribió en su cuaderno, que luego fueron varios hasta que llenó una estantería y decidió escribir el libro, editado en español por el Fondo de Cultura Económica. “Encontré un paciente de esos que catalogan como un ‘sin techo’, de mediana edad y que estaba mirándonos ansiosamente para conocer su diagnóstico. Antes de hablar de su enfermedad me fijé en el nombre que llevaba la pulsera de plástico que le habían puesto en su ingreso. Su apellido era Naipaul, le pregunté si era familia del Nobel de Literatura V. S. Naipaul. El destino había llevado al primo del escritor a la ruina económica y a la pérdida de su familia. Era él y ahí estaba, con neumonía, enfermo y sin casa”, cuenta el médico, que esa misma noche escribió la primera página de sus diarios.
“Ese señor representaba a millones de personas. Cada sin techo tenía una larga y profunda historia. Poco a poco fui aprendiendo sobre el verdadero sufrimiento, sobre lo que no enseñan en la universidad, desaprendí también muchas cosas para ver con claridad cómo miles de pacientes llegan a una clínica empujados por fuerzas sociales, económicas y políticas que tienen profundos efectos en la salud. Hacer visibles esos factores de riesgo se volvió mi proyecto personal”, relata el hombre en un español claro, como es de esperarse de alguien que decidió salir de su oficina e ir durante 14 años habitación por habitación del hospital más grande de Nueva York y conocer —sobre todo escuchar— a pacientes migrantes que no hablaban inglés, enfermeras o cualquiera que se encontrara en los pasillos para entablar conversaciones poco habituales en un hospital.
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