Un heredero de los Arellano Félix esquiva la prisión mexicana por un acuerdo de colaboración con EE UU
El canciller mexicano Marcelo Ebrard confirma que uno de los herederos del imperio criminal de los capos de Tijuana no será deportado a México tras su liberación este miércoles
Uno de los últimos herederos del cartel familiar de los Arellano Félix no será deportado a México. Así lo ha asegurado el canciller Marcelo Ebrard, tras algunas informaciones estadounidenses y nacionales sobre una posible liberación este miércoles de Eduardo Arellano Félix, detenido en 2008 en Tijuana (Baja California) y extraditado a Estados Unidos en 2012. “Se le cambió el estatus. Estados Unidos no tiene obligación de decirnos por qué, pero lo que asumimos o presumimos es que cambió la condición del testigo. Cambiaron el estatus quiere decir que no va a ser deportado hacia México el miércoles”, ha apuntado Ebrard ante la pregunta de un periodista durante la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El privilegio del que gozará el que fuera acusado de liderar el grupo criminal de Tijuana en su época de declive está relacionado con una serie de acuerdos con la justicia estadounidense que ha favorecido a capos de la droga mexicanos desde hace décadas a cambio de colaboración, especialmente por la información privilegiada sobre el funcionamiento interno de los cárteles a la agencia antidrogas (DEA). Un pacto que ha liberado a algunos de una condena habitual a cadena perpetua, como la que cumple Joaquín El Chapo Guzmán, exlíder del cartel de Sinaloa.
En una situación similar se encuentra también el primogénito de Ismael El Mayo Zambada, fundador y líder de cartel de Sinaloa, el único capo de su generación —de 73 años— que no ha sido nunca detenido por las autoridades, pese a llevar más de 50 años traficando. La declaración en la Corte de Nueva York contra El Chapo de Vicente —Vicentillo— Zambada Niebla, así como la cooperación estrecha desde su extradición en 2010, salvó al heredero del cartel más poderoso de México de una vida entre las rejas y, aunque las autoridades estadounidenses no pueden confirmar la fecha, está o estará libre en este año.
Eduardo Arellano Félix, alias El Doctor, había heredado un negocio criminal al borde de la extinción. La guerra abierta entre el cartel de Sinaloa contra su familia, acompañada de fuertes operativos federales para acabar con sus hermanos, los principales cabecillas desde finales de los noventa hasta los 2000, arrinconó el imperio de los Arellano Félix en Tijuana, que colapsó con la detención de Eduardo, en octubre de 2008 tras un enfrentamiento a tiros con las fuerzas federales en esa ciudad fronteriza.
En 2002, fue acribillado a balazos uno de los poderosos hermanos, Ramón, en un carnaval en Mazatlán (Sinaloa). Según la periodista Anabel Hernández, años antes estos habían ordenado asesinar a la familia de una de las esposas de El Mayo, además de provocar un ataque con coche bomba contra él mismo en Guadalajara (Jalisco). Una semana después fue arrestado Benjamín (condenado en Estados Unidos a 25 años por narcotráfico). El menor, Francisco Javier, conocido como El Tigrillo, quedó como líder del cártel tras la muerte de su hermano Ramón. Sin embargo, fue detenido en 2006 por la guardia costera estadounidense mientras pescaba en un yate a 25 kilómetros de la costa de Baja California y fue condenado a 23 años y medio también en Estados Unidos.
De Eduardo Arellano, cuya condena por lavado de dinero de este cartel se cumple este mes, se presume que heredó una organización criminal al borde de la extinción tras aquella guerra y la persecución policial. Fue su hermana Enedina, su hijo y él, quienes continuaron con el negocio cuando el resto de los hermanos cayeron. La guerra contra los de Sinaloa continuó, no obstante, tras su detención.
Una década después de la guerra entre las familias, otro de los hermanos, Rafael Arellano, que había obtenido la libertad en 2008 —después de su captura en 1993 y extradición a Estados Unidos— fue asesinado a balazos por un sicario vestido de payaso en 2013 en Los Cabos, Baja California Sur. Habían pasado más de 10 años y los Arellano ya eran solo un recuerdo del pasado sangriento del narcotráfico. La salida de otro de los miembros del clan de Tijuana resucita de nuevo la cruel guerra de familias de los noventa.
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